¿Quién necesita un héroe?

La noción de la figura heroica ha sido parte de la cultura popular desde hace largo tiempo. Las historias de Robin Hood se han contado durante unos 700 años, narrando que un encapuchado medieval vestido de verde olivo, maestro del arco y la flecha, robaba a los ricos para darles a los pobres de Inglaterra que se encontraban bajo el yugo del Príncipe Juan. J. K. Rowling nos ha dado a un héroe moderno, Harry Potter, el joven mago que lucha contra las fuerzas del malvado Voldemort. Pero, claro, el heroísmo adquiere todo un nuevo significado cuando las figuras salvadoras en cuestión son superhéroes con súper poderes. El epítome de este género es probablemente Superman, el «Hombre de acero», dotado de visión de rayos X, la capacidad de volar y una fuerza sobrehumana, quien emplea sus habilidades para salvar a la humanidad de villanos infames o desastres naturales. 

También podemos encontrar el tema del héroe en la música moderna. A mediados de la década de 1980, la cantante galesa Bonnie Tyler cantaba «Necesito un héroe» como parte de su balada pop «Holding Out for a Hero» [En espera de un héroe]. Esta canción se utilizó posteriormente en el filme Shrek 2, en una escena donde Shrek emprende el rescate de Fiona, salvándola de las garras del atractivo, aunque desafortunado impostor Príncipe Encantador. En días más recientes, la cantante canadiense Lights ha expresado en su tema «Saviour» [Salvador] la necesidad de que alguien acuda a salvarla… lo antes posible. 

La frecuencia de este tema recurrente al pasar las generaciones podría ser indicio de una esperanza arraigada en las personas de que todo estará bien: alguien pondrá manos a la obra, saldrá a su rescate y los salvará del peligro o crisis actual.

Parece que, cuando se trata de héroes, en realidad nada es suficiente. Por supuesto, este anhelo es sólo una fantasía y se puede disculpar como inocuo escapismo. Nunca podría aplicarse al mundo real. ¿O sí? Tristemente, muchos de los más despóticos líderes mundiales de siglos pasados pretendieron ser salvadores benévolos, llegaron a considerarse dioses y dejaron millones de muertos al paso de sus deficientes programas. Mussolini, Hitler, Stalin, Mao y Pol Pot son algunos de la historia más reciente que se nos vienen a la mente de inmediato (consulte ¡Mesías! Los Gobernantes y el Papel de la Religión). A diferencia de muchos de los héroes de la literatura, las canciones y las películas, todos ellos fueron personajes demasiado reales que no trabajaron para el bien común; sin embargo, sorpresivamente, muchas personas comunes y corrientes buscaron que estos «héroes» resolvieran sus problemas. Pareciera que durante épocas de desesperación muchas personas son presa de remedios desesperados. 

Algunos podrían argumentar que al vivir en una época más progresista y democrática se corren menos riesgos de esperar que figuras autoritarias sean sus líderes y se les dé carta blanca a sus políticas. Las modernas sociedades occidentales en particular se muestran mucho más escépticas y parecen ser menos propensas a ser engañadas con formulismos y retórica que las culturas del pasado. Esto, aunado a la desconfianza hacia los gobernantes y el proceso político, provoca que las personas asuman la labor de buscar sus propias soluciones a los problemas. En su canción «Land of Confusion» [Tierra de confusión], el grupo de Rock Genesis pregunta: «Superman, ¿dónde estás?». En una tierra donde demasiadas personas contribuyen a problemas descomunales, ofrecen la esperanza de que su generación pondrá todo en orden. En lugar de buscar la figura de un superhéroe, sugieren que nosotros asumamos esa responsabilidad: 

Éste es el mundo en que vivimos Y éstas las manos que nos dieron Usémoslas y empecemos a tratar De crear un mundo donde valga la pena vivir.

Ante esta realidad, ése podría parecer un enfoque ideal: acciones adecuadas implementadas a nivel local, en donde se necesitan, por la gente que está intrínsecamente involucrada. A decir verdad, muchos proyectos de la comunidad local prosperan como resultado de movimientos de origen popular emprendidos por los ciudadanos de esa comunidad. Aunque podemos hacer mucho bien para ayudar a otros y a nosotros mismos a nivel local, así como es la naturaleza humana, en ocasiones este mismo principio se aplica de manera errónea. Por ejemplo, la vigilancia parapolicial, una situación en la cual un individuo o grupo toma la justicia en sus propias manos y busca castigo o venganza, es un lado más oscuro del mismo enfoque. 

