¿María? Depende del Cristal...

María Magdalena ha sido redescrita para ajustarse a la actualidad; pero ¿su nueva imagen es un retrato más real que el anterior?

María Magdalena, una ex-prostituta y modelo a seguir para las mujeres caídas, está casi «pasada de moda». Quien está «a la moda» es una Magdalena reinventada y adaptada conforme a las preferencias personales: esposa (o amante) de Cristo, madre de Su hijo, apóstol de los apóstoles, suma sacerdotisa de una religión egipcia y espiritual, e intelectualmente superior a los discípulos masculinos de Cristo. Como sea que se le vea, es claro que a últimas fechas María Magdalena ha sufrido una transformación drástica y que los responsables de su nueva imagen son diversos especialistas teológicos y escritores feministas.

Hasta hace poco la base de lo que las personas creían saber acerca de Magdalena provenía de algunas tradiciones cristianas cuestionables y, en menor medida, de los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento, todos los cuales la mencionan. Todas, excepto una referencia bíblica, se refieren a ella en el contexto de los acontecimientos que rodearon la crucifixión y resurrección de Jesucristo. Fue la primera en ser testigo de Cristo resucitado y transmitió a los discípulos Sus instrucciones; sin embargo, desaparece rápidamente en los versículos restantes de los Evangelios y, de hecho, nunca más se menciona en la historia posterior de la Iglesia registrada en el libro de Hechos o en las Epístolas.

No obstante, cierto número de escritos no canónicos aseguran haber registrado diálogos entre María y el Cristo resucitado, o entre ella y los apóstoles. Entre estas obras gnósticas es clave el llamado Evangelio de María Magdalena, aunque el Evangelio de Felipe también es muy citado, ya que es un documento conocido como «Pístis-Sofía» (Fe-Sabiduría). Todos ellos muestran a María en un papel diferente al que presentan los cuatro Evangelios bíblicos.

Poco se sabía acerca de estos escritos no contados entre los bíblicos hasta antes de que comenzara el siglo XX. En 1896 un egiptólogo alemán compró un códice en El Cairo que contenía, entre otras cosas, una poción del Evangelio de María Magdalena. También se encontraron fragmentos de este Evangelio entre los papiros que más tarde se recuperaron en Oxirrinco, Egipto. Después, en 1945, en una forma por nada diferente al descubrimiento de los más famosos y mucho más numerosos Manuscritos del Mar Muerto ocurrido tres años más tarde, se encontró una copia del Evangelio de Felipe junto con otros textos gnósticos en una vasija sellada cerca de la población egipcia de Nag Hammadi y a finales de los años setenta se comenzaron a publicar sus traducciones al lenguaje moderno.

Durante las décadas siguientes se ha estimulado comprensiblemente el estudio de María Magdalena y se le ha dado un nuevo contexto de acuerdo con el contenido de estos textos gnósticos adicionales.

UNA MARÍA COMPLETAMENTE MODERNA

El esfuerzo por «devolver» a Magdalena lo que algunos consideran como su papel legítimo ha sido, para simplificarlo de alguna manera, triple.

En primer lugar, se ha hecho un gran esfuerzo por corregir una difamación tradicional en su contra; concretamente, el que haya sido prostituta antes de convertirse en seguidora de Jesús. Por tradición, tres personajes femeninos distintos se han combinado en uno solo: Magdalena misma, de quien Cristo exorcizó siete demonios (Lucas 8:2); la «pecadora», que de otra manera sería desconocida, quien ungió y enjugó los pies de Cristo en presencia de un fariseo (Lucas 7); y María de Betania (Juan 11:1). Esta mezcla proviene principalmente de un sermón del Papa Gregorio I en el año 591. Como resultado, María Magdalena se convirtió en la patrona de las prostitutas reformadas y de otras «mujeres caídas», y a menudo era pintada en los retratos vestida de rojo escarlata y sosteniendo un tarro de alabastro lleno de ungüento.

Una silenciosa retractación de la Iglesia Católica Romana realizada en 1969 no fue suficiente para erradicar la tradición popular, pues la etiqueta de «mujer caída arrepentida» había dejado una marca indeleble en ella. Sin embargo, es interesante observar que mientras los feministas que se interesan en María Magdalena se distancian rápidamente de la mujer pecadora que ungió los pies de Cristo, para algunos es conveniente mantener la conexión con María de Betania a pesar de que existen pruebas que apuntan a lo contrario.

