Felicidad: ¿Los Medios o el Fin?

The Secrets of Happiness: Three Thousand Years of Searching for the Good Life

Richard Schoch. 2007 (paperback). Profile Books, London. 288 pages.

The Science of Happiness: How Our Brains Make Us Happy—and What We Can Do to Get Happier

Stefan Klein. 2006. Avalon Publishing Group, Marlowe & Company, New York. 320 pages.

Making Happy People: The Nature of Happiness and Its Origins in Childhood

Paul Martin. 2006 (paperback). HarperCollins, Harper Perennial, London. 320 pages.

Los científicos sociales han estudiado las emociones negativas durante años: ira, depresión, baja autoestima, tendencias suicidas y otras emociones de su tipo. En contraste, la felicidad es un área de investigación bastante nueva, como lo demuestra una reciente ola de libros.

Las tres propuestas que se reseñan aquí intentan estudiar la felicidad desde varias perspectivas. Preguntamos: ¿Qué podemos aprender sobre la naturaleza evasiva de la felicidad para ayudarnos a comprenderla y a conquistar más de ella? ¿Existe alguna clave para la felicidad?

LOS SECRETOS DE LA FELICIDAD

The Secrets of Happiness de Richard Schoch es un buen lugar para empezar. El profesor de historia y cultura de la Universidad de Londres examina la búsqueda de la felicidad durante los últimos tres milenios, especialmente en filosofía y religión, y pregunta qué lecciones pueden aprenderse hoy.

La felicidad es difícil de definir y Schoch formula algunas preguntas difíciles. Con frecuencia las circunstancias conspiran para complicar la vida al grado de volverla miserable: ¿de dónde proviene la felicidad en tales casos?

Advierte que no hay un solo secreto para la felicidad, sólo secretos que varían de una persona a otra; escribe que «la afirmación “Soy feliz” (o “soy infeliz”) no conlleva un significado objetivo (esto es, que sea independiente de la persona, es decir, del sujeto que realiza la afirmación) porque ella sólo adquiere significado dentro de un contexto» (énfasis del original). De acuerdo con Schoch, implica que «todo intento por medir la felicidad es ridículo, como si se tratara de un artículo producido en masa que pudiéramos acumular en una época de satisfacción perezosa y luego saquear en momentos de apremiante necesidad… Por lo tanto, debemos preocuparnos menos por definiciones rigurosas y por la clasificación de la felicidad en diferentes categorías, y enfocarnos más en hacerla una realidad… Sin importar de qué se trate, gira en torno a algunas constantes: placer, deseo, razón y sufrimiento».

Además, Schoch sostiene que las rutas que conducen a la felicidad siempre han sido locales (diferentes cosas para diferentes personas en diferentes momentos) y nos invita a «inspirarnos en las grandes ideas que nos brinda la historia acerca de la felicidad».

El recorrido de Schoch inicia con el filósofo inglés Jeremy Bentham (1748–1832), quien apoyaba el principio de «la mayor felicidad para el mayor número de personas» como lo determina y dirige el gobierno inteligente. No obstante, las teorías de Bentham presentan algunas dificultades. En primer lugar, la felicidad no se puede cuantificar con precisión alguna. En segundo, Bentham consideraba al placer como la mejor medida para la felicidad sin tomar en cuenta la dimensión moral: ¿Qué hay de la conciencia y el carácter? ¿Qué lugar ocupan ambos en la ecuación de la felicidad?

El discípulo de Bentham, John Stuart Mill (1806 a 1873), quien al principio se encontraba en total acuerdo con su mentor, más tarde suavizó su método y escribió que las personas que se vuelven felices «son aquéllas que tienen su mente fija en algún otro fin además de su propia felicidad: en la felicidad de otros, en mejorar la humanidad, incluso en algún arte u objetivo que siguen, no como un medio, sino como un fin ideal en sí mismo. Por consiguiente, al aspirar a algo más encuentran la felicidad en el camino».

