Coronas Corruptibles

Desde Julio Cesar hasta Benito Mussolini, los conquistadores en la historia comparten afinidad con las guirnalda de laurel de Apolo.

La guirnalda de laurel o «corona» del jinete del caballo blanco en Apocalipsis 6:2, es una imagen prevalente entre los hombres que se posicionan a sí mismos como salvadores mesiánicos. Sin embargo, ¿de dónde viene la idea que al conquistador se le corone con una guirnalda de laurel?

En la mitología griega la guirnalda de laurel fue instituida por Apolo o Febo, dios del arco y flecha, quien era identificado con el sol además de ser el conductor del carro del mismo, así que por lo tanto también era el dios de la luz (más tarde los romanos le asociaron con su dios del Sol). De acuerdo con el relato popular griego, Apolo persiguió a la renuente ninfa Dafne hasta que fue transformada en un laurel. De sus ramas el desconsolado dios hizo la corona con la que se convertiría en sinónimo.

El centro al culto de Apolo era Delfos, que para los antiguos griegos era el centro del mundo. Otro mito dice que consiguió ese sitio al matar al dragón Pitón (posiblemente derivado de la palabra griega pitia, «podrir»). Apolo asumió su poder sobre el oráculo, y el cuerpo de Pitón se pensó que se había podrido y fue enterrado bajo el nuevo santuario del dios victorioso. A partir de entonces Apolo fue conocido como Pitón Apolo. Los devotos del dios buscaban juicio de sus sacerdotisas, las Pitonisas, y cuando era favorable, estos «regresaban a casa llevando una corona de laurel», según el Penguin Dictionary of Symbols (Diccionario de Símbolos Penguin).

Otra parte del mito de Apolo le acredita con la institución de los Juegos Píticos, en la que a los vencedores se les coronaba con guirnaldas de laurel. Estos juegos, que se celebraban cada cuatro años en Delfos, no se limitaban a la fuerza física, sino también incluían competiciones artísticas como el teatro, la danza, la música y la poesía. A los ganadores en todas estas ramas de igual manera se les coronaba con guirnaldas de laurel. De ahí que tenemos términos como el poeta laureado y el actualmente laureado premio Nobel, cada uno de los cuales es en sentido figurado una «coronación con laurel».

Los vínculos con Apolo entre los filósofos griegos son abundantes. Un influyente presocrático, Empédocles, llevaba una corona de laurel de Apolo en la cabeza declarando su propia divinidad en su poesía filosófica: «Entre ustedes ando como un dios inmortal». Platón, en su Apología, de igual forma expresó el mito de Apolo. Tenía su dicho socrático que el filosofar «ha… sido impuesto en mí por el dios [Apolo], por medio de oráculos y sueños». El edicto más importante de Sócrates, aprende a «conocerte a ti mismo», fue primeramente escrito en el pronaos, o vestíbulo, del templo de Apolo en Delfos. Por su parte, Aristóteles, fundó su famosa escuela en un bosque sagrado para Apolo.

«Al igual que todas las siemprevivas, los laureles simbolizan la inmortalidad... Como un matorral sagrado para Apolo, el laurel simboliza la inmortalidad adquirida a través de la victoria... »

 

Jean Chevalier y Alain Gheerbrant, The Penguin Dictionary of Symbols (1996)

El dios griego eventualmente fue encerrado en el panteón romano, y su corona de laurel se asoció con Victoria, la diosa del triunfo victoria. Con el tiempo, la emblemática corona de Apolo llegó a simbolizar «la inmortalidad adquirida a través de la victoria y es por eso que se utilizan sus hojas para coronar héroes, genios y sabios», de acuerdo al Penguin Dictionary of Symbols.

Por tanto, no es de sorprenderse que muchos de los susodichos salvadores de los últimos 2,000 años, colectivamente representados por el jinete del caballo blanco en el libro del Apocalipsis 6, sean representados con dicha guirnalda. La historia demuestra que estos llegaron conquistando con fuerza, aseverando ser héroes, genios y hombres sabios que podían resolver los problemas de la humanidad. Además, no es sorprendente que muchos de estos falsos mesías se hayan identificado, y se identifiquen con Apolo.

Por ejemplo, en la época romana pagana que trató de hacer de Roma el centro del mundo, Julio César (ca. 100–44 BCE), quien en vida afirmaba que descendía de los dioses, famoso por coronarse a sí mismo en una entrada triunfal con una guirnalda, idea que adquirió de los griegos. Fueron sus victorias militares las que realmente se integraron a la asociación cultural de la corona de laurel con los conquistadores militares.

Después de su muerte, Julio César fue proclamado Divus Iulius (Divino Julio), y su sobrino e hijo adoptivo, César Augusto (63 a. C. –14 EC), en consecuencia construyó un templo en su honor. Augusto, al igual que su padre, tenía monedas acuñadas en las que estaba representado usando la guirnalda de laurel; Además de llamarse a sí mismo Divi Filius (hijo de un dios), se vinculó activamente a sí mismo con Apolo.

Unos siglos más tarde, en el año 310, un orador pagano anónimo comentó en un discurso que Constantino, uno de los fundadores del cristianismo romano, había tenido una visión de Apolo en un templo de la Galia. En el año 330, Constantino finalizó la reconstrucción de Bizancio como Constantinopla, y por un tiempo la ciudad se convirtió en la nueva Roma en Oriente. El historiador John Julius Norwich dice que «en efecto fue el centro del mundo». Como si transfiriera el poder de Delfos a su nuevo centro mundial, Constantino tomo la Columna de la Serpiente del templo de Apolo (Delfos) y la colocó en su nuevo hipódromo. Con gran obstinación, también, trajo de Heliópolis, la «Ciudad del Sol» en Egipto lo que hoy se conoce como la Columna de Constantino; sobre esta, parada estaba la estatua de Helios de Fidias, el dios sol, la cabeza fue modificada para que se asemejase al Constantino «cristiano», adornado con un halo de radiantes rayos del dios sol.

Igual que otros emperadores antes y después de él, Constantino tenía monedas tañadas a su semejanza. Algunas mostraban el sol al reverso, con la inscripción «Al Sol, mi compañero invencible»; muchas presentaban al emperador con una guirnalda de laurel en su cabeza.

Así pues, la corona de la victoria pasó a los sucesivos (aparentemente cristianos) mesías en potencia. Así mismo en moneda, la cabeza de Carlomagno está adornada con una guirnalda de laureles. En 1620, van Dyck pintó una pieza titulada «Charles V on Horseback» [Carlos V a Caballo] donde una águila imperial sostiene una guirnalda con sus talones, depositándola en la cabeza de Carlos como Santo Emperador Romano. Sin embargo, Napoleón, otro emperador y salvador autoproclamado, se muestra en las pinturas que lleva una corona de laurel de oro.

Napoleon en su lecho de muerte, May 1821, óleo sobre lienzo de Horace Vernet,1825

Esto nos lleva al siglo XX, con los mesías de hoy en día que se cincelaron en el modelo romano. En marzo de 1927 el Milwaukee Sentinel citó al entonces primer ministro italiano Benito Mussolini declarando, «Julio Cesar es mi modelo—mi inspiración». El periodista también vinculó a Mussolini con otros emperadores como Augusto, Nerón y Napoleón, informando que el primer ministro incluso «se había mandado hacer un busto de sí mismo llevando una corona imperial».

Así que la guirnalda de laureles sirve como corona en Apocalipsis señalando a los falsos mesías quienes, por los últimos dos mil años colectivamente han tomado parte del caballo blanco y su jinete.