Acerca de la Inmortalidad del Alma

La mayoría de las religiones enseñan que después de la muerte, el alma dentro de nosotros deja el cuerpo y vive por la eternidad. Mucha gente asume que es también una creencia bíblica, pero ¿lo es? ¿Cuál es exactamente la historia de esta idea?

Los seres humanos siempre se han preguntado y preocupado por lo que pasa después de la muerte. Muchas religiones modernas enseñan que volvemos a vivir de nuevo, aun los arqueólogos nos dicen que incluso los antiguos neandertales enterraban a sus seres queridos con ajuar para el más allá.

Hoy en día la mayoría de las religiones del mundo creen en un alma inmortal que continúa viviendo de alguna forma. Es una enseñanza compartida por el Hinduismo, Zoroastrismo, Judaísmo, Budismo, Cristianismo, Islamismo y el Bahaísmo, al igual que las religiones nativas y tribales por toda el África, el continente americano y otros lugares. Algunos dicen que el alma vivirá por siempre ya sea en el cielo o en el infierno. Otros suponen que después de la muerte el alma va a reanimar a otras formas de vida en un ciclo sin fin de la reencarnación. La mayoría de los incrédulos, por supuesto, disputan la idea del alma, convencidos que después de la muerte nada existe.

Sin embargo, ¿de dónde provienen estas ideas? Alan F. Segal, antiguo profesor de estudios judíos, escribió que el punto de vista del castigo y recompensa del más allá refleja los valores particulares y aspiraciones de la cultura en esta vida. Por ejemplo, dijo, la mayoría de los estadounidenses en el siglo 21, cristianos o no, creen que su alma es inmortal por naturaleza y que la mayoría si no es que todos serán salvos, porque esta idea de la realización personal se ajusta a los valores estadounidenses.

Esto sugiere que la noción de la inmortalidad es un constructo puramente humano. Debido al entendimiento de que la vida después de la muerte recorre toda la gama de la experiencia humana y de los valores culturales, los antropólogos concluyen que el hombre inventó la religión y las creencias religiosas sobre una base dependiendo de las necesidades para explicar experiencias de la vida y ofrecer consuelo a los problemas.

¿Eso es todo lo que hay? Los creyentes se deben a sí mismos el saber si la idea de un alma inmortal nace de la mente humana, y si tiene una base bíblica.

En nuestra búsqueda por la claridad, empezamos con una breve revisión de las creencias del alma inmortal a través de la historia.

EGIPTO

Los antiguos egipcios, al igual que otros pueblos paganos, observaban los innegables ciclos de la naturaleza: en los cielos, el sol parecía renacer cada mañana y moría cada noche; la primavera era el tiempo del nacer, el crecer y la juventud; el otoño era un tiempo de decadencia y vejez; en invierno las plantas morían, inclusive el sol parecía luchar por su existencia; y a la siguiente primavera comenzaba el ciclo nuevamente. Los historiadores registran que los egipcios interpretaban estos ciclos de la vida, la muerte y la renovación de vida aplicable a los seres humanos también.

La antigua civilización egipcia duró más de 3,000 años. Sus primeras creencias persistieron durante la mayor parte de ese tiempo y en algunos casos incluso contribuyeron a la estabilidad del reino—por ejemplo, la idea de que el rey era divino, un dios en la tierra, y con una ceremonia apropiada podría tomar su lugar entre las estrellas tras su muerte física.

En el Imperio Antiguo, que comenzó alrededor de 2600 A.C. y duró más de 500 años, era solo el rey quien se creía que vivía más allá de la muerte. Sin embargo, después de su colapso, la inmortalidad fue extendida a personas ordinarias, lo que los historiadores llaman «la democratización del mas allá».

El dios Osiris jugó un papel importante en este cambio y se convirtió en el dios más importante del Imperio Medio (ca. 2025–1700). El historiador griego Plutarco (ca. 46–120 E.C.) describió a Osiris como el que enseño agricultura a los egipcios y los civilizó. Después de que Osiris fue asesinado por su hermano Seth, su esposa Isis junto las partes del cuerpo y las utilizo para crear la primera momia, por lo que despues Osiris, por medio de un elaborado ritual, fue resucitado como el dios de la muerte y el inframundo.

«La mitología de Osiris-Isis fue central al conocimiento egipcio sobre la vida después de la muerte».

