Lamentando la ciudad caída

Después del asedio babilónico y la destrucción de Jerusalén en el siglo VI a.C., un poeta hebreo expresa la desesperación de su nación por la ruptura de su relación con su Dios, a la vez que la esperanza de reconciliación.

El asedio y la captura de Jerusalén bajo la invasión babilónica de Nabucodonosor (588–586 a.C.) fue la peor experiencia que la ciudad había padecido. Se ha conmemorado en una serie de cinco elegías o poemas fúnebres, conocidos colectivamente como «Lamentaciones» o «Las lamentaciones de Jeremías». Aunque el libro no menciona el nombre de ningún autor, siguiendo una tradición judía la versión Septuaginta de las Sagradas Escrituras hebreas declara: «Y sucedió, después de deportado Israel y Jerusalén devastada, que el profeta Jeremías se sentó a llorar; entonó esta lamentación sobre Jerusalén y dijo…» (Citando el Griego y la Vulgata, en español esta introducción se encuentra al pie del primer capítulo de Lamentaciones, en la Biblia de Jerusalén, edición española).

En el canon hebreo, Lamentaciones se coloca en tercer lugar en el pergamino de cinco libros cortos que se leen en festivales y celebraciones anuales; en este caso, el ayuno del noveno día de Av. En esta fecha, cada año los judíos conmemoran no solo la destrucción del templo por los babilonios en el año 586 a.C. y por los romanos en el año 70 d.C., sino otros episodios catastróficos de la historia judía, entre ellos, el día en que la última fortaleza de Bar Kojba cayó ante las fuerzas de Adriano en el 135 d.C.; la fecha en 1290 cuando Eduardo I firmó un edicto desterrando de Inglaterra a los judíos; y la época de la expulsión de los judíos de España en 1492. No extraña, pues, que acorde con una autoridad rabínica moderna, Lamentaciones sea «el eterno lamento por todas las catástrofes judías, pasadas, presentes y futuras».

De los cinco capítulos del libro, los primeros cuatro siguen un patrón acróstico en el cual cada una de las 22 letras del alfabeto hebreo, desde aleph hasta tav (en secuencia), inicia un versículo. Así, el libro abre con aleph —la primera letra de la palabra ekah («¡Cómo!», «¡Ay!»)— su título en el Tanaj. Esta apertura se repite en los capítulos 1, 2 y 4. El capítulo 3, centro del libro, tiene 66 versículos que siguen el orden alfabético hebreo en 22 series de tres versículos cada una. Aunque el capítulo 5 no constituye un acróstico, contiene 22 líneas. Esta estructura literaria precisa contribuye a la sensación de luto formal por la ciudad en ruinas y por la gente que ha muerto o ha sido llevada cautiva a Babilonia.

«El libro de Lamentaciones es único entre los libros poéticos del Antiguo testamento: es el único libro enteramente escrito en forma poética».

William D. Reyburn y Euan McG. Fry, A Handbook on Lamentations (1992)

Aunque el libro es anónimo, varios pasajes son semejantes a los escritos históricos y proféticos de Jeremías acerca del colapso de Judá debido a su infidelidad a Dios. El libro refleja además las maldiciones proféticas por la desobediencia registradas por Moisés en el capítulo 28 de Deuteronomio. Con todo, la esperanza de renovación y restauración se expresa en los capítulos 3 y 5.

Aunque obviamente el libro de Lamentaciones gira en torno al asedio y la destrucción de Jerusalén y la cautividad de Judá por los babilonios, se presta a una aplicación mucho más amplia. Es, en efecto, un microcosmos de la ruptura de la relación de la humanidad con el Creador y cómo esta se puede restaurar.

La ciudad en ruinas

El primer capítulo se divide en dos secciones iguales, viendo la destrucción de Jerusalén y la cautividad desde la perspectiva de un observador (versículos 1–11) y luego desde el punto de vista de la ciudad (versículos 12–22).

