Que Se Haga Justicia

Es un hecho innegable que este mundo está lleno con todo tipo de injusticias concebibles. De limpiezas étnicas a condenas y encarcelamientos injustos, de robo de fondos de jubilación al marginamiento de los pobres, de corrupción y gobiernos fracasados a la mutilación genital femenina y los niños soldados—la lista sigue, y la injusticia alcanza a todos en alguna instancia de sus vidas.

Es un hecho innegable que este mundo está lleno con todo tipo de injusticias concebibles. De limpiezas étnicas a condenas y encarcelamientos injustos, de robo de fondos de jubilación al marginamiento de los pobres, de corrupción y gobiernos fracasados a la mutilación genital femenina y los niños soldados—la lista sigue, y la injusticia alcanza a todos en alguna instancia de sus vidas.

¿Quién no ha sabido o experimentado trato injusto?

La mala identificación de los testigos es una de las causas más grandes de condenas equivocadas a nivel nacional, jugando un papel importante en más del 75% de las condenas revocadas por medio de las pruebas del ADN».

The Innocence Project

Por ejemplo, las 17 personas que estaban condenadas a muerte en los Estados unidos y que ahora están libres gracias a la prueba del ADN. Según el Innocense Proyect (Proyecto Inocencia) con sede en Nueva York, estas 17 personas se encuentran entre las más de 270 en los Estados Unidos que fueron puestas en libertad de esta forma en 34 estados después de años de injusto encarcelamiento.

Con dichas liberaciones podemos concluir que finalmente se ha hecho justicia. ¿Acaso así es? ¿Y qué acerca de una compensación económica, o años de oportunidades perdidas, o matrimonios y familias destruidas, o de nunca poder recuperar la reputación? ¿Qué de los abogados demasiado ambiciosos y jueces comprometidos? ¿Existe algún sistema jurídico que sea 100 por ciento imparcial?

Después tenemos la injusticia por la muerte de inocentes. El bombardeo Nazi de la Gran Bretaña que trajo la muerte a decenas de civiles entre septiembre de 1940 y mayo de 1941—por lo menos la mitad de ellos en Londres. El conocido bombardeo aliado a la ciudad alemana de Dresde mató entre 16,000 y 25,000 civiles—hombres, mujeres y niños. Más tarde ese año las peticiones de los científicos, incluyendo Albert Einstein, en perdonar a los civiles japoneses, fueron pasadas por alto, y los Estados Unidos soltó dos bombas atómicas que trajeron la muerte a por lo menos 90,000 personas en Hiroshima y 60,000 en Nagasaki. Por supuesto, estos números representan solamente un fragmento de todos los muertos inocentes en el siglo pasado.

El libro de Jonathan Glover Humanidad e Inhumanidad es una crónica de algunas de las peores injusticias. En palabras del editor, se trata de «la psicología que hizo posible Hiroshima, el genocidio nazi, el Gulag, la Revolución Cultural China, el Pol Pot en Camboya, Ruanda, Bosnia y muchas otras atrocidades». De la psicología, por supuesto, es de la que no podemos escapar fácilmente, pues es fundamental a los seres humanos. Con todo y esto, Glover no es pesimista o desesperado, aunque cree que «necesitamos buscar con diligencia y claridad en nosotros a los monstruos internos. Pues esto es parte del proyecto de enjaularlos y domarlos». Ciertamente este es el comienzo de un camino por delante, aunque, ¿lo podremos hacer solos? ¿Tenemos los recursos en nosotros?

BUENAS INTENCIONES

La justicia tiene que ver con la imparcialidad, el trato equitativo, la objetividad, los derechos; el término justicia en el español tiene sus raíces en el latín justitia de jus, que significa «ley» o «derecho». Fundamental a la justicia y la equidad se encuentra la obligación moral de hacer lo que es correcto. Los sistemas judiciales han tratado de desarrollar los medios de garantizar un trato justo y la imposición de sanciones adecuadas sobre aquellos que se ha comprobado que han hecho mal, abusando de los demás. Lo que estos sistemas no han sido capaces de erradicar es el error humano, la corrupción o el tirón hacia abajo de la naturaleza humana. A pesar de las mejores intenciones, la injusticia sigue siendo posible en todos nuestros intentos de justicia.