Alan F. Segal, Life After Death: A History of the Afterlife in Western Religion

En su monumental obra La Rama Dorada, James G. Frazer señaló que los plebeyos egipcios copiaron el ritual de las ceremonias que Isis había seguido como «una representación del misterio divino» que les legaría a ellos la vida después de la muerte. Una vida virtuosa, adorando a los dioses, y un funeral apropiado fueron los únicos requisitos para una vida futura feliz. La momia de la persona muerta se decía que era un lugar de retorno para el espíritu errante, por lo que era ritual y mágicamente preservado y protegido. A partir de ese momento de la historia egipcia todos podían alcanzar la vida eterna.

IDEAS GRIEGAS Y CLÁSICAS

Por todo el mundo antiguo, En todo el mundo antiguo, otras culturas y religiones se desarrollaron, aparte de la de Egipto. Más hacia el este, el hinduismo, el budismo y el zoroastrismo también enseñan alguna forma de inmortalidad (véase «De Vida en Vida»).

Unos siglos antes del nacimiento de Cristo, los griegos comenzaron a imponerse en Europa, tanto a nivel cultural como en la evolución de sus creencias religiosas. La idea griega de «alma» (psuche) era diferente a la de otras civilizaciones. Platón, Aristóteles, Epicuro y los estoicos todos formularon sus propias elaboradas teorías, que desde entonces han influido en gran parte del pensamiento filosófico y religioso occidental.

Homero (ca. siglo VIII a.C.) escribió sobre el alma como algo que se había perdido en la muerte y permaneció en una vida lastimera en el inframundo como una sombra de la persona fallecida. No le atribuyó alguna virtud o actividad que no sea como el marcador de la vida. Así que cuando sus personajes arriesgaban sus almas, también arriesgaban su vida.

Los siglos VI y V antes de Cristo vieron un agrandamiento considerable del pensamiento filosófico griego. Al final de la vida de Sócrates en el inicio del IV, el alma había ganado varias virtudes y emociones, así como facultades de pensamiento y proyección. Se pensaba Incluso que imanes y plantas tenían almas; el adjetivo empsuchos, o «dotados de alma,» simplemente significaba «vida».

En el Fedón de Platón, el filósofo tiene a su maestro Sócrates declarando que el alma es tanto inmortal como consciente, capaz de pensamiento inteligente, y triunfando de la vida a la muerte y nuevamente a la vida. Los conceptos propios de Platón son ampliamente discutidos hoy en día por los estudiosos. Platón consideró el alma ser mucho más que la mente, capaz de pensar y dirigir el cuerpo. Siempre que hubiera un alma racional, esta conduciría a la persona a acciones virtuosas, pero aún más, esencialmente es poseedora de vida.

«El conocimiento de Platón sobre la vida después de la muerte… penetró la cultura judía profundamente».

Alan F. Segal, Life After Death: A History of the Afterlife in Western Religion

Aristóteles, estudiante de Platón, principalmente en De Anima (Del Alma), describió una relación entre el ser físico—humano, animal o planta—y el alma que complementa todas sus funciones vitales. Desde su punto de vista, el alma era la recopilación de sistemas de vida que funcionan en el cuerpo. El cuerpo era corpóreo, pero el alma no era un organismo o una cosa física. Mientras que Aristóteles estaba de acuerdo con el pensamiento de Platón de que las almas son diferentes de los cuerpos, no estaba de acuerdo en que el alma pudiera existir separada del cuerpo.

Sin embargo, el punto de vista dos escuelas helenísticas principales enseñaba que el alma, también, era corpórea o física. Con riesgo a simplificar de más, podríamos decir que los epicúreos creían que todo estaba compuesto de átomos, y por lo tanto el alma debía serlo también. Los estoicos parecían sentir que el alma era responsable sólo de las funciones mentales y psicológicas, por lo tanto no estaban de acuerdo con Platón y Aristóteles en que las plantas estaban dotadas de alma.

Podría decirse, sin embargo, que entre los filósofos griegos la inmortalidad del alma era aceptada como un hecho natural.

Más tarde, los escritores cristianos incluyendo a Clemente de Alejandría, Gregorio de Nisa y, sobre todo, Agustín de Hipona edificaron sobre filosofías griegas con nuevas ideas propias que han llegado hasta la época moderna.