Luego Schoch nos lleva a Epicuro (aprox. 341 al 271 a.C.), cuyo nombre ingresó al idioma español en la palabra epicúreo, alguien que es devoto a la satisfacción sensual o, más específicamente, alguien que obtiene gran placer en la magnífica comida y bebida. Sin embargo, según Schoch, Epicuro ha sido muy malinterpretado. El verdadero Epicuro era moderado y sereno, aceptaba el «placer negativo» tanto como el «placer positivo», es decir, «no como porque estoy lleno, no bebo porque mi sed está saciada», y así sucesivamente.

El tema de no enfocarnos en nosotros mismos y en el deseo, tema común en la religión y filosofía orientales, es de lo que se trata el siguiente análisis. El yoga, por ejemplo, enseña que sus tres caminos —el conocimiento, el deber y la devoción afectuosa— son los que determinan la felicidad y no el satisfacer los deseos físicos y materiales. El budismo sostiene que «la vida es sufrimiento» y propone la ley del karma, en la cual «todo tiene una causa». Así, para eliminar el sufrimiento debemos eliminar su origen: el deseo. «El nirvana es una experiencia del no, no estar encadenado al deseo, no tener apegos y, por lo tanto, no sufrir».

En su fugaz viaje a través de la filosofía y la religión, Schoch incluye al católico Santo Tomás de Aquino (1224-74) como alguien que tenía una opinión acerca de la felicidad; aunque parezca extraño, el Sermón de la Montaña de Jesús y sus ocho «bienaventuranzas» (cuya raíz latina significa «bendito» o «feliz») es poco más que una nota al pie en el análisis de los escritos de Aquino.

Schoch escribe que el extenso (aunque incompleto) resumen teológico (Summa Theologiae) del erudito católico afirma que la felicidad «es el fin último de la vida humana», «no consiste en bienes terrenales», «consiste solamente en la visión de Dios», «tiene requisitos» y «únicamente es posible en el cielo».

Schoch interpreta que Aquino quería decir que la felicidad duradera o «bienaventuranza eterna… es el verdadero fin de la vida humana», porque «Dios nos creó para ser felices». Pero, ¿qué significa esto? Según Schoch, Aquino se refiere aquí a la visión beatífica: «Este sentido de acercarse a Dios es el centro de la visión de la felicidad de Aquino».

El siguiente destino es la rama mística del Islam: el sufismo. Al igual que otras religiones místicas y extáticas, el sufismo sostiene que cada individuo encuentra su propio camino hacia la iluminación al fusionarse con algo más allá de sí mismo por un largo periodo de entrenamiento. Pero Schoch concluye que «la visión mística de la felicidad es elitista. No es que los místicos estén buscando impedir que la mayoría de nosotros sea feliz, sino que la verdadera felicidad puede venir sólo a aquellos pocos elegidos que están versados en los caminos de la imaginación y la intuición».

Al pasar al estoicismo Schoch sugiere que «cuando sentimos que gran parte de lo que enfrentamos a diario está fuera de nuestro control, bien podríamos sentirnos alentados con la doctrina estoica de que la felicidad reside solamente en aquello que podemos controlar: nuestros pensamientos, intenciones y actitudes». Sin embargo, ¿nos muestra el estoicismo el camino a la felicidad? El famoso estoico Séneca fue salvado de la ignorancia por la madre del tirano Nerón, Agripina; no obstante, fue forzado por aquél a asesinarla y después a justificarlo ante el Senado. Al parecer Séneca empleó la resignación estoica para ayudarse en el terrible dilema de esta tarea, sólo para que el paranoico Nerón le ordenara quitarse su propia vida. Se dice que enfrentó la que resultó ser una muerte lenta y dolorosa sin miedo ni tristeza.

Esto podría sonar como una estrategia para evitar el dolor, pero ¿de dónde provenía la felicidad de Séneca? De acuerdo con Schoch, este filósofo «ha revelado que el secreto de la felicidad (o al menos uno de los secretos) es el poder de la mente racional para triunfar sobre la adversidad».

Por último, al estudiar el judaísmo, Schoch lucha por resolver un obvio dilema: tenemos que enfrentarnos a circunstancias difíciles y dolorosas para empezar a alcanzar la felicidad. Ahora nos formula la vieja pregunta: ¿si existe un Dios omnipotente, por qué permite el sufrimiento de los hombres?

