Los Desventurados Dioses de Egipto

«En el libro del Éxodo, Yahvé demuestra que los dioses de Egipto—El poder político y militar más grande de su tiempo—eran insignificancias vacías».

Douglas Stuart, «Exodus, Book of» en Lexham Bible Dictionary («Libro del Éxodo» en el Diccionario Bíblico Lexam)

Los egipcios adoraban a miles de dioses, si bien sólo alrededor de 1500 son conocidos por su nombre. Los antepasados hebreos del pueblo de Israel, por su parte, conocían un solo Dios. Debido a este contraste, durante el preludio del Éxodo sus descendientes esclavizados en Egipto fueron testigos del poder del Dios único y verdadero sobre cualquier otro.

La delimitación de los dioses y diosas de Egipto como ídolos, significaba que Israel se distinguiría de las demás naciones con respecto a quién iban a adorar. Finalmente, una vez que llegaran al Monte Sinaí en su viaje desde Egipto a la tierra prometida, irían a recibir los Diez Mandamientos en forma codificada, dos de los cuales hacen referencia a los demás dioses. El Primer Mandamiento habla de la exclusiva relación entre Dios y su pueblo: «No tendrás dioses ajenos delante de mí» (Éxodo 20:3). Esto prohíbe una relación con cualquier otro (extranjero) dios. El Segundo Mandamiento rige contra la creación o adoración de representaciones de dichos «dioses», ya sea que su origen sea terrestre, del mar o del firmamento (versículos 4–5). Los israelitas no habrían de crear ni postrarse ante tales imágenes o ídolos.

Si bien la idea de la idolatría debió ser ajena a ellos al momento del Éxodo, habían vivido durante siglos dentro de la sociedad egipcia, rodeados de múltiples deidades. ¿Es por esto por lo que poco después de haber salido de Egipto, bajo la mano de Dios, que fácilmente indujeron a Aarón a forjarles un ídolo de metal? Durante la ausencia de Moisés por cerca de seis semanas mientras recibía los Diez Mandamientos, se nos dice que «el pueblo se ha corrompido. … Se han hecho un becerro de oro fundido, y lo están adorando» (Éxodo 32:7–8, Versión RVC). A pesar de que un festival dedicado a Yahvé subsiguió al forjamiento del «becerro de fundido» (versículos 4–5, RVC), ¿fue la familiaridad del pueblo con las deidades egipcias lo que promovió este repentino decaer?

«[Los Egipcios] creían en muchos dioses diferentes… y ese exclusivismo de religión fue absurdo; la persona inteligente trataba de entender y beneficiarse de todas las adoraciones que pudiera regentar de los muchos dioses que pudiera conocer».

Douglas Stuart, «Exodus, Book of» en Lexham Bible Dictionary

Debido a que gran parte de la naturaleza es una manifestación de lo divino, quizá fue inevitable la multitud de dioses dentro de la sociedad pagana de Egipto. Sin embargo, de acuerdo al Dios creador, la dependencia en objetos de adoración que son copias del mundo creado, es una búsqueda inútil. Al momento de la liberación de los hijos de Israel, Yahvé dejó en claro la diferencia entre la adoración de lo creado y el Creador. Al traer la décima plaga final, Dios dijo, «Dictaré sentencia contra todos los dioses de Egipto: Yo el Señor» (Éxodo 12:12).

En vista de cuál de los dioses egipcios conocidos puede relacionarse con cada una de las plagas, podemos empezar a entender cómo se llevó a cabo el juicio de Dios. Fue la creencia de los egipcios en la existencia de sus dioses lo que sería un desafiado. El hecho de que los dioses no pudieron afectar ningún cambio en el curso de ninguna de las plagas, demostraría que eran deidades inexistentes y que Dios es el Único fiel a su palabra: «Yo, el SEÑOR».

1. Agua Vuelta en Sangre (Éxodo 7:14–25)

La importancia central del Nilo para la vida y la prosperidad de Egipto explica el comentario del antiguo historiador Heródoto, «Egipto es el regalo del Nilo». A varios dioses se les asociaba con el rio: A Hapy se le reconocía ser el divino poder del rio; Jnum era el guardián del origen del Nilo; y Osiris era responsable del desbordamiento anual que traía suelo fértil. Otros dioses estaban asociados con los peces y cocodrilos del rio. Aunque los magos de Faraón podían producir en el agua un efecto semejante a la sangre, por medio de Su intervención el Dios de los hebreos señaló la inferioridad esos dioses.

2. Ranas (Éxodo 8:1–15)

La diosa Heket, consorte de Jnum, representada ya sea como una rana o como una mujer con cabeza de rana. A esta se le asociaba con la formación de la criatura en el vientre, estaba presente con las parteras durante el nacimiento y la fertilidad. Una vez más, no pudo hacer nada para impedir la plaga.

