Apocalipsis: ¿Hoy, Mañana o Nunca?

¿Cuál es el valor del Libro de Apocalipsis? ¿Acaso predice el catastrófico final del mundo? ¿Se trata de un registro histórico de acontecimientos ocurridos mucho tiempo atrás, o quizás es una llamada a la responsabilidad moral? ¿O debería ser leído simplemente como literatura del siglo primero dirigida a una audiencia de aquella época?

El Apocalipsis, o el Libro de la Revelación, es un misterio para la mayoría de las personas que se toman el tiempo de leerlo. Lleno de extrañas visiones, sangre y humo, aterrorizantes guerras, horripilantes bestias y despreciables gobernantes, parece la lectura de una de las peores pesadillas. Fue escrito por un hombre llamado Juan como resultado de sus extraordinarias experiencias durante su estancia en prisión en la isla romana de Patmos, cerca de la costa de lo que hoy conocemos como Turquía occidental.

El término griego apokalypsis, del cual deriva el título del libro, significa «la revelación» o «el develamiento», en este caso, de cosas por venir; sin embargo, las reacciones de la mayoría de las personas sugieren que, lejos de revelar el futuro, el contenido del libro continúa siendo poco entendido. La única excepción concierne a la masiva confrontación entre Dios y la humanidad que no se arrepiente cerca del final de «la era actual». Así, el término apocalipsis ha desarrollado los diferentes significados de «catástrofe incontenible», «cataclismo» o incluso «Armagedón».

Quizá haya una buena razón para esta falta generalizada de claridad, algo que abarcaremos conforme vayamos avanzando.

«Se supone que quienes guardan lo que está escrito en este libro serán bendecidos; y, sin embargo, nadie sabe en qué consiste guardarlo. Eso equivale a no tener siquiera el libro».

Martín Lutero, «Prefacio al Apocalipsis de San Juan» (1522)

En el prefacio de las primeras ediciones de la traducción del Nuevo Testamento de Martín Lutero el reformador expresó del Libro de la Revelación: «Dejemos que todos piensen en él como su propio espíritu les instruya». Lutero juzgó el registro de las visiones de Juan como «ni apostólicas ni proféticas» —aunque, con el paso del tiempo, se formó un punto de vista diferente—. El especialista bíblico, J.B. Phillips, expresó recelos similares y escribió en la introducción a su versión del siglo XX: «Me vi naturalmente tentado a omitir del todo este libro de mi traducción», y señaló que esto es lo que había decidido hacer Juan Calvino en su comentario al Nuevo Testamento.

¿Futuro Imperfecto?

Martín Lucero, Juan Calvino y J.B. Phillips no fueron los únicos que tuvieron dificultades con el Libro de Apocalipsis. Incluso la Iglesia Católica Romana ha expresado su preocupación respecto al valor del texto al hablar del futuro. De acuerdo con la revista Times Online (5 de octubre de 2005), «los obispos católicos de Inglaterra, Gales y Escocia advierten a sus cinco millones de fieles, así como a muchos otros dados al estudio de las Escrituras, que no deberían esperar una “precisión total” de la Biblia.

«“No debemos esperar encontrar en las Escrituras una exactitud científica total o una precisión histórica completa’ señalaron en The Gift of Scripture [El Regalo de las Escrituras]”.

«…Refutan las profecías apocalípticas del Libro de la Revelación, el último libro de la Biblia cristiana, en el cual el escritor describe la obra del Jesús resucitado, la muerte de la Bestia y la boda del Cordero de Dios».

«El obispo señala que: “Dicho lenguaje simbólico debe ser respetado por lo que es y no interpretarse literalmente. No debemos esperar descubrir en este libro los detalles acerca del fin del mundo, acerca de cuántos serán salvados o de cuándo llegará el fin”».