Todos queremos una justicia perfecta, pero, ¿Quién puede aplicarla de manera continua en el mundo?

El Foro Económico Mundial de «Riesgos Globales de 2011» informa en sus listas de varias áreas de preocupación crítica para la próxima década. Estas están alineadas bajo los siguientes tres grupos: los desequilibrios macroeconómicos, economía ilegal, y agua, y los alimentos y energía.

Aunque el reporte no señala el punto directamente, la injusticia es un factor dentro de cada una de estas áreas debido a la siempre presente naturaleza humana. Al nivel macroeconómico, la justicia es opugnada por las crisis fiscales, donde el precio de los activos se desploma, los desequilibrios mundiales y la volatilidad de las divisas son componentes interconectados que crean un nexo de problemas inseparables. La experiencia enseña que bajo presión económica, las naciones actúan primeramente tomando medidas de autoprotección, a pesar de los esfuerzos modernos en la actualidad para promover la cooperación internacional y el interés de la comunidad mundial. Así como los individuos, las entidades nacionales son motivadas principalmente por el instinto de conservación.

El nexo de la economía ilegal está ligado a lo que es moralmente malo, donde la injusticia es un hecho. La corrupción, evidenciada por el crimen organizado y el comercio ilícito, es un elemento importante en el mundo en desarrollo. Sin embargo, lo que no debe pasarse por alto es el papel de demanda del mundo en desarrollo. Este nexo de actividades contribuye mas a delante a la inestabilidad de los estados frágiles, al terrorismo y a los conflictos geopolíticos. Algunas de las categorías en los sectores ilegales incluyen falsificación de farmacéuticos y electrónicos, prostitución, la trata de personas, y drogas ilícitas. El valor de la economía ilícita se piensa que es del 7 al 10 por ciento de la economía global (los «Riesgos Globales de 2011» estimados en 2009 fueron $1.3 billones de dólares, y sigue creciendo).

«La ONU postula que “que alguien que vive en un asentamiento no oficial en Nairobi paga de 5 a 7 veces más por un litro de agua, que un ciudadano promedio Norteamericano”».

Catarina De Albuquerque y Magdalena Sepulveda (UN Office of the High Commissioner for Human Rights, Press Release, 22 de marzo del 2011)

La injusticia es fácilmente provocada en el tercer grupo de preocupaciones mundiales. Las respuestas egoístas al reto del cambio climático afectan no solo al medio ambiente mundial sino también a la volatilidad del precio de la energía, y a la seguridad alimentaria y del agua. Como resultado, los temas de la equidad y justicia se manifiestan en guerras por los recursos, alza de precios de productos básicos, y las prácticas irresponsables de la energía, entre otros resultados. La segunda parte de esta serie se centró en la seguridad humana de las necesidades de alimentos y agua. Las desigualdades más obvias tienen que ver con las disparidades entre el mundo subdesarrollado y el desarrollado. En el primero, mil millones de personas pasan hambre todos los días; en el segundo, entre el 40–50 por ciento de todos los alimentos nunca son consumidos. Alrededor del 40 por ciento de la población mundial no tiene acceso inmediato al agua limpia o en mucho de los casos deben caminar un kilómetro o más para traer suministros. Para que una familia de cinco adquiera 20 litros o un poco más de 5 galones estadounidenses por persona—la cantidad establecida como norma mínima diaria—significaría acarrear 100 kilos (220 lbs.) de agua cada día. En el otro extremo, aquellos con acceso fácil sueltan 70 litros por persona (18.5 galones estadounidenses) por el inodoro al día, según un estudio exhaustivo sobre el uso residencial del agua llevado a cabo por la American Water Works Research Foundation en 1999.

Derechos Humanos

La aprobación unánime de la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH) en 1948 por las Naciones Unidas fue un homenaje a la labor de un pequeño grupo de diplomáticos internacionales, presidido por la esposa del fallecido presidente de EE.UU. Eleanor Roosevelt. El comité formuló 30 artículos por medio de la discusión filosófica, jurídica, cultural, moral y espiritual y el compromiso. La entonces recién finalizada guerra mundial, con su indescriptible horror y el genocidio nazi, apresuró el esfuerzo para hacer realidad un código universal de la no discriminación y el respeto a la dignidad humana.