3. Piojos (Éxodo 8:16–19)

La palabra hebrea kinnim se traduce de varias formas «piojos», «mosquitos». Geb (o Seb) era el dios de la tierra; el hecho de que «el polvo de la tierra» fue convertido en innumerables insectos molestos fue una gran vergüenza para él, sin embargo, este fue incapaz de revertir la plaga. Inclusive los sacerdotes se vieron afectados: la escrupulosa limpieza—frecuente lavado así como el afeitado del cuerpo de todo el vello para evitar precisamente este tipo de plaga—era un requisito previo para el desempeño de sus deberes sacerdotales, mas todo fue en vano. Tan así que ni siquiera podían entrar en los templos y suplicar a sus dioses para poner fin a la infestación.

4. Moscas (Éxodo 8:20–32)

Debido a que la palabra hebrea arov sólo aparece aquí en las Escrituras, la naturaleza de esta plaga es incierta. Puede significar «mezcla», y se cree por algunos que indica un enjambre de moscas —posiblemente el ántrax portador de moscas que muerden encontradas en las regiones subtropicales. Si esto es correcto, podría explicar por qué los israelitas en el clima mediterráneo de la tierra de Gosén no fueron afectados. Ciertamente los dioses egipcios no tenían poder para controlar a los nocivos enjambres.

5. Muerte del Ganado (Éxodo 9:1–7)

Por lo menos cuatro dioses estaban relacionados con los animales domésticos: el toro Apis del dios Ptah; Merur, toro sagrado del dios Ra; la diosa con cabeza de vaca Hathor; y Khnum, el dios carnero. Nadie pudo detener la destrucción del ganado de Egipto por una enfermedad infecciosa o pestilencia.

6. Ulceras (Éxodo 9:8–12)

La diosa con cabeza de leona Sejmet era a la vez la causa y la protectora de las epidemias, e Imhotep era el dios de la medicina. La diosa más importante de Egipto, Isis, se le reverenciaba por su poder mágico para proteger y sanar. Sin embargo, la prevención de la infección y la promoción de la sanación no sucedieron con esta plaga.

7. Granizo (Éxodo 9:13–35)

Shu y Nut eran el dios del aire y la diosa del cielo; ni ellos ni el dios y las diosas vinculados con la agricultura, Osiris e Isis, pudieron proteger a los cultivos maduros de la destrucción que cayó sin control a través de la atmósfera.

8. Langostas (Éxodo 10:1–20)

Del mismo modo, Osiris e Isis fueron incapaces de dar marcha atrás a las langostas que asolaban devorando lo que quedaba en el campo después del granizo devastador.

9. Tinieblas (Éxodo 10:21–29)

Varios dioses del sol estaban conectados con esta plaga: Ra, Khepre, Harakhte, Atón, Horus y Atum. El dios de la luna, Thoth, y el cielo y las deidades del aire, Nut y Shu, estaban todos implicados en el fracaso de poner fin a tres días de oscuridad.

10. Muerte de los Primogénitos (Éxodo 11:1–10; 12:29–30)

Min, el dios de la procreación; Isis, la gran diosa madre, una sanadora y protectora, aparentemente capaz de traer los muertos a la vida; la diosa del parto Hathor ; y el toro sagrado Apis, el cual la mitología sugiere era en sí mismo un primogénito—ninguno pudo evitar la muerte general de los seres humanos y los animales primogénitos. Aunque el propio Faraón era considerado divino, su hogar no se salvó: su primogénito murió también.

 

El recuerdo de Israel entre la conexión de las plagas de Egipto y la idolatría fue muy corto. Como se ha señalado ya, pronto se fabricaron un becerro de oro. Es interesante que Dios les trajo una plaga por haberlo hecho (véase Éxodo 32:35).

Cuando el autor del libro de los Hebreos reflexionó en la salida de Moisés de Egipto en el Éxodo, observó que su fe estaba puesta en el Dios invisible. Esto estaba en contraste con los dioses visibles de Egipto, cuyos templos, estatuas y pinturas estaban por todas partes. Sin embargo, esos dioses habían logrado nada por sus seguidores.

El problema de adorar y servir a la creatura en lugar del Creador es un problema universal humano. Los dioses y diosas de Egipto porfiaron mucho después de que Israel dejara la esclavitud detrás. En el mundo grecorromano del apóstol Pablo, existían templos dedicados a Isis y Serapis (una mezcla de los dioses egipcios Osiris y Apis). Escribió de la gente de su tiempo, «Aunque afirmaban que eran sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes de hombres mortales—de aves, de cuadrúpedos y de reptiles» (Romanos 1:22–23).

Esto, dijo, los llevo a una mente depravada (versículo 28) y a muchas de las características destructivas que vemos en el mundo moderno. Enumeró las siguientes fallas humanas: Están atiborrados de toda clase de injusticia, inmoralidad sexual, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades. Son murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, insensibles, implacables, inmisericordes (versículos 29–31).

Cuando Dios mostró su poder sobre los dioses de Egipto, Él, igualmente demostró la necesidad de que todos los seres humanos reconocieran que la idolatría conduce a una mente corrupta, incapaz de verdaderos valores piadosos.