No todos se han sentido así. De acuerdo con Judith Kovacs y Christopher Rowland, quienes han estudiado la «historia de la aceptación» del libro durante los últimos 2,000 años, las personas que han tratado de entender el Libro de la Revelación han optado por uno de dos enfoques: visualizarlo como un mensaje codificado acerca de la historia de los últimos días de la humanidad (en los que consideraban que vivían), o como una serie de exhortaciones para llevar una vida moral en el ámbito político, eclesiástico o personal. También ha habido quienes lo consideraron como un libro simplemente interesante desde una perspectiva histórica. En este artículo analizaremos los tres enfoques.

TRES PUNTOS DE VISTA

Harry Maier es un docto canadiense de origen alemán cuyos padres luteranos huyeron de la Europa Oriental ocupada por los soviéticos después de la Segunda Guerra Mundial y que durante su niñez escuchó con regularidad a sus padres marcar sus recientes experiencias en términos apocalípticos. Así, en su libro, Apocalypse Recalled (2002), intenta mostrar la importancia de Libro de la Revelación para la era moderna más que enfocarse en el final de la historia de la humanidad.

En una reciente entrevista con Visión, Maier comentó: «¿Cómo deben considerar al Libro de la Revelación los miembros de las comunidades cristianas que lo leen? ¿Como una especie de “dulce porvenir”? ¿Como los últimos siete años de la historia, en los que habrá tribulación y luego Jesús nos rescatará de todo lo malo que estará por venir? ¿O como una llamada a vivir, cual fiel testigo, con una generosidad a manos llenas, el aquí y ahora? Éstas son lecturas muy diferentes y hacen toda una diferencia en el mundo en cuanto al tipo de comunidad religiosa en la cual vivimos, lo que esperamos de nuestra nación-estado, lo que esperamos de nuestro gobierno, cómo seremos ciudadanos del mundo».

Maier evita el enfoque pesimista de los fundamentalistas que se concentran sólo en el catastrófico final de la sociedad humana, y adopta el segundo de los enfoques de Kovacs y Rowland, enfatizando la invitación a actuar en el presente.

Un punto de vista similar proviene del catedrático en el Nuevo Testamento, Craig Evans, para quien el Apocalipsis es, principalmente, una llamada a la responsabilidad y receptividad cristianas. Al reflexionar sobre los mensajes del libro para las siete congregaciones de Asia Menor durante el siglo primero señala que «La iglesia dará testimonio. Se trata de llevar una vida cristiana con integridad, de no conformarse al mundo pagano en el que nos encontramos, ni de volverse insensibles, superficiales e indiferentes. El mensaje es tan aplicable hoy en día como lo fue en cualquier otra época».

Al igual que Maier, Evans no es muy afecto al enfoque del «final de los tiempos» y comentó a Visión que «La gente acepta el tipo de interpretación que a mí no me gusta, pues involucra el tomar pasajes de la Biblia y compararlos con los encabezados de los periódicos tratando de obtener inferencias acerca de la escatología. Para mí eso es algo insensato e irresponsable, y aunque parece satisfacer muchas de las necesidades de muchos cristianos, en especial en Occidente, para mí es francamente deplorable».

David Frankfurter es un profesor en estudios religiosos que representa al tercer enfoque. Él está interesado en el Libro de la Revelación desde una perspectiva distinta: «Creo que es muy importante como literatura histórica y pienso que ha tenido un tremendo impacto en la historia del arte, de la literatura, de la cultura… Y por eso considero que debe ser estudiado. No estaría muy convencido de hablar de él como con un mensaje útil, ya sea para las personas que se encuentran en dificultades en este mundo o para quienes esperan un mundo mejor, porque la violencia que involucra —en contra, no de los opresores, sino de quienes son inmundos conforme a este texto— es bastante extrema».

De cualquier manera, una lectura completa del Apocalipsis no evita el llegar a la conclusión de que, aunque hay un cierto llamado a la responsabilidad moral, también contiene un final catastrófico claramente definido para la maldad humana. Lo que Kovacs y Rowland han determinado como enfoques en la historia de la aceptación del Apocalipsis no son las únicas formas de leer el libro. Ni tampoco el punto de vista puramente histórico de Frankfurter es la única alternativa. Podemos tener los tres enfoques, sin conllevar los riesgos del fundamentalismo.

