Levantémonos y construyamos

El legado de Nehemías

Bajo continua oposición, Nehemías, gobernador de la provincia persa de Judá, reconstruyó los muros de Jerusalén en apenas unas semanas. Su obra de reconstruir la conciencia moral del pueblo de Judá tomó mucho más tiempo.

Nehemías, copero del emperador persa Artajerjes, sirvió en el palacio de invierno del gobernante en Susa. Junto con muchos otros judíos, se convirtió en parte de la diáspora cuando Ciro los liberó de su cautiverio babilónico en 538 a. C. Para los años siguientes, se habían extendido por todo el imperio. Ahora, casi un siglo después, en 444, Nehemías recibía la visita de su hermano Hanani, que había venido de Jerusalén.

Así comienza el libro de memorias de Nehemías, que complementa el relato del sacerdote Esdras. Nehemías acababa de enterarse de que, tras ya varios años del regreso de Esdras a Jerusalén, el muro y las puertas de la ciudad seguían en muy mal estado. Puede que supiera que, bajo Esdras, la construcción del muro había sido detenida por orden del rey, debido a las quejas de los enemigos locales de los judíos (Esdras 4:12, 17–23).

La noticia afectó en gran medida a Nehemías, lo cual le indujo a ayunar y orar pidiendo perdón para todo Israel. Recordaba que Moisés había profetizado el resultado final del alejamiento de Dios por parte de Israel —el cautiverio en tierras extranjeras—; pero también, que el arrepentimiento los traería de vuelta al favor de Dios y a su tierra. Concluyó su oración pidiendo misericordia «delante de aquel varón», el rey a quien servía (Nehemías 1:4–11; Deuteronomio 28:64; 30:1–5). Tal vez él estuviera dispuesto a intervenir y resolver el problema de las defensas derruidas de Jerusalén.

Cuatro meses más tarde, Nehemías tuvo ocasión de hablar con Artajerjes sobre ello. Ese día, el aspecto abatido del copero hizo que el rey le preguntara el motivo. Esta repentina oportunidad ante Nehemías hizo que él se sintiera temeroso y extremadamente diplomático. Sin nombrar a Jerusalén, le contó que la ciudad de sus antepasados, sus tumbas, sus muros y sus puertas yacían en ruinas. Por esta razón, estaba muy triste.

Artajerjes, con la reina a su lado, le preguntó qué podía hacer. Nehemías pidió audazmente permiso para ir a Jerusalén con cartas del rey que garantizaran un paso seguro por las provincias de la región de Transéufrates y, una vez en Judá, acceso a materiales de construcción. El rey accedió a sus peticiones, proporcionando una guardia armada y enviándolo de vuelta a la capital judía, donde se convertiría en gobernador.

La llegada de Nehemías causó profunda angustia a los opositores locales de los judíos cuando se enteraron de que su propósito era ayudar a los israelitas (Nehemías 2:1-10).

La obra de Nehemías

El relato continúa con detalles del trabajo de reconstrucción que Nehemías llevó a cabo. Primero inspeccionó por la noche los muros derruidos y organizó su reparación, junto con la reparación de la mayoría de las puertas de la ciudad. Otras estructuras, incluso torres y estanques, fueron restaurados. Nehemías reclutó la ayuda de amplios sectores de la población judía: sacerdotes, artesanos, gobernantes de distrito, levitas y comerciantes. Muchos vivían dentro de las murallas, pero otros venían de pueblos cercanos para ayudar (3:1–32). Llevaron a cabo el trabajo a pesar de la oposición, la acusación, el desprecio y el ridículo de los adversarios circundantes de Judá, liderados por el samaritano Sanbalat al norte, el amonita Tobías al este y el árabe Gesem al sur (2:19; 4:1–3, 7–8).

«Desde hace mucho tiempo se ha reconocido —y hoy en día es unánimemente aceptado— que partes sustanciales del Libro de Nehemías se remontan a un relato en primera persona del propio Nehemías (o de alguien que escribe bajo su dirección inmediata)».

H.G.M. Williamson, Word Biblical Commentary, Volume 16: Ezra, Nehemiah

Un tema constante en las memorias de Nehemías es su actitud positiva y su confianza en Dios en la tarea (4:4-6). Como resultado, en esta ocasión los enemigos se vieron temporalmente frustrados, y los judíos pronto fueron capaces de construir aproximadamente la mitad de la altura del muro.