En el relato bíblico de Job, Dios no sólo oculta Su rostro sino que, como Schoch lo ve, «casi por capricho» permite a Satanás infligir sufrimiento extremo en el hombre inocente. Cubierto de dolorosas llagas purulentas, despojado de su familia y bienes terrenales, y despreciado por sus amigos, Job exclama «¿Por qué?». Dios finalmente revela a Job lo grandioso que es Él y cuán superior es Su pensamiento, por encima de incluso el más sabio y perfecto de los hombres. Schoch encuentra en esta historia «una definición casi cósmica de la felicidad… A través de esta parábola sobre el sufrimiento vemos la felicidad bajo una luz inusual, como estrechamente asociada a nuestra búsqueda del significado de la vida cuando ésta parece carecer de todo sentido».

El profesor afirma que «la indiferencia de Dios no es un juicio de desaprobación sobre nosotros, ni un castigo o una señal de su ira. Más bien es parte de su naturaleza divina: es el Dios que se esconde. Y se esconde por una razón a la que hemos llegado una y otra vez: nuestra libertad. Para ser buenos debemos elegir serlo, pero para poder elegir debemos ser libres». De nueva cuenta, ¿es esto acerca de la felicidad o acerca de sobrevivir a través de la miseria? Schoch considera que es la primera, que es la libertad para elegir ser buenos la que nos brinda «la libertad para forjar nuestra felicidad».

Al final propone que «una vida feliz es… uno de los ideales, de las pruebas de algo más elevado, grande, profundo y vasto que nosotros mismos… Deseamos concebir algo que supere nuestros deseos personales, que deje atrás nuestros objetivos meramente personales y que deseamos obtener».

Es perdonable el que los lectores de Schoch concluyan que su libro se pudo titular mejor Secrets of Coping with Unhappiness: Three Thousand Years of Avoiding the Bad Life [Los secretos para lidiar con la infelicidad: Tres milenios tratando de evitar la mala vida]. El autor logró demostrar exitosamente cuán débil por lo general ha sido nuestro alcance de la felicidad, incluso entre aquéllos que pusieron en práctica las estrategias sobre las que escribe.

LA CIENCIA DE LA FELICIDAD

En el libro con más bases científicas de los tres, La Fórmula de la Felicidad, el científico y periodista alemán Stefan Klein equipara la felicidad sobre todo con los sentimientos placenteros. «Ahora sabemos bastante acerca de lo que es la felicidad», escribe, y agrega que «los científicos cognitivos han empezado a enfocar su interés en los sentimientos positivos y están logrando un progreso rápido e impresionante… Nuevas técnicas de imagen nos permiten observar la forma en que piensa y siente el cerebro». Plantea que «nuestro cerebro tiene circuitos para la alegría, el placer y la euforia: tenemos un sistema de la felicidad». Estos circuitos trabajan para nuestro bienestar y longevidad cuando somos felices, pero afectan negativamente nuestra salud física y mental cuando no lo somos.

«¿Qué tipo de sentimiento es la felicidad? …Todos buscamos esta sensación, pero nos llega cuando menos lo esperamos, sólo para desaparecer antes de que tengamos la oportunidad de disfrutarla por completo».

Stefan Klein, Ph.D., La Fórmula de la Felicidad​

Estos circuitos no están tan conectados como algunos científicos alguna vez lo pensaron; sin embargo, el cerebro de un adulto continúa cambiando a medida que va aprendiendo. Aunque se calcula que existe una predisposición a ser positivo o negativo que es aproximadamente 50% genética, los genes no son el destino. El cerebro se puede incluso, con nuestra ayuda activa, reprogramar a sí mismo. De hecho, Klein nos asegura que «ningún sistema en la naturaleza posee la capacidad para cambiar como el cerebro humano». El crecimiento y las conexiones ocurren con frecuencia a medida que las neuronas se comunican a través de la sinapsis. Conforme desarrollamos hábitos o repetimos ciertos comportamientos, el cerebro los reconoce como importantes y los fortalece, mientras que deja desvanecer y morir a los detalles pasajeros y sin importancia. Así, podemos formar patrones de pensamiento positivos o negativos reforzados por nosotros mismos y estas fuertes conexiones sinápticas físicas robustecen los hábitos y las adicciones.

