La Nueva Cultura Agraria

Muchos reconocen que la Biblia tiene un gran valor histórico y ofrece buenos consejos sobre las relaciones humanas, el comportamiento y los valores. Sin embargo, también es un libro sobre gobierno, economía, sostenibilidad y, en última instancia, patrimonio-todo esto relevante hoy en día.

La conexión de la humanidad a la tierra es primitiva: fuimos creados a partir del polvo de la tierra. Pero para la mayoría de nosotros en el mundo occidental del siglo 21, la conexión vital se ha convertido en tenue a lo más. ¿Estamos destinados a crecer cada vez más alejados de nuestras raíces agrarias?

Los seres humanos somos el pináculo de la creación de Dios a pesar de haber sido creados después de todas las otras formas de vida que ocupan la tierra. Del hombre y la mujer, el Creador dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza» (Génesis 1:26, Reina-Valera 1960).

De entre la creación, la humanidad tenía que cumplir un objetivo especial. Teníamos que llegar a ser como nuestro Creador y trabajar para formar una familia piadosa. Las instrucciones dadas al primer hombre fueron bastante claras: «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra» (Génesis 1:28). Se trataba de algo más que poblar la tierra, trabajar la tierra y el ejercer una posición dominante sobre los animales. El Creador esperaba que la gente enseñara a sus hijos a vivir de acuerdo a Sus valores en una relación con todo lo que había sido creado. Nuestra función consistía en ejercer mayordomía sobre y dentro de la creación de Dios.

«Hemos comprado sin condición alguna el dicho de los economistas, de que la competencia y la innovación resolvería todos los problemas, y que finalmente llevaríamos acabo una carrera final tecnológica en torno a la realidad biológica y la condición humana».

Wendell Berry, «Nature as Measure» en Bringing It to the Table: Farming and Food (2009)

Si la tierra está para sostener a una población cada vez mayor, entonces la mayordomía requiere de métodos y prácticas diseñadas para permitir que la tierra descanse y se regenere. El hombre tendrá que practicar lo que llamamos hoy en día una agricultura sustentable―una agricultura que no dañe el suelo u otros elementos del ecosistema y sus procedimientos.

Así que Dios colocó a los primeros humanos en un entorno perfecto para proporcionarles un ejemplo de lo que su mayordomía debería producir: «Entonces el Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto de Edén, para que labrara y lo guardase» (Génesis 2:15). Labrar y guardar son verbos asociados con la idea de guardar y servir. El jardín del Edén era el prototipo del entorno en el que Dios quería que todos los seres humanos vivieran. La gente se casara, los niños nacieran, y las familias se multiplicaran de acuerdo a las instrucciones de Dios. La tierra se convirtió en el fundamento sobre el cual se formaría la familia. Produciría y sustentaría vida si el hombre lo labrase y lo guardase.

Sin embargo, había algo más en esta relación que un mutuo sustento de vida. Su propósito consistía en demostrar que nuestro Creador, quien es dueño de la tierra (Salmo 89:11), estaba preparando una herencia para su familia, para aquellos que a través de la obediencia a Él demostraran su deseo de heredar. Nuestro entendimiento de esto se desarrolla a partir de la de que Dios eligió a Abraham, como los cimientos de una nación que habría de vivir como Su pueblo en esta tierra y demostrar con su ejemplo que Sus valores en el gobierno y la economía producen paz y prosperidad. La tierra era la base de esa economía. Una confianza implícita en Él, no solamente como una deidad, sino también como su Padre, debía ser la base del gobierno de esa nación.

Abraham era el patriarca de esa gran nación. Fue llamado a convertirse en su padre, porque Dios confiaba en él para hacer lo que Adán y Eva habían fallado en hacer: enseñar a Sus hijos a valorar la creación y a prepararse para heredar lo que Él quería darles (Génesis 26:3-5). Después de que Adán y Eva fracasaron en su misión, la humanidad eventualmente quedó bajo juicio en la forma de un diluvio. Y después del diluvio, cuando los humanos comenzaron a repoblar la tierra, se hizo evidente que simplemente no habrían de ser gobernados por su Creador. En lugar de esparcirse sobre la faz de la tierra de acuerdo a las instrucciones de Dios, en un esfuerzo reminiscente al de sus padres Adán y Eva, construyeron Babel―la sede de la autonomía humana en la tierra. Este fue el segundo rechazo al plan del Creador para establecer su gobierno sobre la tierra. Una vez más Dios ejecutó juicio en contra de la humanidad. En esta ocasión, dividió su lenguaje y lo cual les obligó a dispersarse sobre la faz de la tierra.

La Simiente de Abraham

Pasaron siglos antes de que los hijos de Abraham heredaran la promesa hecha a su antepasado: «Y el Señor dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos y mira desde el lugar donde estás hacia el norte, y al sur, y al oriente, y el occidente. Porque toda la tierra que ves te la daré a ti ya tu descendencia para siempre»(Génesis 13:14-15). Más tarde, Dios reiteró una anterior promesa: «A tu descendencia daré esta tierra»(Génesis 15:18). Más cuando los hijos de Abraham se establecieron como nación, les fue dado más que puros bienes inmuebles. Se les fue dada una constitución que consistía en la única ley capaz de producir y mantener la paz verdadera: los Diez Mandamientos. El Creador, su Padre, también les dio leyes para regir las relaciones humanas, su relación con él, y su trato con la tierra. Se convirtieron en la antigua nación de Israel, y su hogar fue la Tierra Prometida, centrada al oeste del río Jordán, en lo que se conocía entonces como Canaán.