Aunque algunas naciones se abstuvieron en la votación, el resultado se ha convertido en una parte de la estructura del mundo moderno y se ha integrado en las constituciones de varios países. Es digno de mención, por lo tanto, que ninguno ha tenido éxito en acabar con la injusticia.

El texto completo de la declaración se encuentra disponible a través del sitio en internet de las Naciones Unidas.

Intentos por resolver algunas de las injusticias humanas mundiales ha sido el enfoque de las Naciones Unidas y sus organismos, las cuales han tenido mucho progreso. Ya en 1948, la organización había formulado la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esta ha demostrado ser el diseño de más éxito en la lucha por la desigualdad. Sin embargo, más recientemente, el trastorno de la economía mundial y el fracaso de los esfuerzos de los gobiernos mundiales para resolver puntos muertos de la economía, y las preocupaciones medioambientales han retrocedido al progreso. La crisis económica mundial, detonada por la ambición y prácticas comerciales injustas, también han desacelerado los esfuerzos para proveer agua adecuada y alimentos a las personas en situaciones en desventaja. La paralización en los tratados de comercio entre los países desarrollados y subdesarrollados, en particular el colapso de la Ronda de Doha en las negociaciones en 2008, ha añadido miseria a la miseria de los pobres. Conversaciones sobre el clima dirigidas a la creación de normas mundiales para el cuidado del medio ambiente están estancadas mientras las naciones persiguen intereses propios. El 2009 terminó con las reuniones de Copenhague, lo que debe ser considerado una declaración débil. La falta de equidad en el trato de nuestro medio ambiente comunitario castigará esta y futuras generaciones en lo que concierne a alimentos, agua y energía.

De mala gana, tenemos que admitir que si bien ha habido una gran mejora en algunos aspectos, la injusticia permanece incrustada en la vida humana. Según el informe anual de 2010 de la Comisión Internacional de Juristas, «a pesar de que 160 Estados toman parte en el Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales (ICESCR por sus siglas en inglés), y que por lo tanto debieron haber incorporado sus estipulaciones en la ley domestica y provisto soluciones judiciales para los individuos alegando violación de sus derechos, las victimas continúan encarando tremendas dificultades en tener acceso a la justicia» (énfasis agregado).

«LA JUSTICIA LEJANA DE NOSTROS»

En el siglo primero, el estado del mundo motivó a un hombre a reflexionar que la justicia no se encontraba por ningún lado y que no había ni un solo «justo», escribió una carta a la congregación en Roma. El apóstol Pablo basó su conclusión en parte a las palabras del profeta hebreo Isaías: «No conocen el camino de la paz, ni hay justicia en sus caminos; sus veredas son torcidas, y todo el que las siga jamás conocerá la paz» (Isaías 59:8, Versión RVC véase también Romanos 3:15–17). Pablo vivía en un mundo grecorromano; Isaías vivió siglos antes en el reino de Judá. Separados por 700 años, estos expresaron la misma conclusión sobre la humanidad. Un tema importante en los escritos de Isaías, es la necesidad de que la justicia sea establecida.

Al principio de su libro, el profeta describe a una sociedad corrupta, donde las personas actúan «Con ellos evitan la defensa de los pobres, y les niegan la justicia a los afligidos de mi pueblo; ¡despojan a las viudas y les roban a los huérfanos!» (Isaías 10:2). En la misma época otro profeta de Judá, Habacuc, escribió acerca de los efectos del incumplimiento de practicar la conducta correcta hacia el prójimo: «Por eso tu ley carece de fuerza, y la justicia no se aplica con verdad. Por eso los impíos asedian a los justos, y se tuerce la justicia» (Habacuc 1:4). Este es sin duda una observación que resuena a cualquiera que haya experimentado un trato injusto por parte de los mejores dotados para ayudar.

