¿Hay vida después de la tecnología?

Es casi seguro que —en un futuro previsible— la tecnología fallará de manera catastrófica, advierte el profesor de ingeniería física Peter Townsend. ¿Cómo y qué podemos hacer al respecto?

Vivimos en un mundo mucho más dependiente de la tecnología de lo que la mayoría de nosotros se percata. Un apagón ocasional puede ayudarnos a captar la incomodidad de prescindir por un rato de algunos de nuestros dispositivos favoritos (o incluso esenciales), pero la realidad es mucho más alarmante. El editor de Visión David Hulme habló con Peter Townsend, autor de The Dark Side of Technology (El lado oscuro de la tecnología; 2016), y profesor emérito de la Universidad de Sussex, acerca del alcance de nuestra dependencia de la tecnología y las repercusiones de su inoperancia.

 

DH ¿Por qué escribió The Dark Side of Technology?

PT Tengo un mensaje que dar: la tecnología es fantástica, es maravillosa; sin ella el mundo sería muy diferente; pero estamos tan entusiasmados con la tecnología que rara vez nos detenemos a pensar si acaso «hay algunos problemas que deberíamos considerar». Y me doy cuenta de que hay muchos en toda la gama de tecnologías, desde la medicina hasta la química, la física y la electrónica; algunos de esos problemas son tan graves que realmente podrían destruirnos.

DH ¿Cuál de de las tantas amenazas existenciales que enfrentamos es la más grave?

PT Hay toda una serie de amenazas. La tecnología misma puede resultar dañada por fenómenos naturales que sin duda ocurrirán; acontecimientos que están totalmente fuera de nuestro control, como por ejemplo, el impacto de un meteorito. Otras amenazas son insidiosas, pero están empeorando: todo tipo de delitos cibernéticos y el potencial para una guerra cibernética. Son tan fáciles de llevarse a cabo y podrían eliminar naciones enteras.

DH En el libro mencionaba la actividad de las manchas solares como ejemplo de un fenómeno natural y el daño que puede causar a la civilización moderna.

PT Sí, en 1859 se produjo lo que hoy se conoce como Evento de Carrington, una enorme erupción en una mancha solar que afectó las comunicaciones telegráficas en los Estados Unidos y en muchos otros lugares. La actividad eléctrica que esa erupción generó causó incendios y sorprendió a los telegrafistas.

Pero el telégrafo era un tipo de electrónica de muy bajo nivel. Si tuviéramos hoy un fenómeno de manchas solares equivalente, podría acabar con todos los sistemas de redes de suministro eléctrico, porque los cables eléctricos de la red de suministro constituyen la antena que recoge las señales. Hoy por hoy contamos con enlaces de 4.000 millas de largo, que generarían señales enormes, e incluso si solo se destruyeran las unidades de potencia, nos quedaríamos sin energía por muchísimo tiempo. Según estudios al respecto, si el daño de la mancha solar se extendiera tan solo hasta el sur de Nueva York tomaría entre treinta días y tres años restablecer totalmente el suministro de energía eléctrica. No parece tan desesperante, pero de hecho, si todo ese suministro de energía eléctrica se acabara en pleno invierno, no habría calefacción, ni alimentos ni agua calientes. En grado menor pero todavía catastrófico, también se interrumpiría (o desaparecería) la comunicación entre las aeronaves y las torres de control, afectando entre cincuenta mil y cien mil vuelos diarios. Esto es casi imposible de superar; y podemos esperar algo de la magnitud del fenómeno de 1859 cada cien años más o menos, así que ya vamos con retraso.

«Podemos esperar algo de la magnitud del fenómeno de 1859 cada cien años más o menos, así que ya vamos con retraso».

Peter Townsend

DH Otra vulnerabilidad sobre la cual usted ha escrito es nuestra dependencia de satélites.

PT Sí. En este momento hay cerca de mil quinientos satélites operando. Se planea instalar ocho mil más; pero se desintegran unos cuantos cada año. La NASA está rastreando más de quinientos mil fragmentos, muchos de ellos resultados de esos rompimientos; y ocasionalmente tiene que mudar la estación espacial, para evitar los golpes. Yo he calculado que si se tiene un fragmento del tamaño de un teléfono celular viajando a velocidad orbital, el impacto de energía cinética es, aproximadamente, quinientas veces mayor que el de un proyectil de un tanque moderno. Esto causa muchos más fragmentos y podría, efectivamente, dar lugar a una destrucción de satélites fuera de control allá arriba. Si se destruyen los satélites, estamos realmente frente a un gran problema en términos de comunicación, actividad bancaria… ¡todo! Y esto bien podría ocurrir en los próximos veinte o treinta años, a menos que se encuentre alguna manera de retirar los fragmentos de esa zona del espacio. Sabemos del problema, pero no tenemos ni idea de cómo abordarlo. No sabemos cómo arreglarlo.