Una segunda razón para el movimiento que aumenta la importancia de María Magdalena es que, por lo general, hoy en día se considera que su papel, incluso como lo describen los Evangelios canónicos, fue minimizado por un establecimiento religioso completamente masculino. No obstante, existe una amplia gama de opiniones sobre cómo debería ser considerada María en la actualidad, incluso entre sus defensores.

Sin embargo, lo que quizá es más importante es que la María descrita en algunos de los textos gnósticos, en especial en el Evangelio de María Magdalena (consulte «¿María? ¿Cuál María?») recibe un estatus valioso que la hace parecer espiritualmente superior a los apóstoles de Cristo. Como era de esperarse, ésta es la María que ha sido elevada con entusiasmo como el caso célebre de los escritores feministas. Esta Magdalena es la nueva reina del cielo, a la vanguardia de una determinada agenda para cambiar nuestro entendimiento de la historia, del cristianismo y de la misma naturaleza de Dios.

La María descrita en algunos de los textos gnósticos recibe un estatus valioso que la hace parecer espiritualmente superior a los apóstoles de Cristo.

Entonces, ¿cómo nos harán entender a María Magdalena y los acontecimientos de los que ella formó parte y que son fundamentales en las Escrituras? ¿Tienen un buen argumento o hay defectos en él? ¿Cómo se compara con los relatos bíblicos? ¿Cuáles son las implicaciones para la creencia dominante, sea católica o protestante?

LA VERDADERA MARÍA

Se menciona a María Magdalena en los cuatro Evangelios, lo cual la distingue de un grupo confuso de otras Marías, incluyendo a María de Betania. En las Escrituras esta última está asociada invariablemente con su hermana, Martha, o su hermano, Lázaro, o con la misma Betania.

La primera vez que se menciona a Magdalena es en el Evangelio de Lucas: «Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios... y otras muchas que le servían de sus bienes» (Lucas 8:1–3).

Este pasaje deja claro que Magdalena, junto con muchos otros, acompañó a Cristo mientras predicaba el Evangelio durante lo que probablemente fue un periodo considerable y nos dice que Él exorcizó sus demonios.

Los cuatro Evangelios también describen a Magdalena como una mujer que, junto a otra, apoyó fielmente a Cristo mientras era brutalizado y se encontraba moribundo durante la crucifixión.

Sin embargo, su principal motivo para la fama es que fue la primera testigo de Cristo resucitado, como está registrado en Juan 20:16–18 y en Marcos 16:9. De acuerdo con el relato de Juan, «Jesús le dijo: “¡María!” Volviéndose ella, le dijo: “¡Raboni!” (que quiere decir, Maestro). Jesús le dijo: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: ‘Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios’”. Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas».

Hubo un segundo encuentro posterior, registrado en Mateo 28:9–10, en el que dos mujeres (Magdalena y, aparentemente, la madre de Cristo) vieron a Jesús. Este momento a menudo se confunde con el primer encuentro de María y se considera una contradicción, pero en esta ocasión Él permitió que lo tocaran, indicando que para entonces ya había estado con su Padre: «He aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: “¡Salve!” Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron». Esta vez las dos Marías tenían que llevar un nuevo mensaje a los discípulos: «Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán’».

¿LA APÓSTOL MARÍA?

Debido a que fue la primera en encontrarse con Cristo resucitado y a que Él la envió con un mensaje para los apóstoles, María Magdalena ha adquirido una inmensa importancia para la causa feminista, aunque existe cierta ironía. El nombre «apóstol de los apóstoles» (un apóstol es «un enviado») fue adjudicado a María en los siglos III y IV por los padres de la iglesia Católica Romana, como Hipólito y Agustín; pero, de acuerdo con los defensores de María, eran los gnósticos quienes la veneraban, mientras que la iglesia fue la responsable de restarle importancia.

El título de María como «apóstol de los apóstoles» pasó de moda después de que el Papa Gregorio la comparó con la mujer pecadora de Lucas 7; no obstante, recibió nueva vida gracias a la Carta Apostólica del Papa Juan Pablo II en 1988, aunque es claro que el Papa no consideraba el epíteto de la misma manera que los feministas, pues en 1995 prohibió expresamente la discusión respecto a que las mujeres se convirtieran en sacerdotes.