Klein muestra que, como cualquier músculo, se puede entrenar o re-entrenar al cerebro, por lo que es posible dominar los sentimientos o hábitos negativos. Entender esto es imprescindible para la salud de quienes sufren de negatividad y depresión, o quienes están tratando de dejar una adicción. De lo contrario, tanto el cerebro como el cuerpo están encerrados en un círculo vicioso que afecta la salud, la habilidad de pensamiento, así como la actividad e incluso el tamaño mismo del cerebro. En las palabras de Klein, «si desea sembrar un nuevo lecho de rosas primero debe arrancar la mala hierba».

El mensaje más valioso del libro es que nosotros podemos conducir nuestros instintos y sentimientos connaturales en una forma ordenada; podemos utilizar la mente como una poderosa herramienta para nuestro propio beneficio si sabemos cómo hacerlo y tenemos la voluntad. Conocernos a nosotros mismos y comprender lo que en realidad nos brinda felicidad aumentará nuestras probabilidades de éxito.

El libro de Klein cuenta con una buena investigación y organización, y podemos aprender mucho de ello, pero, ¿la medición científica de los sentimientos placenteros es realmente una base adecuada para entender la felicidad y la forma de alcanzarla?

Otro obstáculo con el que nos encontramos en el enfoque de Klein es que muchas de las distinciones entre los seres humanos y los animales se minimizan al suponer que la evolución es la causa de todo. Así, considera que el altruismo, el cual de ningún modo es un rasgo en común del ser humano, «no es tanto una proeza de la cultura humana sino de la neocorteza del cerebro, proeza que otros animales [como los simios] también son capaces de lograr». Sin embargo, su argumento se derrumba debido a que el altruismo biológico se puede encontrar entre muchas otras especies, incluyendo a las hormigas y las abejas, a las cuales los biólogos no les atribuyen los sentimientos o el poder mental de los mamíferos superiores. Esto nos lleva a concluir que esta «proeza» tiene sus raíces en el instinto.

Al tomar en última instancia un enfoque materialista para la felicidad, Klein separa a su tema de su contexto moral.

PARA HACER FELIZ A LA GENTE

En Making Happy People el psiquiatra inglés, biólogo conductista y escritor científico, Paul Martin, aborda el tema de la felicidad con un estilo directo y práctico, pues se enfoca en el criar niños exitosos y felices.

«En toda cultura en la cual los investigadores han formulado la pregunta, la mayoría de las personas consideran a la felicidad como su objetivo en la vida».

Paul Martin, Making Happy People

«¿De dónde proviene la felicidad?» se pregunta y luego señala varios factores, de los cuales el más importante es la conexión a través de las relaciones personales, con un enfoque en la calidad más que en la cantidad. Martin dedica un capítulo a la relación-conexión humana y nos recuerda el valor de algunos antiguos conceptos que antes parecían ser la norma: «ser buen vecino, el espíritu comunitario, la cohesión social, la ciudadanía y la confianza». Lamenta no sólo la pérdida en la actualidad de estos valores en Estados Unidos y el Reino Unido, sino también su reemplazo por pasar demasiado tiempo frente al televisor y otros pasatiempos egoístas. La relación-conexión con la mayor influencia en la felicidad es el matrimonio, la cual supera a la cohabitación y al vivir solo. Entre los beneficios comprobados del matrimonio se encuentran una mejor salud mental y física, así como ingresos más altos, afirma el autor.

Martin invierte tres capítulos comparando «los ingredientes auténticos», «las trampas y engaños» y «la riqueza y la celebridad». En la categoría de «auténtico» menciona el tema de los genes. Discute la noción de que todos tienen su propio «valor genético establecido» para la felicidad señalando que, incluso si fuera cierto, todo tipo de sucesos positivos y negativos en la vida (el matrimonio, el divorcio, la paternidad/maternidad, el duelo, los ascensos, la pérdida de un trabajo) tienen un gran impacto que debe cambiar el valor establecido inicial. Otro ingrediente auténtico es la geografía, la cual es importante debido a que las personas son más felices en países donde poseen un mayor control sobre sus circunstancias y en donde la economía es estable y no hay grandes diferencias en los ingresos. La salud, el sueño y el ejercicio, la educación, la religión y, sí, el verse bien, todos cuentan como los ingredientes que Martin considera que influyen en cuán felices o infelices somos.

