Guía Paternal Requerida

Los niños necesitan una orientación firme y amorosa para ayudarles a encontrar su camino en la vida. Solamente que los padres necesitan saber el camino primero.

¿Podría su hijo estar por el camino a la violencia?

En el año 2000, el U.S. Secret Service National Threat Assessment Center (Centro de Servicio Secreto Nacional de Evaluación de Amenazas en los Estados Unidos) llevó a cabo una investigación de 37 tiroteos en las escuelas. Su reporte provisional indicó que aunque no existe un perfil útil del tipo de jóvenes involucrados, todos los tiradores habían estado en camino a la violencia.

Dado que los autores procedían de una amplia gama de antecedentes familiares y capacidades académicas, el problema no pudo ser aislado a un grupo social o tipo de personalidad. Al parecer todos los niños son vulnerables a los crecientes problemas que afectan a la juventud de hoy.

En consecuencia, el carácter de nuestros jóvenes debe ser de gran preocupación para todos. De cualquier manera que lo veamos, tenemos una crisis de proporción cada vez mayor en nuestras manos cuando se trata del desarrollo de nuestros hijos. Sin embargo, aunque los expertos acuerdan con la existencia del problema, estos difieren enormemente en cuanto a la manera de solucionarlo.

Uno de estos expertos es William Damon psicólogo de la Universidad de Stanford. En su calidad de profesor de educación y director del Centro para la Adolescencia, cree que existe una batalla por el futuro de la sociedad y que en este momento no existe algún resultado determinado. Por otro lado, afirma en su libro Greater Expectations: Overcoming the Culture of Indulgence in America’s Homes and Schools (1995) (Grandes Esperanzas: Venciendo la Cultura de la Indulgencia en los Hogares y Escuelas en los Estados Unidos) que «en el corazón de la crisis existe un fracaso en la capacidad de nuestra sociedad para guiar el desarrollo de los jóvenes en direcciones productivas».

Cuando las nuevas generaciones exhiben un comportamiento antisocial y autodestructivo, tenemos que aceptar que algo anda mal, después a continuación encontrar el problema y solucionarlo. En una sociedad a la deriva de sus arraigos morales le será difícil lograrlo. Sin embargo, hasta que de manera individual aceptemos la responsabilidad por la cultura que genera tales problemas, la batalla por la mente de nuestros jóvenes continuará yendo en contra nuestra.

Entonces, ¿qué hay detrás del fracaso que Damon menciona? ¿Podría ser que el problema está en que no hemos transmitido las normas debido a que ya no tenemos un común acuerdo de lo que se debe transmitir?

Según Damon, «nadie puede dudar que la modernidad ha afectado la crianza de los hijos en muchas maneras profundas. Algunos cambios sin duda alguna han sido para bien. … Otros cambios francamente para mal: por ejemplo la disolución de los lasos familiares y comunitarios que han soltado a millones de niños de la guía y protección que necesitan durante sus años de formación».

En un esfuerzo por informar a los legisladores, expertos en políticas y población en general sobre algunos de estos cambios, el ex secretario de educación de los Estados Unidos William Bennett recopiló el Index of Leading Cultural Indicators 2001 (Índice de los Principales Indicadores Culturales 2001). Aunque reconoce logros en ciertas aéreas culturales durante la década de los 90, el informe habla claramente sobre el aumento de la desintegración de la familia norteamericana. Se dice que durante la década de los 90, el índice de nacimientos fuera del matrimonio en los Estados Unidos incrementó un 18 por ciento, el número de familias encabezado por algún padre soltero incrementó un 13 por ciento, la taza de nupcialidad disminuyó un 9 por ciento, y el número de uniones libres incrementó un 48 por ciento.

Bennett señaló, «La familia es la unidad fundamental de la sociedad, sin embargo, los factores culturales, demográficos, económicos y políticos han debilitado los lazos que solían mantenernos unidos».

Esta alarmante tendencia no se limita únicamente a los Estados Unidos. Datos de la División de Estadísticas de las Naciones Unidas muestran un aumento sin precedentes en las tasas de divorcios en todo el mundo desde 1960.

NO HAY LUGAR COMO EL HOGAR

La desintegración de una familia no surge de la nada. El comportamiento antisocial en los niños tiene una causa, y aunque existen numerosos factores, la fuente principal es, según Damon, «la desintegración de los vínculos familiares y comunitarios».

Se requiere de padres que estén preparados para mantenerse firmes en contra de las influencias culturales que han sido, nuevamente en palabras de Damon, «francamente para mal», y que comiencen a tomar acción concertada, positiva en el desarrollo de sus hijos. «La pérdida del control familiar», comenta Damon, «es tanto percibida como real. … Entre el confuso relativismo cultural de los tiempos modernos y las inquietantes guerras culturales de la época actual, los adultos en nuestra sociedad se han vuelto indecisos en cuanto a cuáles son las formulas y proscripciones ‘correctas’ para impartir a los jóvenes». Esta incertidumbre se filtra en la comunidad, las escuelas y las iglesias.