Sin duda, Pablo hubiera encontrado estos dos pasajes como descripciones exactas para su época también. Ciertamente uno de sus contemporáneos lo hizo. Escribiendo sobre los empleadores injustos, Santiago el hermano de Jesús dice, «Pero claman contra ustedes los sueldos que, con engaños, no han pagado a los que trabajaron levantando sus cosechas. ¡Y el clamor de esos trabajadores ha llegado a los oídos del Señor de los ejércitos! Aquí en la tierra, ustedes han vivido rodeados de placeres, y lo único que han logrado es engordar para el día de la matanza» (Santiago 5:4–5).

El desorden social que resulta de la injusticia es reflejado en las siguientes palabras de Isaías (bien podría haber estado escribiendo acerca del Siglo XXI): «Por eso la justicia se alejó de nosotros, y el derecho no nos alcanzó; esperábamos luz, y lo que tenemos son tinieblas; resplandores, y andamos en la oscuridad. … Mantenemos lejos de nosotros a la justicia y el derecho; la verdad es obstaculizada en la plaza, y a la equidad no se le permite llegar» (Isaías 59:9, 14). La persona que reconoce lo que ha sucedido y se aferra a los verdaderos valores se pone así mismo en gran peligro: «En ninguna parte se encuentra la verdad. A quien se aparta del mal se le pone en prisión» (versículo 15).

Justicia y Rectitud

Dos aspectos del carácter de Dios están vinculados en varios pasajes de la Biblia (Versión RVC). La justicia es el resultado de Su rectitud. Ambos serán evidentes en el nuevo mundo en el que Dios ha prometido sobre esta tierra.

«Él es nuestra Roca, y su obra es perfecta; todos sus caminos son de justicia. Es el Dios de la verdad, justo y recto; en él no hay ninguna maldad» (Deuteronomio 32:4).

«El Señor imparte justicia y defiende a todos los que sufren por la violencia» (Salmos 103:6).

«El Señor ama la justicia y el derecho; la tierra está llena de su misericordia» (Salmos 33:5).

«Tu trono se basa en la justicia y el derecho; la misericordia y la verdad son tus heraldos» (Salmos 89:14).

«Pero el Señor de los ejércitos será exaltado con la justicia; el Dios Santo será santificado con la victoria» (Isaías 5:16).

«El trono se afirmará en la misericordia, y sobre él reinará con la verdad, en la casa de David, el juez que busque hacer justicia y dar prioridad al derecho» (Isaías 16:5).

Las sociedades tienen dichos problemas debido a que la justicia y la rectitud (manera correcta de pensar y de vivir) no son naturales a la esfera humana. Sin embargo, estas características piadosas pueden practicarse hoy individualmente y finalmente se convertirán en la base de toda la sociedad (Véase «Ahora, ¿Qué Podemos Hacer?»). La injusticia dará paso a la justicia cuando la rectitud se convierta en el estándar de todo comportamiento. Isaías lo sabía muy bien, al hablar de un gobernante mundial justo, dijo, «La extensión de su imperio y la paz en él no tendrán límite. Reinará sobre el trono de David y sobre su reino, y lo afirmará y confirmará en la justicia y el derecho, desde ahora y para siempre. Esto lo hará el celo del Señor de los ejércitos» (Isaías 9:7; véase también 16:5).

Esto se entiende como una referencia a la venida del Mesías. Sin embargo, Cristo no cumplió con estos aspectos de su papel profetizado cuando vino en el siglo primero. Esto es para un tiempo futuro, cuando la justicia universal se haga realidad. Así es como el Evangelio de Mateo cita las palabras del Padre sobre Jesús: «Éste es mi siervo, a quien he escogido; mi Amado, en quien se complace mi alma. Pondré mi Espíritu sobre él, y a las naciones anunciará juicio» (Mateo 12:18). Esto también es de Isaías, donde el profeta muestra que el Mesías será persistente en su búsqueda de justicia y equidad para todos: «No se cansará ni se fatigará hasta que haya establecido la justicia en la tierra; las ostas esperarán sus enseñanzas» (Isaías 42:4).

Todos queremos justicia perfecta, pero ¿quién puede proporcionarla continuamente en todo el mundo? Este es el único.