DH Usted menciona la capacidad humana de superar posibles problemas mediante la previsión. ¿Le ha sucedido algo a nuestra capacidad de prever en el mundo de hoy?

PT No creo que sea diferente de la del pasado. Hay quienes se sientan, piensan y miran con visión de futuro, pero son una verdadera minoría. Cuando se han conseguido adelantos rápidos realmente emocionantes como en electrónica, enlaces informáticos, teléfonos celulares, etc., la gente no tiene tiempo para mirar suficientemente lejos hacia adelante. Si alguien lo hace y prevé problemas, las más de las veces se lo desestima y tilda de pesimista. Y eso, creo yo, es un grave, grave problema.

DH Un aspecto importante del desarrollo tecnológico moderno es la paralela pérdida de datos. Usted dice: «Cuanto más rápido alcanzamos progresos tecnológicos, más breve resulta el tiempo de supervivencia de registros e información». Si hablamos de nuestras fotografías personales, es una cosa, pero muy otra es si nos referimos a todos los registros de un sector particular de la sociedad.

PT Sí; es cierto. Si uno posee edificios y tiene un registro de bienes raíces, pero toda la documentación se ha pasado a un sistema computarizado que ha colapsado o ha sido destruido por un programa informático encubierto, se queda sin registro de propiedad y no puede recuperarlo. Lo mismo podría pasarle al historiador que quiera ver quién se había contactado con quién, si se trata de… correspondencia electrónica. En el futuro, los historiadores tendrán un problema terrible, porque lo más probable es que no puedan encontrar nada de eso; y aun si lo encontraran, podría estar en un formato que no podrían leer.

Setenta por ciento de todos los objetos catalogados se encuentran en la órbita terrestre baja (LEO, por sus siglas en inglés), la cual se extiende a 2.000 kilómetros o 1.200 millas por encima de la superficie de la Tierra. Las naves espaciales deben orbitar a esa baja altitud para observar la Tierra, pero al aumentar la cantidad de desechos, aumenta la probabilidad de colisiones.

Image: ©European Space Agency

DH Al analizar las desventajas de varias tecnologías, el problema parece ser que nos concentramos en ganancias a corto plazo y evitamos considerar los peligros a largo plazo. ¿Cómo ve que se resuelva ese problema?

PT No veo cómo. Es la naturaleza humana. Si uno vende teléfonos móviles, deliberadamente señala los anteriores como obsoletos o fuera de moda, para que la gente ya no los quiera. La expectativa de vida de los teléfonos móviles, antes de que la gente compre uno nuevo es, tal vez, de dieciocho meses. Eso significa mil dólares cada dieciocho meses. Se los publicita de modo que uno quiera deshacerse del teléfono anterior. Se presiona a la gente a avanzar hacia y con la tecnología nueva. De acuerdo, es un caso extremo, pero realmente sucede en todo el sistema.

DH La amenaza existencial del calentamiento global es controvertida. Como físico, ¿qué opina al respecto?

PT Permítame comenzar diciendo que los ciclos de calor han oscilado entre eras glaciales y altas temperaturas; es perfectamente razonable la posibilidad de que nos estemos dirigiendo de nuevo hacia un período cálido. Esto no tiene nada de controvertido. ¿Creo personalmente en el calentamiento global desde lo que está dentro de mi propia experiencia? Porque si no creo esto, definitivamente no voy a creer lo que alguien escriba al respecto.

Déjeme darle un par de ejemplos. Tengo un amigo geólogo que trabaja en Groenlandia. Cuando comenzó su investigación, solía tener que cruzar un campo helado para llegar al acantilado que estaba estudiando. Veinte años después, ahora cruza una playa. El hielo ha desaparecido. Tomemos como otro ejemplo los centros de esquí de Austria. Desde el año 2000, la temporada de esquí es 35 días más corta por falta de nieve. Ahora están fabricando nieve artificial frenéticamente. La realidad es que hace más calor. Mis amigos que son jardineros me dicen que no cabe duda; en el Reino Unido, la primavera está llegando un mes antes que antes… Los registros de temperatura británicos muestran que los diez veranos más cálidos han tenido lugar en los últimos veinte años.