Así, en el primer versículo leemos: «¿Cómo, ay, yace solitaria la Ciudad populosa! Como una viuda se ha quedado la grande entre las naciones. La Princesa entre las provincias sujeta está a tributo». La ciudad enviudada responde: «Vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que se me inflige, con el que Yahvéh me ha herido el día de su ardiente cólera» (versículo 12).

Y en el versículo 2: «Llora que llora por la noche, las lágrimas surcan sus mejillas. Ni uno hay que la consuele entre todos sus amantes. Todos sus amigos la han traicionado, ¡se le han trocado en enemigos!». Esto se refiere a la pérdida de aliados y amigos a causa de su traición; el precio que Judá pagó por dejar de confiar en Dios; concepto que halla eco en el versículo 19, en las propias observaciones de la ciudad personificada: «He llamado a mis amantes; me han traicionado ellos. Mis sacerdotes y mis ancianos han expirado en la ciudad, mientras se buscaban alimento por recobrar la vida».

En efecto —para recibir ayuda ante el ataque a Jerusalén perpetrado por Nabucodonosor—, habían recurrido a Egipto, en vez de a Dios. La desacertada confianza de la nación en la ayuda externa finalmente condujo a Jerusalén y Judá a la ruina, sin poder hallar consuelo. Jeremías había profetizado antes este resultado, registrando las palabras de Dios como advertencia para ellos: «Todos tus amantes te olvidaron, por tu salud no preguntaron. Porque con herida de enemigo te herí, castigo de hombre cruel, por tu gran culpa, porque son enormes tus pecados» (Jeremías 30:14). Por lo tanto, lo que sucedió era de esperar.

En los versículos 13–22 del primer capítulo de Lamentaciones, Jerusalén personificada alterna entre la autocompasión y el arrepentimiento, entre la acusación a Dios y el reconocimiento de su rebelión contra él, suplicando su intervención para castigar a los invasores.

El pueblo llorando sobre las ruinas de Jerusalén por Gustave Doré

El pueblo llorando sobre las ruinas de Jerusalén por Gustave Doré, grabado (1866)

El segundo capítulo es una intensificación y expansión del capítulo 1 y añade una tercera voz: un tercer narrador habla en los versículos 1–10; alguien más habla en primera persona, primero sobre la ciudad (11–12) y luego a la ciudad (13–19); entonces, Jerusalén habla en los versículos 20–22.

El capítulo 2 de Lamentaciones detalla la ira de Dios contra Jerusalén y Judá; el sufrimiento del pueblo por la escasez de alimentos; la destrucción de ciudades y aldeas; y la pérdida del templo, de las ceremonias religiosas, del sacerdote y rey, y de la ley. Algunos comentadores identifican la voz de Jeremías my claramente en este capítulo, como también en el capítulo 1, a causa de ideas similares expresadas en varios capítulos del libro de Jeremías.

El autor procura consolar a la ciudad en ruinas porque sus profetas le han fallado a través de falsas enseñanzas y engaños. Sus enemigos se han burlado de su caída. Aunque invocan la ayuda de Dios ante la hambruna —a un punto en que aun las madres comen a sus propios hijos— y ante la matanza de los hombres y las mujeres jóvenes de la nación, sus pecados los han separado de Dios de tal modo que él no los oirá.

Del sufrimiento a la esperanza

El tercer capítulo, con su acróstico más largo, constituye el corazón del libro. Ayuda a explicar nuestra anterior observación en cuanto a que el libro podría verse como un microcosmos de la relación de la humanidad para con Dios.

La primera sección trata sobre el sufrimiento personal constante infligido por Dios a causa del pecado constante. Esta es la historia de la humanidad desde el principio. Génesis registra qué le sucedió al mundo antediluviano a causa de este tipo de pecado. No significa que Dios prefiere el castigo o se deleita en él, sino que, siendo fiel a su palabra, este es el resultado necesario del pecado. Él es tan fiel acerca de la penalidad por el pecado como lo es acerca de sus bendiciones.

«Lamentaciones.… ayuda a la comprensión adecuada de por qué ocurrió el exilio, y de cómo uno puede volverse al Señor en las secuelas y los años subsiguientes del exilio».