EL ANTIGUO ISRAEL Y SUS ANTEPASADOS

De igual manera, las ideas helenísticas penetraron en la sociedad judía, pero de acuerdo con Segal, «la contribución griega más duradera a la cultura judía fue de la aristocracia, la elite platonista intelectual de la sociedad griega que decía que el alma era inmortal. A cambio de una vida de moderación y el desarrollo intelectual, el alma fue hacia arriba para recibir sus recompensas astrales».

«En el siglo XIII, la Divina Comedia de Dante representada en imágenes gráficas excepcionalmente pintorescas del cielo y el infierno, las cuales se convirtieron en dogma cristiano canónico, promulgado en todo el mundo bizantino y Europa».

Simcha Paull Raphael, Jewish Views of the Afterlife

Sin embargo, los ancestros de los judíos helenizados tenían un entendimiento diferente. En el Génesis, el primer libros de las Escrituras Hebreas, dice que «Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente» (Génesis 2:7, Reina-Valera 1960). «Alma» es traducida de la palabra hebrea nephesh y se refiere también a las demás creaturas en el Génesis 1:24 y todo lo demás. Debido a nuestra moderna definición de alma puede que tengamos un entendimiento diferente, empero para los que hablan hebreo simplemente significa una creatura física viva—tanto humano, animal, pez, ave de corral o insecto. De hecho, en traducciones modernas con frecuencia nephesh en Génesis 2:7 lo traducen como «ser vivo» o «creatura viviente».

Después el Creador les dijo a Adán y Eva que morirían si desobedecían sus instrucciones (versículo 17). Explico en Génesis 3:19 que estaban hechos de elementos físicos de la tierra y que retornarían al polvo de la tierra al morir. En el versículo 3:15 Dios pronunció una profecía sobre el futuro Mesías, de manera que fueron informados sobre la posibilidad del perdón y la reconciliación con la Divinidad.

De acuerdo al Bible Knowledge Commentary, Job en el Antiguo Testamento vivió en la era de los patriarcas (alrededor de 2100–1900 a.C.). Esto fue algunos siglos antes de la época de Moisés y el Éxodo. Job sabía de una resurrección de los muertos: «Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?» preguntó, y después respondió, «Todos los días de mi edad esperaré, hasta que venga mi liberación. Entonces llamarás, y yo te responderé; Tendrás afecto a la hechura de tus manos» (Job 14:14–15). Esto hace alusión a otra vida e indica que algunos de los que pueblan las páginas del Antiguo Testamento tenían algún conocimiento del tema.

Salomón, a quien la Biblia llama el hombre más sabio que jamás haya existido, al parecer no creía que los seres humanos tienen un alma inmortal. Escribió, «Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben» (Eclesiastés 9:5).

El profeta Isaías no habló del alma inmortal, sino de la futura resurrección de los muertos: «Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos» (Isaías 26:19).

El muy citado profeta Isaías también habló sobre una futura resurrección en su famosa historia del Valle de los Huesos Secos. Enseño que los muertos de la antigüedad de su pueblo vivirían nuevamente una vida física, en su antigua tierra, con el resucitado David como su rey y su Dios guiándoles. En tanto que esta historia fue dirigida al antiguo Israel, la implicación es que todos los muertos de la raza humana serán resucitados en el mismo evento y bajo el mismo Dios (Ezequiel 37:28).

El profeta Daniel añadió al entendimiento judío durante y después de la cautividad babilónica. Dijo, «Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua» (Daniel 12:2, Versión Reina-Valera 1960).

Algunos autores modernos ven estas palabras como una simple evolución antropológica de ideas y dicen que los israelitas debieron haber tomado prestado su entendimiento de los zoroastrianos persas, sus vecinos, así como de otros pueblos. Sin embargo, dicho argumento comienza desde una incredulidad intrínseca en un Dios todopoderoso, obrador de milagros. La propia experiencia de Israel a través de la vida de Abrahán, Isaac, Jacob, José, Moisés, Josué, los jueces, los reyes y los profetas, fue que su Dios era real y tenía poder sobre las leyes naturales y los fenómenos naturales sobre la tierra. La gente de los días de Moisés experimentó las plagas milagrosas de Egipto y la división del Mar Rojo, y conservaron esos recuerdos muy reales en sus tradiciones orales y registros escritos. Otros acontecimientos milagrosos ocurrieron a lo largo de su experiencia de aproximadamente 1.000 años desde el Éxodo hasta su regreso de la cautividad babilónica. Esa historia del poder sobrenatural manifestado por su Dios apoyó y dio crédito a todos los escritos y literatura de sabiduría así como los mensajes proféticos, el Dios de Israel fue único al involucrarse en la historia para beneficio de su pueblo. Aunque el antiguo Israel, y después los reinos divididos de Judá y de Israel, continuamente desviados de las enseñanzas de las Escrituras Hebreas, sus escritos sagrados mantuvieron la doctrina básica que el nephesh, o aliento de vida, no era inmortal. Era simplemente el estado de la vida física temporal que poseen todos los seres vivos, que expira en el momento de la muerte. Desde el libro del Génesis en adelante, los escritores bíblicos expresan un entendimiento de una resurrección futura. Esa creencia se puso en marcado contraste con la idea del alma inmortal.