Los escritores de libros recientes tratan a María Magdalena de diferentes maneras. Así mismo, los niveles de erudición y objetividad varían como lo harían en cualquier otro campo, pero el nivel de calidad es mayor simplemente debido a que algunos han unido sus causas sociales favoritas a la investigación, traducción y análisis realizados por otras personas (lo cual ha irritado mucho a estas últimas). Estas causas incluyen el feminismo radical, las tendencias en contra de la iglesia (particularmente, la católica), el movimiento para permitir que las mujeres se conviertan en sacerdotisas, las opiniones neo-gnósticas y de la Nueva Era, y las siempre presentes teorías conspirativas.

En general, los escritores contemporáneos se basan mucho en los documentos gnósticos para tratar de elevar a María Magdalena; sin embargo, es importante comprender que estos documentos difieren considerablemente. Algunos son convincentes, mientras que otros son incomprensibles. Los manuscritos no necesariamente concuerdan unos con otros debido a que existían diferentes ramas en el gnosticismo. En otras palabras, el estándar es extremadamente irregular. Por esta razón las citas modernas de las obras gnósticas tienden a ser muy escasas y selectivas.

Es a partir de estas lecturas e interpretaciones selectivas de los escritos apócrifos que cierto número de feministas ha reconstruido a Magdalena como consorte de Cristo, como la madre de Su hijo, como la suma sacerdotisa de una religión en la que representa el lado «femenino sagrado» de la humanidad y, por último, como la reina del cielo que ahora se encuentra al lado de Cristo. Aun así, los escritos gnósticos no se acercan a ninguna de estas afirmaciones.

LA TRANSFORMACIÓN

Del lado creativo de la balanza, Lynn Picknett, autora de María Magdalena: La diosa prohibida del cristianismo, transforma a Magdalena en una suma sacerdotisa al citar alternadamente los Evangelios canónicos cuando le conviene y al rechazarlos como la explicación tendenciosa de «los ganadores de la historia» cuando no. María Magdalena se tiene que combinar con María de Betania para ajustarse a su teoría. El acto de esta última de ungir y enjugar los pies de Cristo con su cabello se transforma tanto en una exhibición pública de licencia sexual como en una unción secreta que demuestra que María era una mística sacerdotisa oriental, y todo ello en presencia de 12 discípulos que aparentemente eran tan tontos que lo único que les preocupaba era el precio del ungüento.

Los enormes saltos en la lógica están mezclados: «María de Betania convirtió a Jesús en Cristo al ungirlo con nardo que había sido, casi sin duda, comprado y guardado específicamente para dicho propósito» (énfasis añadido). Otra afirmación en la misma página es igual de descarada: «Ambos [Juan Bautista y María de Betania] son marginados a propósito por Mateo, Marcos, Lucas y Juan, al igual que María Magdalena, quien aparece virtualmente de la nada para encargarse de los acontecimientos que siguieron a la crucifixión».

Al llevar al límite la credibilidad de sus suposiciones sin basarse en hechos específicos, Picknett continua, «es claro que esta mujer que ungió a Jesús era muy especial, una suma sacerdotisa de alguna antigua tradición pagana».

El desarrollo de María Magdalena como penitente se adaptaba a la necesidad de la Contrarreforma de enfatizar la penitencia y el mérito por encima de la complicada noción de la gracia.

Una escritora que está menos propensa a tomarse tales libertades es una ministra de la Reforma holandesa, Esther de Boer, aunque ella también llega a algunas conclusiones infundadas. No obstante, su libro, María Magdalena: Más allá del mito, es informativo de una manera realista. Esta autora señala que el desarrollo de María Magdalena como penitente se adaptaba a la necesidad de la Contrarreforma de enfatizar la penitencia y el mérito por encima de la complicada noción de la gracia iniciada por los protestantes.

De Boer sitúa a Magdalena en el contexto histórico y social de su época: las mujeres conocen los relatos de los Evangelios de una manera restringida debido al entorno social del siglo I en Judea. Ni la tradición judía ni la romana permitían que las mujeres fueran testigos y añade que los Evangelios ni siquiera se refieren a las mujeres como discípulos, excepto cuando son parte de un grupo que incluye a hombres.