Paul R. House, Word Biblical Commentary, Volume 23B: Song of Songs, Lamentations

El capítulo está escrito desde la perspectiva de un participante atormentado y perplejo durante la destrucción de Jerusalén: «Yo soy el hombre que ha visto la miseria bajo el látigo de su furor. Él me ha llevado y me ha hecho caminar en tinieblas y sin luz. Contra mí solo vuelve él y revuelve su mano todo el día» (3:1–3).

Pero posteriormente este capítulo restablece la esperanza: «Que el amor de Yahvéh no se ha acabado, ni se ha agotado su ternura; cada mañana se renuevan:¡grande es tu fidelidad! ¡Mi porción es Yahvéh, dice mi alma, por eso en él esperaré!» (versículos 22–24).

La paciencia en la espera de Dios se reconoce como esencial en momentos de aflicción: «Porque no desecha para siempre a los humanos el Señor: si llega a afligir, se apiada luego según su inmenso amor; pues no de corazón humilla él ni aflige a los hijos de hombre». Esto lleva a reflexionar sobre la necesidad de considerar cómo el pecado separa de Dios a toda la gente y por qué el castigo es parte del camino de regreso. Bajo estas condiciones, Dios oirá y salvará de sus enemigos al arrepentido (versículos 25–27; 31–33; 40–42; 55–60).

El capítulo 4 vuelve a detallar el sufrimiento de la ciudad y de sus habitantes durante el asedio. Especialmente desgarrador es el destino de los niños pequeños: «La lengua del niño de pecho se pega de sed al paladar; los pequeñuelos piden pan: no hay quien se lo reparta. […] Las mismas manos de tiernas mujeres cocieron a sus hijos: ellos les sirvieron de comida en la ruina de la hija de mi pueblo» (4:4, 10).

Se advierte a algunos de los atacantes de Jerusalén que ellos también sufrirán. La nación de Edom, por ejemplo, pagaría por su participación en la caída de Jerusalén: «¡Regocíjate, exulta, hija de Edom, que habitas en el país de Us! ¡También a ti pasará la copa: te embriagarás y te desnudarás!... ¡Pero ha de visitar tu culpa, hija de Edom; pondrá al desnudo tus pecados!» (versículos 21–22).

Mirando hacia el futuro

La quinta y final elegía no es un acróstico y se lee de manera bastante diferente de los otros capítulos. Da la sensación de que el libro está terminando, llegando a su fin. En efecto, se trata de una oración: que la restauración vendrá a Judá.

«La oración de Lamentaciones 5:21–22 no era el clamor de duda de un remanente desalentado. Más bien era la respuesta de fe de aquellos cautivos que habían aprendido cabalmente las lecciones de Deuteronomio 28 y del libro de Lamentaciones».

Charles H. Dyer, “Lamentations”, en The Bible Knowledge Commentary: An Exposition of the Scriptures, Volume 1

Recapitulando el precio pagado por el pecado en términos de pérdida de tierras, cautiverio, opresión extranjera, inseguridad alimentaria, violación, tortura y trabajo forzado —de nuevo, el tipo de maldiciones señaladas en Deuteronomio— la oración del penitente concluye con la esperanza de la recuperación: «Mas tú, Yahvéh, para siempre te sientas; ¡tu trono de generación en generación! ¿Por qué has de olvidarnos para siempre, por qué toda la vida abandonarnos? The third cahpterThe¡Haznos volver a ti, oh Yahvéh, y volveremos. Renueva nuestros días como antaño, si es que no nos has desechado totalmente, irritado contra nosotros sin medida!» (versículos 19–22).

Como sugiriéramos anteriormente, el libro de Lamentaciones se hace eco de la historia humana y es por ello tanto histórico como en vías de futuro. Es la historia de la humanidad desde el principio, detallando lo que sucede cuando prevalece el pecado en medio de un pueblo. Pero hay esperanza, porque Dios es misericordioso y siempre listo para perdonar y restaurar.