No obstante, después —y por parte de las mismas personas— surgió otro intento de impedir el trabajo. Esta vez los enemigos planearon un ataque, ayudados por hombres de Asdod al oeste. Una vez más, Nehemías oró, y luego montó una guardia de veinticuatro horas (versículos 7–9). Cuando los adversarios se enteraron de su estrategia, decidieron no atacar. El trabajo en el muro continuó, y finalmente, después de haber languidecido durante décadas, se completó en cincuentaidós días (6:15).

Mientras que esta construcción física ocupó solo una fracción del tiempo de Nehemías en Jerusalén, él pasó los doce años completos de su gobierno lidiando con los problemas espirituales de su pueblo.

El capítulo 5 describe una de las dificultades que surgieron: los compatriotas israelitas habían estado exigiendo intereses sobre préstamos para comprar grano en tiempos de pérdida de cosechas, hipotecando sus tierras y tomando a sus niños como esclavos. Aunque la codicia y la dureza del pueblo hacia los menos afortunados enfurecieron a Nehemías, su resolución en cuanto a estas formas de opresión demostró su integridad personal, su generosidad y su compromiso para con la ley del Dios de Israel.

A pesar de más conspiración y subterfugios de Sanbalat, Gesem y Tobías (6:1-14), todo el proyecto se completó con la colocación de las puertas de la ciudad (7:1). Nehemías entonces nombró dos líderes sobre Jerusalén: su hermano Hanani, y Hananías, el supervisor confiable de la fortaleza. También propuso un registro por familia de los que habían regresado de Babilonia. Su intención era localizar a personas puramente judías y repoblar Jerusalén, que todavía tenía pocos residentes y carecía de casas reconstruidas. Nehemías encontró la lista de aquellos que habían regresado bajo Zorobabel más de 90 años antes y, según se supone, la revisó comparativamente en coincidencia con sus descendientes (versículos 2–72; véase también Esdras 2).

Reconstrucción del muro de Jerusalén, grabado (1886, artista desconocido)

Esdras lee la ley

Los estudiosos han señalado que lo que aparece a continuación, en Nehemías 8, podría estar fuera de lugar cronológicamente y encajaría mejor en el relato de Esdras de los acontecimientos posteriores a su regreso, trece años antes. De repente, Esdras es introducido en la narrativa por un tercero. Desde este capítulo hasta el capítulo 11 no se oye la voz de Nehemías, sino la de un narrador que describe la lectura de la ley por parte de Esdras ante el pueblo reunido y la observancia de algunos de los festivales del séptimo mes (Nehemías 7:73–8:18). Dos capítulos siguen con un propósito teológicamente motivado, como veremos.

Esdras había llegado a Jerusalén en el quinto mes, apenas unas semanas antes de la tercera temporada de días santos del año, que comenzaría en el séptimo mes. Como se señalara anteriormente, Esdras había venido a exponer la ley de Dios (Esdras 7:8-10). Tiene sentido pensar que lo que se describe en Nehemías 8 —que muestra a Esdras leyendo la ley y alentando al pueblo a observar el primer día del séptimo mes, la Fiesta de las Trompetas (Nehemías 8:2–3, 8)— se relaciona con el tiempo justo después de la llegada de Esdras a Jerusalén.

Además, es más probable que el descubrimiento de la gente de que necesitaban observar la Fiesta de los Tabernáculos más tarde ese mes haya ocurrido justo tras la llegada de Esdras, no años después. Es razonable pensar que —con Esdras enseñando la ley por trece años antes de la venida de Nehemías— la gente ya hubiera observado el festival. De hecho, como dice el narrador, fue un momento único, y uno que seguramente habría ocurrido al comienzo de la estancia de Esdras: «Y toda la congregación que volvió de la cautividad hizo tabernáculos, y en tabernáculos habitó; porque desde los días de Josué hijo de Nun hasta aquel día, no habían hecho así los hijos de Israel. Y hubo alegría muy grande» (versículo 17).

Nehemías aparece brevemente como gobernador junto a Esdras (versículo 9), pero no de nuevo sino hasta varios capítulos después. Curiosamente, la traducción griega de las Escrituras hebreas, la Septuaginta, no incluye la palabra gobernador en este punto, tal vez implicando una edición del versículo 9 en manuscritos hebreos posteriores. Y un relato extrabíblico del evento (1 Esdras 9:49) menciona a Esdras, pero no a Nehemías. Además, se puede argumentar que el sujeto («él») en Nehemías 8:10 puede en contexto referirse solo a Esdras, seguido como está por un verbo singular («dijo»). Igualmente desconcertante es que Esdras no vuelve a aparecer sino hasta el capítulo 12. En conjunto, todo esto sugiere que el capítulo 8 es una anomalía en el flujo de la historia.