Así que toda esa evidencia está confirmándome que, al menos en el Reino Unido, está haciendo más calor. En los Estados Unidos, ustedes tienen un país muy grande con rangos de temperatura inmensamente diferentes por naturaleza. Ochenta por ciento de la gente vive en ciudades con aire acondicionado y calefacción. Uno no nota los cambios pequeños; y en este momento el cambio es pequeño. Aproximadamente tres por ciento de todo exceso de energía generado por cualquier fuente va al aire. El resto va a los océanos y a la tierra. Así que, solo somos sensibles a esta pequeñísima cantidad.

En mi opinión, pues, hay un calentamiento global. La dificultad estriba en saber cuánto de ello proviene de la naturaleza y cuánto proviene de nosotros. No hay duda de que estamos contribuyendo a ello, porque la producción de dióxido de carbono proveniente de nuestras actividades es enorme. Si tenemos alguna influencia en esto, corresponde que procuremos y hagamos algo al respecto, porque de lo contrario, se nos escapará de las manos.

«En mi opinión, pues, hay un calentamiento global. La dificultad estriba en saber cuánto de ello proviene de la naturaleza y cuánto proviene de nosotros. No hay duda de que estamos contribuyendo a ello»…

Peter Townsend

DH Usted dice que es optimista por naturaleza y que está convencido por instinto, no por evidencia, de que la humanidad sobrevivirá; pero también menciona las características humanas de agresión, ansia de poder y ganancia personal, y concluye que es poco probable que esa parte de la humanidad cambie. Estos dos conceptos suenan contradictorios.

PT Con la agresión, el ansia de poder, el deseo territorial… si uno es religioso, va a decir que ha cubierto los siete pecados capitales. Pero estas han sido las mismas cosas que realmente nos han propulsado de la Edad de Piedra a la tecnología y la sociedad tal como la conocemos hoy. Porque queremos más, nos esforzamos por conseguir más. Mucha de la tecnología se crea a causa de la guerra. La mitad de nosotros nos impulsamos porque somos humanos y queremos más, y la otra mitad piensa más racionalmente y se pregunta: «¿Está bien esto?». Siempre hemos tenido este conflicto. Hasta ahora… hemos sobrevivido; es por eso que soy optimista en lo que respecta a la continuidad de nuestra supervivencia.

DH Usted ha dicho que las amenazas existenciales que enfrentamos llegarán a un punto crítico dentro de una década más o menos. Nos referimos a nuestro siglo como el último en lo que respecta a muchas de estas amenazas. Algunos autores enmarcan este punto crítico en términos del año 2050 o del fin de este siglo, pero su escala de tiempo es un poco más corta; ¿por qué?

PT Digo que la civilización tal como la conocemos en este momento podría ser destruida, colapsar o venirse abajo. Pienso que es muy factible que la gente entonces continúe, pero no con la civilización que tenemos. Tomemos como ejemplo el año 1918 en Europa: hubo una guerra con veinte millones de muertos. Inmediatamente después, según se estima, la gripe española exterminó entre cuarenta y cincuenta millones de personas. Como porcentaje de Europa esto fue enorme. La peste negra (peste bubónica o muerte negra) del siglo XIV acabó con un tercio de europeos. En ambos casos fue un colapso total por mucho tiempo, pero no una situación en la que no quedara ser humano alguno, y la recuperación tuvo lugar. Así que, de nuevo, quienes hayan de sobrevivir serán los que efectivamente hereden lo que quede de la tierra y… vuelvan a urbanizarla. ¿Aprenderán ellos del pasado? ¿¡Quién sabe!?

DH ¿Cómo se puede fomentar la toma de decisiones de políticos e industriales en relación con la tecnología, a fin de que tengan en mente las repercusiones a largo plazo?

PT Supongo que solo cuando se cuente con suficiente educación y comprensión por parte de políticos, fabricantes y empresarios de que que no es ideal solo procurar ganancias a corto plazo. Casi inevitablemente, los políticos van a ser personas bastante maduras, que no han de pensar con 20 años de anticipación porque lo más probable es que no crean que para entonces van a estar por aquí.

DH Según usted, destacar algunos de los cuadros hipotéticos en relación con el fin de nuestra especie podría ayudarnos a avanzar en una mejor dirección. ¿Cómo se podría lograr semejante arrepentimiento tecnológico?

PT Quienes realmente tienen el carisma y el empuje para hacer que las cosas sucedan tendrán que decir: «Esta es la dirección que tenemos que tomar». Y entonces, el resto seguiremos, porque somos ovejas. Tomemos a manera de ejemplo el libro de Rachel Carson Silent Spring, publicado hace ya más de cincuenta años. Ella se concentró en los herbicidas, los pesticidas y sus aspectos negativos; fue muy eficaz. Hasta ese momento, a la gente no le importaba; ni siquiera pensaban en eso. No creo que muchos se den cuenta de que es el mismo patrón, que se viene repitiendo, vez tras vez.