¿ESCRITO PARA QUIÉN?

Una lectura muy cuidadosa del Libro de Apocalipsis —dejando hablar al texto, más que incorporando a él nuestras ideas— arroja respuestas a las inquietudes de muchos respecto al posible impacto del libro en los desprevenidos y también explica por qué ha sido tan mal entendido a pesar del significado literal de su título: «revelamiento».

El libro comienza hablando del origen de su contenido, de su autor y de su objetivo: «La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto» (Apocalipsis 1:1–2).

Dios el Padre dio a Jesús el mensaje acerca de los acontecimientos futuros quien, a su vez, lo transmitió a uno de sus seguidores, Juan, por medio de un ángel y a través de visiones, de manera que los siervos de Dios tuvieran un conocimiento previo de lo que habría de suceder al final de la historia de la humanidad. La primera parte del libro también contiene información importante para los seguidores de Jesús con respecto a cómo debían responder a su entorno social a la luz de lo que había de venir. Juan debía anotar todo lo que viera y escuchara, y enviarlo en forma de una extensa carta a las siete congregaciones en Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea (Apocalipsis 1:11).

¿Por qué siete? ¿Acaso no había más iglesias en la región? Maier señala que «el siete es un número sagrado… y un número completo. Dios creó al mundo en siete días y ésa es la razón. Pudo haber habido muchas más iglesias que escucharan del Libro de la Revelación, pero Juan desde un principio introdujo deliberadamente un esquema numerológico».

En la literatura bíblica el siete significa una totalidad o un todo completo. El libro de Apocalipsis tiene muchos patrones con el siete: siete estrellas, siete ángeles, siete candeleros, siete sellos, siete trompetas, siete cabezas, siete coronas, siete copas y siete últimas plagas. Las siete congregaciones representan a toda la iglesia. Cada una recibió un mensaje específico, pero cada mensaje debía ser leído por las siete congregaciones en el contexto de todo el libro. Como Juan registró siete veces: «El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias» (Apocalipsis 2 y 3).

Como el versículo de inicio del libro señala claramente, la audiencia inicial del libro Apocalipsis estaba limitada a los siervos de Dios; no era un mensaje público. Por supuesto, en la actualidad es público en el sentido de que aparece en millones de Biblias en cientos de idiomas y dialectos, pero eso no necesariamente significa que sea entendido por un grupo mayor que el original. De hecho, como hemos visto, su aceptación a lo largo de la historia nos dice lo contrario. A pesar de su amplia disponibilidad, es poco entendido por la mayoría.

El motivo se encuentra intrínseco en una verdad bíblica rara vez analizada: la mayoría de las personas no entenderán el propósito o el plan de Dios ni responderán positivamente a Él en esta vida. De hecho, la reacción tan negativa de la mayor parte de la humanidad es, en sí, parte de la historia que revela el libro del Apocalipsis.

UN CONOCIMIENTO OCULTO

La falta general de entendimiento acerca del Apocalipsis encuentra un paralelo en el Evangelio de Mateo. Durante su ministerio, Jesús enseñó con frecuencia empleando parábolas y Mateo registra una serie de tales analogías acerca del Reino de los Cielos. A menudo se piensa que Jesús hablaba de esta manera al público para aclarar su mensaje, pero eso no es lo que muestra Mateo.

Tras escuchar a Jesús hablar públicamente de la parábola del sembrador, sus discípulos le preguntaron: «¿Por qué les hablas por parábolas? Él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del Reino de los Cielos; mas a ellos no les es dado» (Mateo 13:10–11).