De Boer no está interesada en las teorías conspirativas infundadas. «¿A qué conclusión llegaremos partiendo del hecho de que los evangelistas [en los Evangelios] nos dicen tan poco?», pregunta. «La respuesta más obvia sería que los evangelistas pensaron que ninguna otra información acerca de ella sería importante para la historia que querían contar respecto a la fe en Jesús».

Susan Haskins, autora de María Magdalena: Mito y Metáfora, sugiere que el apoyo económico que ciertas mujeres brindaban a Cristo, incluyendo a María Magdalena, indicaba que eran económicamente independientes y, por lo tanto, de edad madura. En cuanto a la creencia de que era una prostituta reformada, Haskins señala que ésta fue una idea conveniente en un entorno eclesiástico que consideraba el celibato como el estado humano ideal.

Haskins también discute la idea de que María Magdalena pudo haberse casado con Cristo. Esta teoría fue planteada en El enigma sagrado (1983) de Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln. Haskins describe el libro como «una de las manifestaciones más extrañas del interés popular tanto en la historia de Cristo como en la teoría conspirativa de finales del siglo XX». Los autores conjeturan que María se convirtió en el «santo grial» al dar a luz al hijo o hijos de Cristo y que después se fue a Francia, en donde se estableció la Dinastía Merovingia con la descendencia de la «pareja real». Luego surgió el Priorato de Sion para defender estos secretos, junto con supuestos documentos de los Caballeros Templarios. Estas ideas viciadas forman la base de algunos de los supuestos hechos presentados por Dan Brown en su libro El Código Da Vinci.

Haskins expone la idea de que María había vivido en Francia con una serie de historias ―muy contradictorias― que los monjes publicaron a través de los siglos. Con varios santuarios e iglesias compitiendo por el lucrativo negocio de la peregrinación, cada uno tenía un interés personal en asegurar que poseía los restos o reliquias de María.

Pero Haskins también se sube al tren de la transformación de Magdalena. María «ha aparecido muy detallada, reconstruida para su papel de discípula líder, apóstol de apóstoles y primer testigo de la resurrección de Cristo en el Nuevo Testamento», escribe. Aunque el Nuevo Testamento no dice nada acerca de los dos primeros supuestos roles.

LA RENOVACIÓN DE MARÍA

Es lamentable que los sistemas opositores de creencias, uno antiguo y otro moderno, hayan manipulado lo poco que sabemos de Magdalena para promover sus propias cuestiones religiosas y sociales. En el caso de la Iglesia Católica Romana, su representación negativa de María a través de los siglos es esencialmente un asunto del pasado; mientras tanto, los radicales feministas por fin cuentan con un personaje femenino al que pueden moldear a su imagen deseada. Al recurrir a escritos de origen incierto y al citarlos de manera muy selectiva, sin considerar el contexto, la han renovado para que se ajuste al movimiento revisionista, feminista y de la Nueva Era.

Por ejemplo, el relato acerca de Jesús besando a María en el Evangelio de Felipe se interpreta como prueba de una relación sexual o conyugal sin considerar el hecho de que el mismo evangelio habla con desdén acerca del sexo debido a que se trata de un acto físico. Por otro lado, en otros textos de Nag Hammadi se habla de los besos como una forma de saludo, al igual que en los escritos de los apóstoles Pablo y Pedro (Romanos 16:16; 1ª Pedro 5:14).

James Robinson, profesor emérito de la Claremont Graduate University, encabezó gran parte del trabajo de traducción e investigación de los textos de Nag Hammadi, por lo que conoce y entiende el contexto de los escritos. Comenta que «los Evangelios [gnósticos] posteriores no implican, y mucho menos revelan, ningún vínculo sexual con Jesús. La rehabilitación de María Magdalena en los tiempos modernos a su posición legítima como la muy leal discípula de Jesús, quien permaneció con él hasta el amargo final, no debería ser banalizada (o sujeta al sensacionalismo) al proyectar en ella lo que podrían ser no más que nuestras propias fantasías sexuales».

Entonces, ¿de qué manera debemos considerar a María de Magdala? En los Escritos Apostólicos leemos acerca de su presencia en los acontecimientos que rodearon la muerte y resurrección de Cristo para luego desaparecer de la escena simplemente porque ya no era una parte importante de los acontecimientos siguientes. En resumen, la María Magdalena de la Biblia es descrita como (ni más ni menos) una devota seguidora de Cristo.