¿Qué hay de nosotros?

El clamor sincero de la humanidad por atención, compasión, comprensión, justicia y, sobre todo, soluciones, resuena en torno a un mundo atribulado. Los líderes a menudo han decepcionado a sus seguidores. Pensábamos que ayudarían, creíamos que tenían las respuestas, pero nos engañaron y fallaron.

¿Y qué hay de nosotros? Encarar la realidad de un mundo cargado de pesar, traición y decepción significa no solo confrontar las fallas o fracasos de aquellos en quienes hemos confiado, sino también nuestra propia participación al respecto.

Hablando en términos generales, hay dos maneras de hacer las cosas, y se aplican tanto a nosotros como a nuestros dirigentes. Una es la manera de dar, y la otra, la de obtener. En otras palabras, una es la manera generosa, considerada y orientada hacia afuera, y la otra —adquisitiva y egoísta—, la mentalidad del yo y lo mío primero. Tanto en los planos de liderazgo y política como en el personal, la manera de dar aporta honradez, paz y bienestar; la alternativa conlleva mentiras, conflicto y muerte.

Como consecuencia de aplicar la manera de obtener, resulta un patrón regresivo en los asuntos humanos que se ve así:

 

Decepción → Guerra → Hambre → Enfermedad

 

Los dirigentes que pregonan ideas engañosas nos conducen a la guerra. El resultado de dicha guerra a menudo es la hambruna, seguida de enfermedades epidémicas fatales. Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis han cabalgado muchas veces a lo largo de la historia. Y continúan haciéndolo.

Para ver cómo este patrón se muestra hoy en día, consideremos, a manera de ejemplo, la zona del Oriente Medio y el norte de África (NENA, por sus siglas en inglés). En esos países afectados por guerras y conflictos desde 2014 hasta 2016, más de una cuarta parte de la población padeció de hambre crónica, cantidad esta seis veces mayor que la de quienes viven en países no afectados por conflictos.

«En Siria, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) la violencia ha provocado la reducción de 67 por ciento del producto interno bruto (PIB) del país y a socavado gravemente la seguridad alimentaria; de setenta a ochenta por ciento de sirios necesitan ahora asistencia humanitaria, mientras cincuenta por ciento requieren asistencia alimentaria».

Las cantidades son igualmente terribles para Yemen, donde la guerra civil ha hecho estragos desde 2015. Sin embargo, se podría decir que la situación entera es peor allí, pues hacia fines de 2017 más de un millón de personas también habían contraído cólera al ingerir alimentos o agua contaminados con la bacteria fecal Vibrio cholerae. El Comité Internacional de la Cruz Roja informó que «más de ochenta por ciento de la población carecen de alimentos, combustible, agua potable y acceso a atención médica».

En este caso, la manera de dar requiere de aquellos que pueden, localmente e internacionalmente actúen en bien del projimo. Dado que organizaciones no gubernamentales han actuado rápidamente, las muertes por cólera en Yemen se han limitado a alrededor de dos mil doscientas; pero los médicos siguen preocupados porque ahora acecha la posibilidad de otra enfermedad mortal: la difteria.

«Lo que realmente importa es que todos deberíamos darnos cuenta de que somos culpables de inhumanidad. El horror de esta concienciación debería sacarnos de nuestro letargo de modo que podamos dirigir nuestras esperanzas y nuestras intenciones al arribo de una era en la que la guerra no tenga lugar».

Albert Schweitzer, «The Problem of Peace» (1954)

Estos países se hallan sobre el precario filo de la navaja de la viabilidad para las naciones cuando la manera de obtener mediante el conflicto trae hambre y enfermedad en su estela. El éxito de la manera de dar se demuestra en los actos humanitarios de ayuda y sanación.

Pero estos contrastes no se limitan a los países de Oriente Medio y el norte de África. Alex de Waal es experto en hambrunas —pasadas y presentes— y sus causas. En su libro más reciente señala que en los últimos treinta años, las hambrunas más notables han ocurrido en otras regiones de África, un continente que sigue luchando en pro de la estabilidad política y económica. La región subsahariana en particular sufre «un continuo estruendo de hambrunas y crisis humanitarias». Ahora, donde fuere que ocurran, él explica, «la historia subyacente es que las hambrunas causadas por catástrofes naturales y crisis económicas se han vuelto cada vez menos frecuentes, por lo cual todas las hambrunas de hoy son causadas por decisiones políticas».

Los mismos impulsos que a los líderes motivados por «obtener» los incitan a engañar, a alentar los conflictos y a que no les importe en lo más mínimo el efecto de eso en los demás, están presentes en todos nosotros. Y también la manera de dar es una elección que podemos hacer y hacemos. Hay una manera de romper el patrón regresivo, una manera de cambiar.

Así que, ¿qué hay de usted y yo? ¿Qué hay de nosotros?