Los estudiosos de la Biblia no han llegado a una resolución unánime con respecto a estas preguntas cronológicas y editoriales. Algunos creen que Nehemías 8 ha sido transferido de una versión anterior del manuscrito de Esdras, donde se encontraba entre los capítulos 8 y 9. Si esto es así, ¿cuál fue la razón? Una posible respuesta gira en torno a la intención del editor final de Esdras-Nehemías. Si su propósito fue crear no solo una obra histórica, sino también un estímulo para una mayor fidelidad y compromiso entre los repatriados, entonces el orden y la naturaleza de los materiales podrían haber sido modificados y/o creados en consecuencia.

«La tradición judía es clara en su opinión de que estas dos obras fueron originalmente una, y que debían considerarse como separadas de otros libros». ”

H.G.M. Williamson, Word Biblical Commentary, Volume 16: Ezra, Nehemiah

Tal como están, los capítulos 8–10 parecen formar un clímax especialmente diseñado para la obra de Esdras y Nehemías, a fin de demostrar el renovado compromiso del pueblo con el Dios de Israel después de su regreso. Considérese que la lectura de la ley por parte de Esdras podría haber coincidido con el requisito de hacerla en la Fiesta de los Tabernáculos cada siete años (Deuteronomio 31:10–13). Esto entonces presentaría una oportunidad para el arrepentimiento y la renovación de su pacto con Dios.

De acuerdo con esta posibilidad, Nehemías 9 contiene dicha renovación en forma de alabanza y confesión extendidas, dirigidas por los levitas. La ausencia de Esdras en el capítulo apoya la idea de que esto es parte de un interludio deliberadamente ideado. La larga oración sirve para recordarle al pueblo, por un lado, a Dios como Creador y de su favor hacia Abraham, y por el otro, de su liberación de la esclavitud egipcia y su fracaso en mantener la ley de Dios, de su entrada en la Tierra Prometida, y de su historia pecaminosa y la opresión sufrida hasta ese momento bajo poderes extranjeros. Con esta historia en mente, ellos acordaron una renovación de un pacto con Dios, por escrito, sellado por sus líderes.

El momento de este capítulo podría parecer obvio desde el versículo inicial: «El día veinticuatro del mismo mes se reunieron los hijos de Israel en ayuno, y con cilicio y tierra sobre sí» (9:1). Pero hay razones para dudar de que esto siga inmediatamente a la Fiesta de los Tabernáculos del séptimo mes (8:18), que terminara el día veintidós.

En primer lugar, el estado de ánimo de la gente no es alegre como se esperaría después de la fiesta, sino sombrío y arrepentido. No se especifica el séptimo mes, solo un día del mes. El contexto del capítulo —el reconocimiento de que los matrimonios mixtos con la gente de la tierra estaba prohibido— encaja mejor con las circunstancias de la época de Esdras, cuando él había supervisado la separación de los matrimonios ilegales: «Así todos los hombres de Judá y de Benjamín se reunieron en Jerusalén dentro de los tres días, a los veinte días del mes, que era el mes noveno; y se sentó todo el pueblo en la plaza de la casa de Dios, temblando con motivo de aquel asunto…» (Esdras 10:9). Cuatro días después, podrían haberse reunido para arrepentirse formalmente como se especifica en Nehemías 9:1.

Con este entendimiento, el capítulo se alinea con los eventos de la época anterior de Esdras, formando parte del esfuerzo del editor para llevar la renovación de Israel a un final culminante en vez de crear un registro cronológico.

Los detalles del acuerdo se especifican en el capítulo 10. Incluyen «un juramento de andar en la Ley de Dios» (La Bible de las Américas); la prohibición de los matrimonios mixtos con «los pueblos de la tierra»; ninguna actividad comercial en los sábados; la observancia del año sabático en relación con el descanso de la tierra y la condonación asociada de la deuda; un impuesto anual del templo; provisión de leña para las ofrendas de sacrificio; y la donación de primicias y diezmos. Siguen regulaciones adicionales con respecto a los sacerdotes y levitas y el almacenamiento de diezmos y ofrendas en el templo.

Jerusalén en el tiempo de Nehemías

Fuentes: The Bible Knowledge Commentary: Old Testament and New Testament Edition, editado por John F. Walvoord y Roy B. Zuck (1983), The ESV Study Bible (Crossway Bibles, 2008).