La palabra misterios se traduce del griego musterion, que significa «la exhortación no manifestada o privada de Dios, el secreto (de Dios), los pensamientos, planes y bendiciones secretas de Dios… que están ocultos a la razón humana, así como a toda comprensión por debajo del nivel divino, y que esperan su total realización o revelación en quienes debe ocurrir» (W.F. Arndt, F.W. Danker, W. Bauer, A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature [Léxico Griego-Inglés del Nuevo Testamento y Otra Literatura Cristiana Primitiva], 2000).

La comunidad original del pueblo escogido por Dios (en griego ekklesia), o de la iglesia fundada por Jesucristo, comprendía tal grupo. Eran iluminados y basaban sus creencias en un entendimiento del papel de Jesús en el cumplimiento de las profecías mesiánicas encontradas en las Escrituras Hebreas. Además, seguían una forma de vida basada en esas mismas Escrituras antiguas. Sin embargo, no consistían en grandes números: después de tres años y medio del ministerio de Jesús, justo antes de la fundación de la iglesia del Nuevo Testamento en el Día de Pentecostés, había sólo 120 discípulos (Hechos 1:15). Sus números pronto se incrementaron, pero la mayoría de los que habían escuchado su mensaje no se les unió, pues no habían sido llamados a entenderlo.

Como Jesús lo explicó a sus discípulos en privado respecto a la parábola del sembrador: «Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden» (Mateo 13:13).

Los discípulos se encontraban en una categoría diferente: «Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron» (Mateo 13:16–17).

CONTEXTO, CONTEXTO Y MÁS CONTEXTO

La comunidad de seguidores de Jesús continuó con las creencias y prácticas religiosas del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, bajo un nuevo entendimiento gracias al poder del Espíritu Santo. Ellos sabían que las Escrituras Hebreas eran un todo unificado; así, cuando las iglesias leyeron más tarde la descripción de Juan respecto al trono de Dios (Apocalipsis 4), debieron recordar una visión similar de Ezequiel (Ezequiel 1). Para ellos, las Escrituras Hebreas y los libros del Nuevo Testamento que les siguieron representaban prácticas y creencias relacionadas.

La única forma en que los escogidos podían entender el Apocalipsis era a través del Espíritu Santo y del reconocimiento de que su contexto es el resto de las Escrituras. Cuando la Biblia se lee holísticamente el mensaje del Libro de la Revelación es consistente con sus demás partes. Esto significa que, en particular, Ezequiel, Daniel, Zacarías, Jesús, Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Pablo, Santiago, Pedro y Judas realizan una aportación positiva y conjunta al marco de este libro.

«El uso de Juan de alusiones al Antiguo Testamento… es la clave para desentrañar el significado de las muchas y oscuras metáforas del Apocalipsis».

G.K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text, Tapa Frontal (1999)

Ezequiel no sólo escribe acerca del trono de Dios, sino que, en los capítulos posteriores de su profecía, también habla del establecimiento de su Reino en la tierra. Esto también encuentra símiles en los capítulos finales del Libro de la Revelación.

Las visiones de Daniel, en donde diversos imperios que han regido el Medio Oriente están representados por la estatua de un hombre y por diversos animales (consulte Daniel 2, 7 y 8), encuentran su paralelo en la visión de Juan de las bestias compuestas en Apocalipsis 13 y 17.

Los cuatro bien conocidos Jinetes del Apocalipsis (Apocalipsis 6) nos recuerdan la descripción del profeta Zacarías de cuatro caballos similares (Zacarías 1 y 6).

Cuando los discípulos de Jesús le preguntaron en privado acerca del fin de la sociedad humana como la conocemos, Él respondió a sus preguntas en parte con una referencia al libro de Daniel y a acontecimientos específicos en Medio Oriente (Mateo 24:15). También mencionó su regreso en el tipo de lenguaje que encontramos en Apocalipsis 19.