Cuando establecieron su residencia permanente, Dios les impartió quizá la más importante regulación sobre el uso de la tierra: la ley sobre la herencia. Cada tribu y cada familia dentro de dicha tribu recibiría una heredad de tierra, ya que, como Moisés les dijo: «Porque el Señor te bendecirá con abundancia en la tierra que el Señor tu Dios te da por heredad para que la tome por posesión» (Deuteronomio 15:4).

Dios fue fiel a sus promesas. Después que los israelitas hubieron cruzado el río y tomado posesión de la tierra, la Biblia narra de Josué el sucesor de Moisés, «Y envió al pueblo, cada uno a su posesión» (Josué 24:28). La nación estaba económica y culturalmente basada en la tierra con dos economías fundamentales: la ganadería o el pastoreo y la agricultura. La tierra pertenecía a Dios, y los hijos de Israel eran los consignatarios, obligados por el pacto de administrar su economía de acuerdo a las restricciones impuestas por el propietario. Había instrucciones de dejar «descansar» la tierra por un año de cada siete años y sobre las ramificaciones de hacerlo. Existían leyes en materia a la compra y venta de tierras utilizando el financiamiento de la deuda. Había leyes que restringían la venta y la transferencia o la enajenación de la tierra. La tierra era central para la función de la nación. De esta manera, la nación de Israel se convertiría en el modelo operativo de la enseñanza original de Dios para «sojuzgar y señorear» la tierra―todo diseñado para ilustrar un punto mucho más grande sobre una herencia mucho grande, que el Creador con la intención de proveer a su familia humana.

Desafortunadamente la antigua nación de Israel falló en su misión, al igual que Adán y Eva y aquellos que vivieron después del diluvio quienes también habían fracasado. La nación abandonó sus obligaciones contractuales para con Dios, y después que las personas durante muchos años no hicieron caso a un sinnúmero de advertencias de cambiar, una nación enemiga los conquistó y fueron llevados en cautiverio. Perdieron su identidad, y el modelo a imitar diseñado a la manera de Dios basado en una vida agraria, dejó de existir.

Un Modelo para el Futuro

Sin embargo, la historia no termina allí. Dios planea llevar a cabo un sistema de gobierno que producirá paz por toda la eternidad. Así como Él entiende la importancia de un nivel de prosperidad que elimine el flagelo que proviene de la pobreza absoluta, establecerá también un sistema de comercio y economía que beneficiará a los pueblos de todas las naciones. Esta ha sido su intención desde un principio, y seguirá con su propósito hasta que se cumpla.

«Nuestras hipótesis económicas presentes están fallando en la agricultura, y para aquellos que tienen ojos para ver la evidencia por todas partes, en las ciudades, así como en el campo… Si la agricultura debe permancer produciendo, debe entonces preservarse la tierra, la fertilidad y la salud ecológica de la misma».

Wendell Berry, «Nature as Measure» en Bringing It to the Table: Farming and Food (2009)

Uno de los temas principales a través de la Biblia, particularmente subrayado por muchos de los profetas, es el de la restitución y la reconciliación. El modelo de trabajo volverá a ser activado, restaurado, en un tiempo futuro. Hablando de su pueblo, Dios dice de este tiempo futuro, «yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestra país. … Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo y yo seré a vosotros por Dios» (Ezequiel 36:24, 28).

Está claro que Dios tiene la intención de enseñar a los pueblos de todas las naciones acerca de su plan para sus vidas. Utilizando su modelo basado en la tierra para la sociedad, construirá una sociedad ideal. Ezequiel continúa: «Y andarán en mis preceptos, y mis estatutos guardarán y los pondrán por obra. Habitarán en la tierra que di a mi siervo Jacob, en la cual habitaron vuestros padres; en ella habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos, para siempre» (Ezequiel 37:24-25). El restablecimiento de la herencia de la tierra será una vez más el elemento central para la organización nacional y familiar. A medida que es llevado a cabo por esta nación, se convertirá en la norma que será adoptada por todas las naciones a través del tiempo, porque Dios le dijo Abraham que a través de él bendeciría a todas las naciones. Abraham es, después de todo, el progenitor de un amplio espectro de pueblos y como el «padre de todos los creyentes», su alcance abarca a todos los que buscan ser incluidos en las bendiciones ofrecidas a sus descendientes.

De Adán hasta Abraham y más allá, una economía basada en la tierra es consistente con la manera en que Dios pretende que vivamos. Son los medios por los cuales podemos entender a la humanidad y su potencial aún mayor dentro de la familia de Dios. Se aproxima un nuevo sistema de gobierno. Bajo la dirección de Cristo, toda la tierra estará unida en un solo sistema de gobierno basado en la tierra, el comercio y la economía. Como el salmista lo declaró, «Del Señor es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan»; y mas delante, «Pero los mansos heredarán la tierra, Y se recrearán con abundancia de paz» (Salmos 24:1; 37:11).

Una cultura agraria, bajo la guía de Dios, en última instancia traerá a la humanidad al conocimiento del gran Creador, su plan y propósito de haber creado al ser humano.