Continuación de las reformas

El capítulo 11 reanuda la discusión suspendida en el capítulo 7 sobre la repoblación de Jerusalén. Ahora se prevé que los dirigentes y una décima parte de los exiliados repatriados residan en la ciudad. Entre ellos había algunos de las tribus de Judá y Benjamín, junto con ciertos sacerdotes y levitas. Las otras ciudades de Judá eran el hogar de «los israelitas, los sacerdotes y levitas, los sirvientes del templo y los hijos de los siervos de Salomón» (versículos 1–4).

El capítulo 12 detalla la genealogía de los sacerdotes y levitas y sus roles, demostrando uniformidad con las tradiciones del antiguo reino israelita unido bajo David y Salomón. Esto conduce a una descripción de la celebración que siguió a la finalización de las murallas reconstruidas de la ciudad, donde Nehemías reunió a los líderes. Luego, al son de las trompetas y de otros instrumentos musicales tradicionales, dos coros de acción de gracias fueron en procesión a lo largo de los muros en direcciones opuestas, uno dirigido por Esdras y el otro acompañado por Nehemías. Reunidos en el templo, cantaron y dieron gracias y ofrecieron sacrificios.

En conclusión, el autor enfatiza además cómo los sacerdotes y levitas, cantantes y porteros siguieron las reglas establecidas por David y Salomón con respecto al servicio del templo. Una vez más, esto provee evidencia de que la sociedad renovada de los repatriados tenía como objetivo recrear el reino de antaño. El financiamiento para el aspecto religioso centralizado de la sociedad restablecida provino de toda la población: «Y todo Israel en días de Zorobabel y en días de Nehemías daba alimentos a los cantores y a los porteros, cada cosa en su día» (12:47).

El capítulo final actúa como una especie de coda a la historia de todo el proyecto de reforma de Esdras-Nehemías. La introducción de Nehemías se refiere al gran día de celebración y a la lectura de la ley con respecto a prohibir la presencia de amonitas y moabitas en la asamblea. Luego él registra que los israelitas se separaron de los extranjeros entre ellos (13:1–3).

«Este libro subraya la importancia de la protección física para el pueblo de Dios en Jerusalén, pero, lo que es más importante, enfatiza la necesidad de que su pueblo obedezca su Palabra, no cediendo al pecado a través del abandono, el compromiso o la abierta desobediencia».

Gene A. Getz, «Nehemiah», The Bible Knowledge Commentary

Esto prologa el inusual caso de Tobías, el enemigo amonita de Nehemías que —por el matrimonio de su hijo— había entrado a formar parte de familias aristocráticas judías (6:17-18). En ausencia del gobernador, el sumo sacerdote Eliasib le había dado a Tobías acceso al área de almacenamiento del templo para sus propios enseres domésticos, quitando del templo los suministros de grano e incienso. A su regreso a Jerusalén tras rendir cuentas a Artajerjes, Nehemías expulsó a Tobías del área del templo y restauró los suministros y demás objetos del templo (13:4–9).

Esta es una de las varias reformas que Nehemías menciona al completar sus memorias. La laxitud se había introducido en la gestión del templo. Nehemías descubrió que el apoyo financiero a los levitas había disminuido y que los cantores habían regresado a sus heredades. Corrigiendo esas fallas, él convocó al liderazgo, restauró la entrega de diezmos y ofrendas, y puso a tesoreros sobre los almacenes (versículos 10–13).

Entre otras reformas durante su gobierno se encuentra la estricta prohibición de trabajar en el sábado, incluso en la cosecha, la vinificación y el comercio en Jerusalén con los habitantes locales. También tuvo que corregir la práctica de los matrimonios mixtos con mujeres de Asdod, Amón y Moab, recordándoles a sus compatriotas judíos, y aun al sacerdocio (dado que uno de los nietos de Eliasib se había casado con una hija de Sanbalat), que Salomón había fracasado porque sus esposas paganas lo habían alejado de Dios (versículos 15–29).

En una conclusión característicamente humilde, Nehemías pide —por tercera vez en este capítulo— que Dios lo mire misericordiosamente por sus logros positivos y no por sus propias fallas: «Acuérdate de mí para bien, Dios mío».

En nuestra próxima entrega echaremos un vistazo al libro de Job, cuyo autor, fecha y configuración exacta han suscitado no poco debate entre los estudiosos de la Biblia. Muchos están de acuerdo, sin embargo, en que el libro es una obra maestra de la literatura. Ciertamente, sus lecciones son profundas.