Para reconfortarnos, afirma que incluso cuando no poseemos la mejor salud o apariencia, una disposición feliz y positiva ayuda mucho y la propia felicidad mejora la impresión que damos a otras personas. Las creencias religiosas por lo general son benéficas si la fe es sincera y hay una devoción genuina.

El capítulo acerca de «las trampas y engaños» ataca al «placer sin sentido». El placer es bueno en pequeñas cantidades pero, citando a Benjamín Franklin, Martin advierte que «La felicidad no se produce por grandes golpes de fortuna, que ocurren raras veces, sino por pequeñas ventajas que ocurren todos los días». Asimismo, en parte debido a la mayor sabiduría que se adquiere con la edad, los jóvenes no son necesariamente más felices que sus mayores y tampoco existe un vínculo conocido entre la inteligencia y la felicidad.

¿Y qué hay de la riqueza? «La felicidad es más un producto de la riqueza mental que de la riqueza material» refiriéndose a «las actitudes, experiencias y relaciones personales». De hecho, la riqueza y la celebridad tienen un efecto sorpresivamente corto en la felicidad y quienes las buscan nunca están satisfechos: se acostumbran a lo que tienen y sus expectativas aumentan, dice Martin. Por lo tanto, buscar la riqueza o la celebridad a costa de lo que realmente da la felicidad verdadera y duradera a menudo conduce a la infelicidad.

Martin nos advierte que «la felicidad es un animal sutil y polifacético compuesto de pensamientos y sensaciones, razón por la cual no hay un solo camino hacia la felicidad y nunca lo habrá». No obstante, insiste en que no nos debe avergonzar el considerar la felicidad como una prioridad. Entre sus «diez consejos más importantes» y concluyentes se encuentran los que aparecen de manera distinta en los tres libros: relaciones personales y conexión, pensar en los demás en lugar de sólo en uno mismo, no buscar la riqueza y la celebridad, y —la más importante en su lista— «[echar] un vistazo amplio y a largo plazo de la felicidad para darnos cuenta de que [la felicidad] es mucho más que un placer inmediato».

EN RESUMEN

Estos tres libros ofrecen tres perspectivas muy diferentes para comprender la felicidad.

El estudio de Schoch sobre las lecciones que podemos aprender de la filosofía y la religión demuestra que ni la ciencia ni la psicología popular tienen todas las respuestas a la pregunta de la felicidad; sin embargo, el poder de las filosofías y religiones en este aspecto es a menudo fugaz y esquivo. Su libro es útil para recordarnos que, al enfrentar la vida, la búsqueda de la felicidad es sólo una cara de la moneda: también nos debemos enfrentar al sufrimiento y la desilusión. De hecho, Schoch sugiere que el sufrimiento podría ser uno de los senderos que nos conducen a la felicidad. Propone que «vivir como si el sufrimiento fuera una afrenta a nuestra humanidad y una barrera para nuestra felicidad es ignorar el punto de lo que significa ser humano y feliz».

El libro de Klein es el que más profundiza en la investigación del cerebro y la mente. Es claro y completo sin empantanarnos con tecnicismos. Tristemente, adolece de tener un molde determinista y por lo tanto no toma en cuenta que la felicidad puede ser mucho más de lo que se puede medir o explicar físicamente.

El sentido práctico y franco de la obra de Martin ofrece una lectura útil para quien se esfuerza por criar y educar a personas bien equilibradas y felices.

Frente a estos tres libros y sus diferentes enfoques, la frase determinante de Klein aparenta ser cierta: «Somos seis mil millones de personas y hay seis mil millones de caminos hacia la felicidad». Schoch concluye que «Nuestra vida es una lucha constante y llamamos felicidad a esa lucha». Si apuntamos directo a la felicidad, entonces estamos propensos a no encontrarla. La felicidad no es un fin ni un medio, sino el resultado de vivir una existencia auténtica, sabia.