El apóstol Pablo escribió acerca de la segunda venida de Cristo en cada una de sus cartas dirigidas a una serie de siete iglesias locales o regionales: Tesalónica, Corinto, Galacia, Roma, Colosas, Éfeso y Filipos. De igual manera, en sus cartas personales a los pequeños grupos de creyentes bajo su cuidado, Santiago, Pedro y Judas escribieron acerca del gran acontecimiento futuro que eclipsaría a la «era actual».

UN LIBRO PARA AYER Y HOY

Para las siete congregaciones en Asia Menor al término del siglo primero todo esto constituía un telón de fondo para el registro del Libro de la Revelación respecto a los acontecimientos al final de los tiempos, pero si un lector moderno está resuelto a caracterizar al Nuevo Testamento como escrito por hombres con diversos puntos de vista y con diferencias entre sí, entonces se pierde esta perspectiva acumulativa.

Es claro que muchas partes de la Biblia están interrelacionadas y son consistentes entre sí. Cuando unimos los puntos se torna obvio que un día Dios intervendrá para resolver los problemas de la humanidad. Al principio vimos, hablando en términos generales, que los lectores han adoptado uno de dos enfoques con respecto al libro. Harry Maier es uno de los que aceptan la postura de que el actuar en el presente es la respuesta apropiada a los temas del libro, más que la creencia de que el final del mundo se encuentra a la vuelta de la esquina.

A él le preocupan el imperialismo moderno, los peligros de la globalización y el deseo de toda nación de obtener una mayor parte en la repartición económica. Para él, el desenfrenado materialismo ocasionado por la paz y la prosperidad romanas —el contexto del siglo primero del escrito de Juan—se ha reproducido en el siglo XXI; en otras palabras, considera que el problema actual es el estilo de vida promovido por la Paz Estadounidense, mientras que Juan vivía a la sombra de la Paz Romana. Aunque Maier no considera que el Libro de la Revelación trata del fin del mundo, reconoce que podríamos provocar nuestra perdición debido a nuestra conducta avariciosa e irresponsable en los ámbitos político, económico y ambiental: «Este modo de pensar está predestinado al fracaso para todos; está condenado a la destrucción general. Por tanto, el Libro de la Revelación en realidad nos invita a imaginar algo distinto».

Esa manera diferente de ver la vida incluye el revalorar la larga lista de bienes comerciales del mundo que encontramos en el capítulo 18, la cual incluye no sólo alimentos y bebidas, sino también metales preciosos, muebles y accesorios costosos, gemas, telas, perfumes y la misma explotación problemática de los «esclavos [y] almas de hombres» (Apocalipsis 18:11–13). Le pregunté a Maier qué hizo de esta lista del siglo primero a la luz de la búsqueda contemporánea de la globalización y de la descripción del colapso del sistema que encontramos en el Libro de la Revelación, a lo cual contestó: «El pasaje [es] casi una obra burlesca de las mercancías más costosas que podamos imaginar. La gente obviamente está obteniendo una enorme ganancia de esto y ahora experimenta todas las pérdidas que acompañan a la frustración de todas sus esperanzas y sueños. El Libro de la Revelación es y siempre ha sido un gran consuelo para quienes son víctimas de la marginación; sin embargo, para quienes se encuentran en la cima, tiene el propósito de ser un libro bastante desconcertante. Para aquéllos de nosotros que vivimos en abundancia, con una gran riqueza material, nos invita a preguntarnos en dónde se encuentra nuestra lealtad. ¿A quién pertenecemos? ¿De qué somos testigos fieles? Y, después de todo, ¿por qué estaríamos dispuestos a dar nuestra vida? Ésa es la cuestión».

Aunque no podemos saber con exactitud cuándo llegará el fin de la era actual del autogobierno de la humanidad, ni el momento preciso de la segunda venida de Jesucristo, el Apocalipsis sí devela el tipo de mundo que precederá a su regreso. También enseña a quienes estén dispuestos a escuchar cómo debemos distanciarnos del modo de vivir de los hombres —el «gobierno de César»— y a anticiparnos, con nuestro estilo de vida, a la próxima soberanía de Dios y de su Hijo.