Lleno con la Verdad

¿Comprendió la gente las implicaciones espirituales en las palabras de Jesús? Curiosamente, no era esa la intención.

Una verdad poco conocida en los relatos de los Evangelios es que al dirigirse al público, deliberadamente Jesús disimulaba su significado ocasionalmente. Contrariamente a la opinión popular, contar una historia en forma de parábola fue una de las maneras como Jesús escondió su punto del público en general. Parece una extraña afirmación sobre Aquel que vino como mensajero de Dios a la humanidad ¿Por qué la aparente contradicción?

En este artículo repasaremos una poderosa serie de ocho parábolas que Jesús entregó acerca de las realidades del reino de Dios.

Cuatro de las parábolas fueron dadas en público y cuatro en privado. Las parábolas públicas fueron dichas desde una barca anclada a cierta distancia de la costa en el Mar de Galilea para que las grandes multitudes en tierra pudieran oír bien. Las parábolas en privado se dieron más tarde en una casa dentro del círculo de los discípulos. El contraste entre los dos conjuntos de mensajes proporciona la explicación de por qué Jesús a veces disimulaba la verdad.

MEnsajes ocultos

Por ejemplo la primera de las parábolas en público, es la famosa historia del sembrador: «El sembrador salió a sembrar. Mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra, y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero cuando salió el sol, se quemó y, como no tenía raíz, se secó. Parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír, oiga» (Mateo 13:3–9).

La concurrencia que escuchaba a la orilla del mar se habría relacionado fácilmente con las imágenes rurales cotidianas. ¿A caso captaron las implicaciones espirituales de las palabras de Jesús? Sorprendentemente, no estaban dentro de las intenciones.

Esto es difícil de entender ¿Por qué hablar de situaciones cotidianas si se suponía que el público no debería de entender el significado espiritual? La respuesta se vuelve clara en una conversación posterior, cuando los discípulos le preguntaron a Jesús, «¿Por qué les hablas por parábolas?» (versículo 10).

La respuesta de Jesús confirmó su intención y nos revela un concepto equivocado común sobre la Biblia. Dijo que la razón por la que hablaba

3por parábolas al público era «porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no les es dado... . Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden» (versículos 11y 13).

Tal vez hay una lección importante para nosotros aquí. Tenemos acceso a la explicación de Jesús; podemos leerlo y entenderlo. También debemos reconocer que en el tiempo de Jesús hubo quienes no quisieron entender. Necesitamos preguntarnos, ¿cuál es nuestra preferencia?

Hoy en día tenemos la responsabilidad por el entendimiento privilegiado del mensaje de Jesús de una manera que la generación de su tiempo no lo tuvo.

En otras palabras, tenemos la responsabilidad por el entendimiento privilegiado del mensaje de Jesús de una manera que la generación de su tiempo no lo tuvo.

SEmillas de verdad

Posteriormente durante una conversación privada con los discípulos, Jesús explicó el mensaje espiritual de fondo en la parábola del sembrador, dijo que de lo que se trataba era de escuchar la verdad. Algunos que oyen la verdad no la valoran; otros lo oyen pero se distraen en el camino por las preocupaciones de esta vida.

La parábola del sembrador también enfatizó la importancia de obrar con la verdad con entusiasmo y energía. «Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador: Cuando alguno oye la palabra del Reino y no la entiende, viene el malo y arrebata lo que fue sembrado en su corazón, este es el que fue sembrado junto al camino. El que fue sembrado en pedregales es el que oye la palabra y al momento la recibe con gozo, pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza».

Después viene el que fue sembrado entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.

Finalmente, «el que fue sembrado en buena tierra es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta y a treinta por uno» (versículos 18–23). De esto podemos ver que el futuro reino de los cielos comenzará con aquellos que persiguen y practican la verdad espiritual en esta vida.

El evangelista Marcos, registró una parte adicional de esta parábola. Habla de la semilla mientras crece.

Citando a Jesús dice: «Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra. Duerma y vele, de noche y de día, la semilla brota y crece sin que él sepa cómo, porque de por sí lleva fruto la tierra: primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegad» (Marcos 4:26–29).

Esto nos dice que el seguidor de Jesucristo está comprometido hoy en día  con el desarrollo del carácter espiritual para cuando venga el reino de Dios— un crecimiento espiritual de por vida, en continuo desarrollo, para ser cosechado para un buen uso por Dios.

PLANTado por el ENEMigo

En la segunda parábola del primer conjunto de cuatro contada por Mateo, Jesús explica que «el reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Fueron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo, pues, tiene cizaña?” Él les dijo: “Un enemigo ha hecho esto.” Y los siervos le dijeron: “¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?” Él les dijo: “No, no sea que al arrancar la cizaña arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega, y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: ‘Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero’”» (Mateo 13:24–30).

Una vez más, la gente a orillas del mar escuchó una interesante analogía agreste. Sin embargo, el significado más profundo no era evidente para ellos.

Una vez más, la gente a orillas del mar escuchó una interesante analogía agreste. Sin embargo, el significado más profundo no era evidente para ellos. Eso es obvio por el hecho de que más tarde, en la casa, incluso los discípulos le pidieron una aclaración.