«Demasiados padres tratan de comprar a sus hijos. … Quieren ser populares con sus hijos y frecuentemente están temerosos de implementar reglas duras. Es la idea de que “mis hijos no me van a querer si les digo que no”».

William Damon, Psicólogo (Visión Entrevista, 2002)

La función de la familia adquiere una importancia aun mayor una vez que comenzamos a entender la necesidad por el desarrollo del carácter. Implícito en el buen carácter es la moral. El relativismo cultural al que se refiere Damon de ninguna manera apoya o alienta la moral que subyace en el carácter sano. Como resultado, el carácter encabeza la lista de bajas en las guerras culturales.

¿En donde deberían comenzar los padres por recuperar su papel tradicional como figuras de autoridad y guías morales para sus hijos?

Es evidente que para comenzar tienen que estar seguros de la clase de valores que quieren transmitir a su descendencia. A pesar de los debates en curso sobre el papel de los medios de información, las escuelas y otras influencias externas actúan en el comportamiento de los niños, estas influencias pueden ser contrarrestadas de forma efectiva en el hogar, donde el desarrollo del buen carácter comienza.

La sociedad necesita de padres que estén comprometidos con la responsabilidad de proveer un hogar estable para sus hijos. Sin embargo, los padres deben estar cimentados ellos mismos antes que puedan proveer un medioambiente estable para el desarrollo de las virtudes morales en sus hijos. Encaremos los hechos: nuestra cultura, nuestra comunidad con todas sus fragmentaciones y diversidad de estándares, no generará por sí misma un niño con carácter moral sano. Los niños necesitan padres comprometidos a vivir las virtudes morales que quieren que sus hijos desarrollen.

«Criar hijos egoístas no es bueno para la sociedad, mas tampoco lo es para su propia salud mental el ser completamente ensimismados».

William Damon, Psicólogo (Visión Entrevista, 2002)

No obstante, la sociedad contemporánea representa un problema. James Davison Hunter, en su libro The Death of Character (El Deceso del Carácter) lo pone de esta manera: «El deseo de optimizar el interés personal y minimizar el costo personal en todos los ámbitos de la vida… es un compromiso moral sostenido de forma desigual, empero sostenido virtualmente por todos». En otras palabras, la gente es egoísta. Ahora bien, si vivimos un estilo de vida egoísta, lo que podemos esperar es que nuestros hijos no solo nos imiten, sino que con la presión de las fuerzas culturales, probablemente eleven ese egoísmo a niveles más altos. Es indudablemente cierto que el carácter personal y el ejemplo de los padres es más fuerte que cualquier comunicación verbal que pudieran atentar.

RELATIVAMENTE MORAL

El primer paso para transformar el corrosivo clima cultural que afecta nuestros hogares es hacer frente al relativismo. Nuestra moralidad cultural dice que es aceptable tener hijos fuera del matrimonio, involucrarse en relaciones adulteras, o simplemente ir en pos de intereses personales a expensas de la familia. Se nos ha enseñado que, si bien no escogería yo hacer lo que haces tú, pero es adecuado para ti, entonces no es de mi incumbencia.

Dicho relativismo reduce la verdad a lo que creamos que la verdad sea. El relativismo considera al yo como independiente y libre de escoger sus propias normas dentro de un marco social relajado. Este relativismo está profundamente arraigado en prácticamente cada institución en la que nuestros hijos entraran en contacto, incluyendo escuelas e incluso iglesias. ¿Quiere decir esto que dichos enfoques no pueden ser repuntados para que nuestros hijos puedan estar bajo la instrucción correcta? Es evidente que no. Existe una salida a este dilema.

En primer lugar debemos reconocer que la lógica del relativismo, la cual dice que la moralidad es personal, falla cuando es analizada a la luz del efecto de goteo en la desintegración familiar. La manera como vivimos nuestras vidas afecta a los demás.

Judith Wallerstein, una experta sobre la influencia del divorcio en los niños, presenta este ejemplo: «Los niños aprenden muchas lecciones sobre las rodillas de sus padres, desde el instante en que nacen hasta que dejan el hogar. … Una y miles de imágenes son internalizadas y estas forman el patrón del punto de vista infantil. … [Los hijos] observan a sus padres como personas íntimas (cuando los adultos piensan que nadie les está prestando atención) y como personas públicas en escena fuera del hogar… Estas complejas imágenes de interacción con los padres son cruciales en el escenario familiar además de ser de duradera importancia para los hijos» (El Inesperado Legado del Divorcio, 2001).

El hecho de que nuestras decisiones morales afectan a otros dentro de la familia es una verdad que no se puede evitar. Para proteger a la familia, necesitamos un código moral que no haga daño a otras personas. Nuestras virtudes morales deben proporcionar un ambiente acogedor para aquellos que nos rodean. La moral que se enseña y se abriga dentro de la familia se convierte en el fundamento de la moralidad social, puesto que la familia es la unidad fundamental de la sociedad.

