Moralidad con M-Mayúscula

Thomas Jefferson describió las enseñanzas de Jesús expresadas en las páginas del Nuevo Testamento como «el código de normas de conducta más sublime y benevolente que jamás se le haya obsequiado al hombre». Esas enseñanzas se resumen en el Sermón de la Montaña, que, en palabras del finado columnista político del New York Times, William Safire, «sigue siendo el discurso más importante de la ley y la vida cristiana». Como vivir una vida moral de acuerdo a la ley de Dios es lo que Jesús demostró en palabras y hechos. Señalando a la fuente de este código, dijo, «Mi doctrina [enseñanza] no es mía, sino de aquel que me envió» (Juan 7:16), y «Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras… La palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió» (Juan 14:10, 24).

Este modo de establecer una moralidad habla de la existencia de principios externos a la humanidad y alcanzables solamente a través de revelación. Son las pautas morales del Padre, que, una vez que las conocemos, podemos aceptarlas o rechazarlas. Sin embargo, una cosa que no podemos hacer es crear esos principios morales por nosotros mismos, y mucho menos vivirlos sin la ayuda del Padre. Así que lo que Jesús declaró en este discurso de gran renombre es la base de cómo vivir una vida con principios a un nivel más profundo de lo que es normal para los seres humanos.

Un precursor importante al sermón fue el encuentro decisivo entre Jesús y Satanás. Ahí vemos la aplicación de un principio relacionado mientras Jesús refuta la primera frase de ataque del adversario: «Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Matthew 4:4).

Lo que Jesús continuó enseñando en los capítulos 5-7 fue la forma de vida que sus seguidores deberían vivir, a pesar de los desafíos que presenta el mundo que los rodea y de su propia naturaleza humana. Nuevamente la moralidad no es abstracta, filosófica, sino debe demostrarse en la vida diaria. La sección del comienzo (5:3–12) nos da una poderosa introducción a las características de una mente guiada por el Espíritu. Conocido como las Bienaventuranzas (bendiciones), detalla varias actitudes piadosas así como los beneficios que aportan: la humildad es un atributo clave para participar el reino de Dios; aquellos que sufren por sus fallas humanas recibirán consuelo divino; ser educable es un elemento esencial para la entrada en ese reino, aquellos profundamente deseosos de comida y bebida espiritual recibirán alimento; extender la misericordia hacia los demás traerá misericordia para nosotros mismos; integridad interior, la rectitud y la honestidad —cualidades de los de un espíritu puro—les dará acceso y cercanía a Dios; los pacificadores serán reconocidos como hijos de Dios; soportando persecución por la fe en Dios y la práctica de sus caminos traerá un lugar en su reino. Para resumir, lo que se requiere de un seguidor de Jesús es un estado mental que confirme humildad, arrepentimiento, fácil de educar, búsqueda de justicia, misericordia, integridad, apacibilidad, y paciencia durante persecución. Todas estas características están relacionadas a una perspectiva santa y a la seguridad de una relación correcta con el Padre.

Este fue el comienzo del discurso de Jesús a sus discípulos. Para más, lea la práctica aplicación del principio para la vida diaria en Mateo 5:13–7:29.