¿Estamos preparados para la siguiente pandemia?

Las autoridades y las organizaciones de salud pública de todo el mundo permanecen muy alertas por la preocupación cada vez mayor sobre una pandemia de gripe aviar, la cual muchos consideran inevitable. Visión habló con varios expertos acerca de la propagación de la enfermedad y qué se puede hacer al respecto, si es que existe esa posibilidad.

La noticia de un puñado de fallecimientos por gripe generalmente no tendría un gran impacto en el mundo actual… a menos que se trate de la cepa del virus H5N1, conocida como la gripe o peste aviar. Reconocido por primera vez en 1997, el virus infectó a 18 personas en Hong Kong y causó seis muertes. Desde finales de 2003 se han documentado otros 169 casos de personas infectadas, de las cuales han muerto 91. También han muerto cientos de millones de aves —especialmente de corral—, ya sea por la enfermedad o sacrificadas como una medida preventiva.

Hasta ahora los casos de personas infectadas con la gripe aviar se han limitado a China, el sureste de Asia, Irak y Turquía. Casi todas estas personas contrajeron el virus mediante el contacto directo con aves infectadas; sin embargo, los científicos de todo el mundo han advertido que el virus podría mutar en una cepa que se pueda transmitir entre seres humanos. Cuando eso suceda, la gripe aviar se podría propagar por todo el mundo y convertirse en una pandemia en unas cuantas semanas: bastaría con que una o dos personas infectadas abordaran un avión hacia otro continente.

La manera más probable en que el virus podría mutar es si una persona que padezca la gripe normal contrajera la gripe aviar al mismo tiempo. «Si ambos virus, el H5N1 de la gripe aviar y el de la gripe normal, infectaran a la misma célula, se facilitaría el intercambio de material genético. El resultado sería un nuevo virus híbrido que se podría transmitir directamente de una persona a otra», explica el Dr. Thomas Monath, Jefe del Departamento de Ciencias en Acambis, una compañía de desarrollo de vacunas con sede en Cambridge, Massachusetts.

Se han realizado varias comparaciones entre el virus H5N1 y el que causó la pandemia de la «gripe española» en 1918, la que quizás fue el brote de gripe más mortal en la historia. Los científicos están preocupados porque el H5N1 aparenta ser tan virulento como el virus de 1918 (el cual también se cree que fue de origen aviar) que provocó la muerte de entre 30 y 100 millones de personas.

«El virus H5N1 se está propagando con rapidez en todo el mundo. Todos los países deben adoptar medidas para proteger la salud humana en contra de la gripe aviar y prepararse para una pandemia.

«No hay tiempo qué perder».

Lee Jong-Wook, Director General de la Organización Mundial de la Salud

Actualmente, la gripe aviar H5N1 se clasifica como endémica. Esto significa que existe sólo en una región en particular. Se le considerará pandémica si el brote se torna mundial.

Por supuesto, la gripe aviar es sólo una entre las nuevas y diversas posibles pandemias. Existen otras, incluyendo el SIDA y las cepas de tuberculosis resistentes a los antibióticos, los estafilococos y la malaria. Todas estas enfermedades empiezan a infectar nuevas regiones del mundo y nuevos segmentos de la población.

¿Por qué se observan tantas posibles pandemias? «Ahora es mucho más fácil que se desarrollen pandemias de lo que fue en el pasado por diversas razones», responde el Dr. Monath. Al referirse a la gripe de 1918, afirma que «Transcurrieron 11 meses para que esa pandemia se propagara por el mundo. La población mundial era mucho menor que la actual. La gente viajaba menos y, cuando lo hacía, era por barco. Hoy el virus se podría transportar mucho más rápido a todo el mundo».

El Dr. Monath considera que ello se debe principalmente a cuatro razones: los viajes por el mundo, las migraciones en masa del mundo en desarrollo, la pobreza y la urbanización.

A TRAVÉS DEL AIRE

Uno de los factores más importantes que contribuyen a la propagación de enfermedades infecciosas son los viajes por aire. De acuerdo con las estadísticas de la industria turística, 700 millones de personas viajan internacionalmente cada año, más que en ningún otro periodo de la historia. «El mundo es mucho más pequeño de lo que solía ser», afirma Jim Hughes, director de los programas mundiales contra las infecciones de la Universidad Emory y exdirector del Centro Nacional de Enfermedades Infecciosas (National Center for Infectious Diseases) en los Centros para el Control de Enfermedades (Centers for Disease Control) de Atlanta, Georgia, EE.UU. «Hoy cualquier persona se puede subir a un avión y llegar al otro lado del mundo en cuestión de 24 a 36 horas».

La velocidad de los viajes permite a un estadounidense ir de safari en Kenia, contraer el virus del Ébola, volar de regreso a Nueva York, pasar por inmigración y la aduana, y finalmente estar un par de días en su trabajo antes de enfermarse. Durante el periodo de incubación —el periodo entre la contracción de la infección y el desarrollo de los síntomas clínicos— esta persona podría exponer a cientos de personas al virus mortal.

«Las personas pueden propagar la enfermedad y ni siquiera saber que están enfermas», advierte Hugo Pennington, Presidente de la Asociación de Microbiología General (Society for General Microbiology) en el Reino Unido y Profesor Honorario de Medicina en el Instituto de Ciencias Médicas (Institute of Medical Sciences) de la Universidad de Aberdeen. Esto es muy diferente del pasado, cuando las personas se transportaban por barco y el viajar de un continente a otro requería de dos a tres semanas. «Si alguien se hubiera infectado antes de abordar el barco, hubiera presentado la enfermedad aún abordo», afirma Pennington. «Al llegar resultaba obvio para las autoridades portuarias cuáles pasajeros estaban enfermos y debían permanecer en cuarentena».