CUESTION DE ESTILO

Emanando de verdades morales objetivas es la manera o estilo bajo el cual les serán enseñadas estas virtudes a los niños. ¿Cual estilo de entrenamiento es el que producirá los mejores resultados? Obviamente todos los niños son diferentes y requiere de los padres que trabajen con ellos según su caso, sin embargo, en general todos los extremos de intemperancia y autoritarismo lo mejor es evitarlos.

El psicólogo infantil Lawrence E. Shapiro escribe, «Los investigadores que estudian cómo reaccionan lo padres con sus hijos, han descubierto que existen tres estilos generales de ser padres: autoritarios, permisivos, y democráticos. Los padres autoritarios imponen reglas estrictas y esperan que sean obedecidas. …Su énfasis es en el orden y control. …

«Los padres permisivos… buscan mostrar aceptación y transmitir apoyo lo más posible, pero tienden a ser muy pasivos cuando tienen que establecer límites o en su respuesta a la desobediencia. …

«Los padres demócratas (autorizados)… logran equilibrar límites claros con un ambiente favorable en el hogar. Ofrecen una orientación, pero no ejercen control; suelen dar explicaciones de lo que hacen mientras que les permiten a los hijos opinar en las decisiones importantes. Estos padres valoran la independencia de sus hijos, sin embargo los comprometen con criterios elevados de responsabilidad hacia la familia, amigos, y la comunidad» (La Inteligencia Emocional de los Niños, 1997).

«Los niños prosperan con la guía; les ayuda a ser autónomos, gente creativa. A los niños les gustan los desafíos. Así es como desarrollan sus fortalezas».

William Damon, Psicólogo (Visión Entrevista, 2002)

Para lograr este balance, los padres necesitan un enfoque unificado para que lo niños no reciban señales confusas o ambiguas en cuanto a cuáles son sus límites. La comunicación necesita ser clara. Los padres solteros deben reconocer que la ausencia de la pareja solo aumenta la necesidad de su hijo por una instrucción moral clara.

¿Por qué es importante esto? Debido a que estamos rodeados por un océano de información, que, como ya se ha señalado, se suele presentar como una muestra heterogénea de verdades relativas de las cuales somos libres de escoger. Para el adulto es imposible, y ni hablar para un niño, rebuscar en la información disponible y separar el grano de la paja. Los niños necesitan ayuda para trazar un rumbo a través de este océano, y es parte de la responsabilidad de los padres dirigir este proceso de navegación.

Ni el acatamiento obligatorio de dictámenes autoritarios ni la suavidad de la permisividad fomentará la comprensión que el niño necesita para internalizar un código moral que se traduzca en buenos hábitos y normas elevadas. Los niños necesitan el tipo de influencia de los padres que inculquen ese entendimiento. Necesitan verdades morales objetivas que son claramente delineadas para que puedan ver la necesidad de adoptarlas. El carácter sano requiere que la moralidad llegue a ser parte de ellos, para definir quienes y que son ellos.

MÁS VALIDO QUE NUNCA

No hay necesidad de reinventar la rueda: Esta clase de moralidad, en donde el bien por los demás es puesto por encima de uno mismo, ya ha sido establecido.

Un poco de tiempo empleado en analizar las deficiencias en las vidas de nuestros jóvenes, como señalan Damon, Bennett y otros, produce algunas otras perspectivas valiosas. Una de ellas es el modo de vida enseñado por Jesucristo que suministra fundamentos morales tan necesarios y relevantes hoy en día. Ese modo de vida no se enseña en las escuelas, y tristemente muchas escuelas tradicionales cristianas no lo entienden. El rechazo de esta moralidad es lo que nos trajo a donde estamos ahora.

Cristo dijo que una de las razones por las que vino, fue para hacer que la ley de Dios y sus principios sean aun más validos a la conducta humana. El hecho de que esta ley tiene que ser escrita en los corazones y las mentes de aquellos que escogen someterse a sí mismos a la autoridad de Dios hace posible un cambio profundo en la vida humana.

¿No es este el mismo proceso que estamos tratando de inculcar en nuestros hijos?—¿grabar en sus corazones normas de carácter que les guíen durante toda su vida? La ley de Dios es dirigida hacia el bien de los demás: «Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros» (1 Juan 3:11).

Las virtudes que nuestra familia necesita para poder invertir la bien sustentada tendencia actual de destrucción, están manifestadas en los Diez Mandamientos. Analizar cada principio a su vez y reflexionar en el hecho de que estos de manera colectiva consideran lo que se requiere para restaurar la unidad familiar como unidad fundamental de la sociedad.

Hasta que los padres no consulten la ley de Dios como la pauta de su conducta personal e insistan como instrucción amorosa que estas virtudes lleguen a ser las de sus hijos, no podemos esperar que paren las rupturas familiares, junto con todas las disfunciones que acarrean.