También es verdad que no todos los problemas son lo suficientemente locales como para que nuestros esfuerzos a pequeña escala los resuelvan por completo. Fuentes respetadas publican cada vez más advertencias de situaciones apocalípticas respecto a la población mundial, el suministro de agua y alimentos, y el calentamiento global, todas ellas intrínsecamente vinculadas. El Optimum Population Trust (OPT) es una institución de caridad con sede en el Reino Unido que cuenta con un grupo de expertos enfocados en el impacto que causa el crecimiento poblacional en el medio ambiente. El OPT reta la noción que tienen algunos de que nuestra población puede seguir aumentando sin consecuencias negativas, y la creencia de que es posible lograr un crecimiento perpetuo en la expansión económica basada en el consumo. El OPT realiza esta dura advertencia: «Cada semana nacen 1.58 millones de personas más en este planeta. La especie humana ya está causando graves daños ambientales a su único hábitat: la Tierra. Las consecuencias rechazadas desde hace mucho tiempo respecto a la explotación poblacional de los ecosistemas, los alimentos y los recursos energéticos son claras para todos, pero las políticas poblacionales pacíficas continúan sin ser una prioridad en la lista de soluciones. Las alternativas —los métodos de la naturaleza para el control poblacional— son el hambre, las enfermedades y la guerra».

Los problemas que enfrenta la humanidad aumentan cada vez más su escala y su complejidad, y las acciones de una parte del mundo tienen un impacto en el otro extremo. El ambientalista y escritor Lester R. Brown, cuyos muchos reconocimientos incluyen el Premio Ambiental de las Naciones Unidas de 1987, es el fundador del Worldwatch Institute y el fundador y presidente del Earth Policy Institute. En su libro Could Food Shortages Bring Down Civilization? [¿Es posible que la falta de alimentos acabe con la civilización?), argumenta que los efectos combinados de las tendencias agrícolas, poblacionales, ambientales y económicas en el mundo, junto con las subsiguientes tensiones políticas, apuntan al posible desplome de gobiernos y sociedades, y ofrece como única opción para salvar a la civilización un plan B compuesto de cuatro factores: «Un esfuerzo masivo para disminuir en un 80% las emisiones de carbono para el año 2020 en comparación con sus niveles de 2006, la estabilización de la población mundial en ocho mil millones para el año 2040, la erradicación de la pobreza y la restauración de bosques, suelos y mantos acuíferos».

Brown se ha dado cuenta de que, para lograrlo, se «requieren medidas extraordinariamente demandantes», pues todo requeriría inversiones coordinadas y la cooperación internacional a una escala sin paralelo. Pero ¿cuán probable es lograr un aumento en las inversiones, en especial luego de una crisis financiera mundial? Ello también se relaciona con la necesidad de que los políticos estén dispuestos a tomar decisiones difíciles ahora para obtener un beneficio a largo plazo. Los líderes del mundo actual forcejean por lograr un acuerdo con respecto a los límites de las emisiones de gases invernadero a fin de evitar un calentamiento global catastrófico. Cada nación tiene que tomar en consideración su propia economía y soportar la presión de proteger la producción industrial, conservar empleos, maximizar las utilidades fiscales y reducir los pagos de asistencia social. Otros grandes problemas, como proveer alimentos y agua a una población mundial en aumento, probablemente enfrenten los mismos obstáculos cuando los intereses asumidos se hagan presentes. 

Quizá se acerca el momento en que, de frente a una posible catástrofe, nuestro enfoque poco sistemático para la resolución de problemas ya no sea suficiente. Bajo este enfoque, tal vez podría ser útil contar con un líder mundial con poder de convencimiento que además tome decisiones y las implemente a escala mundial en beneficio de todos. ¿Será que, después de todo, necesitamos de un héroe? ¿Debemos poner, entonces, nuestra fe en un héroe emergente, esperando que no siga el camino de tantos otros antes que él? 

En algunas composiciones milenarias que antedatan a las ya mencionadas encontramos un mensaje que nos advierte sobre confiar en nosotros mismos y en salvadores humanos. Muchas de esas composiciones (o salmos, como se les conoce) se encuentran en la Biblia y fueron escritas por el Rey David, quien lo sabía todo sobre el liderazgo fallido, pues había experimentado la pérdida de gracia de su antecesor, el rey Saúl. A pesar de su prometedor inicio, que ofrecía la oportunidad de derrotar a los enemigos de su nación, Saúl cayó en un declive moral. Por ejemplo, en un arranque de celos, Saúl ordenó la ejecución de 85 sacerdotes, junto con hombres, mujeres y niños de su ciudad, sólo por haber ayudado a su leal servidor y yerno: Davi. 

En una descripción de un futuro de hambre, dolor y angustia, cuando las personas no dudarán en buscar de nuevo a alguien que les salve, el profeta bíblico Isaías nos presenta un tipo diferente de figura heroica: «y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre» (Isaías 9:6-7). 

Ya sea que la mayoría se haya dado cuenta o no de ello con el paso de los años, este mundo siempre ha necesitado de un héroe, y tal es el caso en estos días. El héroe que Isaías buscaba se describe como Aquél que reinará con mano firme y obtendrá resultados, pero que, a diferencia de muchos líderes humanos fallidos, pondrá manos a la obra basándose en el principio de preocuparse amorosamente por la humanidad. Por supuesto, ese líder es Jesucristo: más que un tierno bebé en el que se piensa en Navidad, y más que una figura histórica que hizo el bien y luego murió en manos de los romanos, Jesús es descrito en la Biblia como el hijo de Dios viviente, quien regresará a esta tierra para regir y corregir el rumbo. 

Ése es un héroe que vale la pena esperar.