Respondiendo, Jesús dijo: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. De manera que, así como se arranca la cizaña y se quema en el fuego, así será en el fin de este mundo. Enviará el Hijo del hombre a sus ángeles, y recogerán de su Reino a todos los que sirven de tropiezo y a los que hacen maldad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga» (versículos 37–43).

Esta es una descripción muy clara de las enseñanzas de Jesús sobre la vida eterna. No obstante, advirtió que existe un enemigo, Satanás el diablo, quien trata de desestabilizar el crecimiento de los verdaderos seguidores de Cristo. Lo hace al rodearlos de un comportamiento anárquico en un esfuerzo por aislarlos de la acción correcta. Al final, en el juicio, los justos que no han sido disuadidos ganarán la vida eterna en el reino de Dios a establecerse en la tierra.

La tercera parábola en público de Jesús se trataba a cerca de una semilla bien diminuta: «El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo. Ésta es a la verdad la más pequeña de todas las semillas, pero cuando ha crecido es la mayor de las hortalizas y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas» (versículos 31y 32).

El mensaje oculto aquí es que el reino de los cielos comienza muy pequeño en esta era y crece para abarcar toda la tierra en la futura sociedad de Dios en la tierra.

Un principio similar está cubierto en la cuarta y última parábola para el público, la parábola de la levadura: «El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado» (versículo 33).

Esta es una imagen de la transformación de los seres humanos y la expansión continua del reino de Dios, como la levadura impregna la masa para hacer que el pan se eleve. Es un reino que comienza en esta vida con el creyente y encuentra su próximo gran cumplimiento en la venida de Jesucristo para reinar en la tierra.

un TESoro escondido

Después de estas cuatro parábolas, Jesús dejó la multitud y regresó a su casa en Capernaúm. Fue allí, solo con sus discípulos, que dio el último conjunto de cuatro parábolas: la parábola del tesoro escondido, la parábola de la perla preciosa, la parábola de la red, y la parábola de tesoros nuevos y viejos.

La parábola del tesoro escondido dice: «Además el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo» (versículo 44). Es una analogía para enseñar que el reino de Dios es algo de valor insuperable por el cual ningún sacrificio es demasiado grande.

Nada debería impedir al creyente en su búsqueda de la verdad inestimable, y al haberla encontrado, debe atesorarla por encima de todo.

La siguiente parábola proporciona un punto similar: «También el reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca buenas perlas, y al hallar una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía y la compró» (versículos 45 y 46). Del mismo modo que un comerciante que mercadea con joyas finas busca lo mejor, nada debe impedir al creyente en su búsqueda de la verdad inestimable, y al haberla encontrado, debe atesorarla por encima de todo.

La tercera parábola dada dentro de la casa era acerca del bien y el mal que en el mundo existen hasta el juicio: «Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red que, echada al mar, recoge toda clase de peces. Cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan y recogen lo bueno en cestas y echan fuera lo malo. Así será al fin del mundo: saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes» (versículos 47–50).

La parábola final representa el conocimiento del reino de Dios como el tesoro privado de los fieles en esta vida: «Él les dijo: Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas» (versículo 52). Aquí está una descripción de la persona que ha reconocido las verdades que conducen a una vida que agrada a Dios, la persona que presiona hacia el reino de Dios, deleitándose con el tesoro inapreciable y recién descubierto.

El relato de Mateo de este conciso conjunto de parábolas muestra a Jesús enseñando a sus discípulos verdades que la mayoría del público no podía apreciar—gemas espirituales. Sin embargo, también enseñó que era deber de aquellos que podían entender aferrarse a tales verdades con todo su ser. Experimentarían los valores y las promesas de Dios y vivirían una vida piadosa y exitosa. También tendrían una expectativa del reino de Dios gobernando sobre toda la tierra.

El relato de Mateo de este conciso conjunto de parábolas muestra a Jesús enseñando a sus discípulos verdades que la mayoría del público no podía apreciar.

PARÁbolas y paralelos

Ahora detengámonos un momento y repasemos, porque hay un patrón impresionante en las parábolas de Mateo 13. Tome la primera y la última parábola juntas:

La primera, afuera por el mar, fue la parábola del sembrador — un mensaje público acerca de recibir la verdad. El último, dentro de la casa, era la parábola de tesoros viejos y nuevos —un mensaje privado a cerca de recibir la verdad.

Después, nuevamente afuera, junto al mar, estaba la parábola del trigo y la cizaña, que representa lo bueno y lo malo desarrollándose juntos, para ser separados en el juicio. Dentro de la casa, Jesús dio la parábola de la red—lo bueno y lo malo junto, nuevamente para ser separado cuando el juicio.

La penúltima al lado del mar fue la parábola de la semilla de mostaza, un solo objeto que representa el reino. Dentro de la casa otra vez, la parábola de la perla; una vez más, un solo objeto que representa el reino.

Y el paralelo final: fuera al lado del mar, la parábola de la levadura, que es material oculto. Y adentro, la parábola del tesoro en el campo; de nuevo, material oculto.

Hay una notable simetría en este patrón de las parábolas, que se encuentra principalmente en el Evangelio de Mateo, pero sin duda se hizo eco en los otros relatos del Evangelio. Estas ocho parábolas revelan mucho sobre el venidero reino de Dios en la tierra. Ese reino era el corazón y el núcleo del mensaje de Jesús, sin embargo, muy pocos hoy en día lo entienden o lo anticipan.