DEL CRISTIANISMO EN ADELANTE

Hoy en día, en gran parte gracias a los padres de la iglesia Irineo Augustín (véase «El Envenenado Cáliz de Agustín»), la mayoría de los cristianos mezclan la idea del alma inmortal con la promesa bíblica de la resurrección, llegando así a su propia doctrina de la inmortalidad. Este punto de vista interpreta al Nuevo Testamento como si enseñara una forma de platonismo (véase «Dante Alighieri y La Divina Comedia»), aceptando de esa manera que después de muerto, el cuerpo, el alma continúa y en la resurrección se combina con un cuerpo espiritual. El Alma ha llegado a significar que todos los seres humanos fueron dotados de la inmortalidad, ya sea en la creación o un regalo dado ya por la muerte y resurrección de Jesucristo.

«Tras una fase inicial y contando el rechazo, el platonismo se convirtió en la piedra angular de la doctrina cristiana de la inmortalidad del alma».

Alan F. Segal, Life After Death: A History of the Afterlife in Western Religion

A su vez, este punto de vista ha conducido a la noción poscristiana de que no hay necesidad de un Dios que intervenga a nuestro favor al final de la vida. Ya tenemos la inmortalidad, y nadie nos lo puede quitar, por lo que no necesitamos un salvador, mediador o intercesor. Nuestro futuro está en nuestras propias manos. Para bien o para mal, nos hemos hecho a sí mismo, y tenemos el control de nuestro propio destino. Esta es la esencia de la idea humanista moderna de la espiritualidad separada de la religión.

Sin embargo, ¿qué dice la Biblia? Muchos se acercan al Libro de libros con ideas predefinidas y tratan de hacer que las palabras estén de acuerdo con dichas ideas preconcebidas. En cambio, las Escrituras Apostólicas del Nuevo Testamento se basan en las Escrituras Hebreas para revelar un cuerpo más completo de conocimiento del propósito y plan de Dios para la vida humana.

Mientras que todas las religiones tienen sus ideas sobre el más allá y la inmortalidad, la Biblia enseña que los únicos seres del universo que tienen vida inherente son Dios el Padre y Su Hijo: «Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo. … No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación» (Juan 5:26–29, Reina-Valera 1962).

La mayoría de los cristianos creen que sus almas inmortales pasaran la eternidad en el cielo, a pesar de eso, el apóstol Juan también escribió estas sorprendentes palabras de Jesús: «Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo» (Juan 3:13). Ni siquiera el Rey David, descrito como «según el corazón de Dios», no está en el cielo de acuerdo al apóstol Pedro: «Se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. … David no subió a los cielos» (Hechos 2:29, 34).

El apóstol Pablo escribió largo y tendido a cerca de la esperanza de los muertos. En 1 Corintios 15, llamado con frecuencia el capítulo de la resurrección, habló de aquellos que murieron como si hubieran quedado «dormidos» (versículos 6, 18, 20). Escribió que «así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados»—Cristo las primicias, luego los que «son de Cristo en su venida» (versículos 22–23, énfasis agregado). Observe que antes de la segunda venida de Cristo, ninguno de los muertos han sido «resucitados» todavía; están dormidos, así como David lo está—muerto y enterrado.

Pablo continuó explicando a la iglesia de Corinto que «no todos dormiremos, pero todos seremos transformados—en un momento, en un abrir y cerrar de ojos. … Los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorruptible, y esto mortal se vista de inmortalidad» (versículos 51–53).

El mensaje de la Biblia es de que no somos inmortales, pero que Dios nos quiere dar la inmortalidad: «Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 6:23).