Peter Townsend, profesor emérito de la Universidad de Sussex y autor de The Dark Side of Technology (El lado oscuro de la tecnología).

DH ¿Qué —diría usted— constituye el equilibrio justo en el principio precautorio? ¿Por qué, por ejemplo, la geoingeniería (represas, diques, energía hidroeléctrica, irrigación) a veces ha ido para mal (acumulación de limo, salinización)?

PT Cuando se está construyendo una estructura importante, hay que pensar más allá de «Cuán barato se puede construir y hacer que funcione». Hay que pensar «no solo que va a estar listo y en marcha por los próximos diez años, sino que podría estarlo por los próximos cien». Si se va por algo en ese tipo de escala de ingeniería, esto es lo mínimo que hay que hacer. Tome, por ejemplo, los grandes puentes colgantes: algunos de ellos son tan viejos que los cables se están resquebrajando. Si se colocan micrófonos al final de los cables, cada tanto se puede oír, realmente, cuando alguno de los cables pequeños se rompe. Pero los vehículos cada vez pesan más, la carga de tráfico es más pesada; y así, en algún punto, hasta los grandes puentes colgantes ya no serán viables. Y es una gran inversión hacer uno nuevo.

DH Para resolver, pues, algunos de los riesgos existenciales que enfrentamos, tendría que haber cierta clase de interfaz entre el tipo de comentario que usted está haciendo aquí y la elaboración de políticas públicas. ¿Qué clase de cuerpo podría zanjar esta brecha?

PT No creo que tener un solo cuerpo haya de resolver este asunto, porque hay demasiados problemas y conflictos en juego. Pienso que tiene que haber un cuerpo para abordar y tratar de resolver solo un tipo de problema. Por la forma en que el mundo funciona, cuanto más grande es el cuerpo de carácter global, más se torna políticamente atractivo y una gran cosa de la cual ser director, entonces, uno se vuelve egocéntrico al respecto y no tiene realmente control personal sobre lo que sucede. Es por eso que creo que hay que mantener las actividades de reparación bajo el control de gente que se ocupe de una sola cosa, porque entonces, puede que la haga. Si el cuerpo en cuestión se vuelve global, es muy, muy difícil abarcar todo.

DH Usted dio a entender que un liderazgo informado —quizás incluso un liderazgo de carácter moral, ético— sea necesario para resolver algunas de las dificultades que enfrentamos. Al final de la Segunda Guerra Mundial, el general Douglas MacArthur hizo una declaración en el sentido de que la naturaleza de la guerra es ahora tan potencialmente catastrófica que solo una «recrudescencia» del espíritu humano nos podría ayudar a sobrevivir. «Tiene que ser del espíritu si queremos salvar la carne». ¿Qué diría acerca de esa clase de argumento?

PT Es absolutamente cierto. La realidad no se lleva bien con nuestra forma de ser. La gente no siente la presión ni la necesidad de tomar acción. Quienes se enfrentan a situaciones de catástrofes o desastres naturales dicen que ante una amenaza de tsunami, por ejemplo, por lo general, la mitad de la gente dirá: «A nosotros nunca nos va a tocar». Así que, aun cuando la evidencia esté allí y se haya advertido al respecto, la gente no se moverá ni saldrá de su camino. Yo creo que esta misma inercia se encuentra con respecto a las mejoras tecnológicas y sus potenciales desventajas.

«La gente no siente la presión ni la necesidad de tomar acción… Ante una amenaza de tsunami, por ejemplo, por lo general, la mitad de la gente dirá: “A nosotros nunca nos va a tocar”».

Peter Townsend

DH Usted dijo que en cierto modo es optimista, pero ¿siente que al final se va a decepcionar?

PT Probablemente. Pero si no trato, si otros tampoco tratan… si no animo a otros a tratar, sentiría que he fracasado. Así que, me motiva e impulsa el deseo de que la gente reconozca que el cambio es factible. Volvamos al caso de Rachel Carson. Ridiculizaron sus declaraciones; denigraron toda su obra; y fue solo porque la criticaron tanto las empresas que fabricaban productos químicos, que el gobierno estadounidense estableció un comité para examinar ese asunto. Se dieron cuenta de que ella decía la verdad. Muchos de los problemas siguen aquí; solo que los productos químicos son diferentes. No se ha logrado un éxito total al respecto, porque quizá nunca se vaya a lograr, pero ha habido mejoras.

Creo que consideraría un éxito si mis escritos siquiera consiguieran mejoras. Sé que nunca va a haber una solución completa, porque no puede haberla.