No obstante, en la actualidad, hasta el vuelo internacional más largo es menor al periodo de incubación para la mayoría de las enfermedades contagiosas, lo que vuelve casi imposible identificar a los enfermos antes de que suban o bajen del avión. «Incluso si los pasajeros quedan expuestos a un virus varios días antes de salir de viaje y toman un vuelo de 20 horas a un destino lejano, al llegar todavía podrían encontrarse en el periodo de incubación y verse aparentemente sanos», señala David Freedman, profesor de medicina en la Universidad de Alabama. Entretanto, estas enfermedades infecciosas se propagarán a otras regiones.

SOBRE LA MARCHA

Las crisis de refugiados son otro factor relacionado con la propagación de enfermedades contagiosas. Existen alrededor de 35 millones de refugiados y desplazados internos en todo el mundo, en especial en el África subsahariana, el Medio Oriente, Asia Meridional y Latinoamérica. Varias de estas personas han huido de su hogar debido a conflictos políticos en sus respectivos países. A menudo carecen de buena salud y han viajado a pie por cientos de kilómetros bajo condiciones adversas, con poco o ningún alimento ni agua potable, y una mala higiene. De esta manera, durante su andar se contagian con numerosos microbios patógenos antes de terminar en un campamento, refugio u otra vivienda provisional para refugiados.

Pero no sólo los refugiados transportan los microbios patógenos a nuevas regiones, también los campamentos ofrecen las condiciones ideales para la proliferación de las enfermedades contagiosas. «El típico campamento de refugiados está atestado de gente y carece de servicios sanitarios, y las raciones de agua y alimentos podrían estar contaminados, justo lo que las bacterias necesitan para proliferar», afirma el Dr. Monath. Un ejemplo sería la tragedia luego de la emigración a Zaire de más de medio millón de refugiados ruandeses en 1994. El cólera y la bacteria Shigella dysenteriae arrasaron con los campamentos, provocando la muerte de casi 50,000 personas durante el primer mes.

SUMIDOS EN LA POBREZA

A mediados del siglo XIX el médico inglés John Snow fue uno de los primeros en percatarse de los consistentemente altos índices de enfermedad entre las clases trabajadoras más pobres. Observó que los pobres a menudo estaban desnutridos, tenían un entendimiento limitado de lo que es una higiene adecuada, tenían un acceso limitado a la atención médica y a menudo vivían en barrios superpoblados, justo las condiciones adecuadas para la transmisión de enfermedades. Snow también notó que las enfermedades se propagan desde las áreas de pobreza —en las ciudades, fábricas, minas y callejones— hacia toda la sociedad. El profesor Anderson confirma que «Al final, las enfermedades entre los pobres terminan por convertirse en las enfermedades de los acaudalados».

A mediados del siglo XIX el médico inglés John Snow fue uno de los primeros en percatarse de los consistentemente altos índices de enfermedad entre las clases trabajadoras más pobres. Observó que los pobres a menudo estaban desnutridos, tenían un entendimiento limitado de lo que es una higiene adecuada, tenían un acceso limitado a la atención médica y a menudo vivían en barrios superpoblados, justo las condiciones adecuadas para la transmisión de enfermedades. Snow también notó que las enfermedades se propagan desde las áreas de pobreza —en las ciudades, fábricas, minas y callejones— hacia toda la sociedad. El profesor Anderson confirma que «Al final, las enfermedades entre los pobres terminan por convertirse en las enfermedades de los acaudalados».

No es de sorprender que las naciones más pobres del mundo generalmente tengan los peores problemas con las enfermedades infecciosas. Una de las regiones más necesitadas en el planeta es la zona del África subsahariana. Un informe de 2004 del Banco Mundial mostró que casi la mitad de la población de esa región vive en la pobreza y se pronostica que el porcentaje se incremente en los próximos años. De acuerdo con el informe, en 1980 uno de cada diez pobres en el mundo vivían en el África subsahariana; para el año 2000, esta cifra aumentó en una proporción de uno a tres. El número real de pobres en esa región se elevó de 164 a aproximadamente 314 millones en esos mismos 20 años. Menos de la mitad de la población tiene acceso a agua potable o instalaciones sanitarias, y los pronósticos sugieren que, en algún momento de la próxima década, uno de cada dos pobres en el planeta vivirán en el África subsahariana.

Sin embargo, el profesor Anderson advierte que «esta preocupación no es sólo para África». Así como las enfermedades no permanecen en las partes más pobres de una ciudad, tampoco se limitan a las naciones más pobres. «Muchas de las enfermedades a las que se enfrentan hoy las naciones occidentales empezaron en el mundo en vías de desarrollo», afirma. Tarde o temprano alguien visita un área infectada o alguien de esa área viaja a otra región y transporta los microbios patógenos a nuevos territorios.

MICROBIOS URBANOS

Las enfermedades pueden seguir a las poblaciones en crecimiento, en particular en el mundo en desarrollo, desde donde se emigra de las áreas rurales a ciudades más grandes en busca de empleo. Muchas personas terminan viviendo en megalópolis superpobladas, es decir, en grandes manchas urbanas. Si consideramos que estas metrópolis tienen 5 millones de habitantes o más, entonces hay más de 40 de ellas en el mundo y una gran mayoría se encuentran en los países en desarrollo. En comparación, hace 50 años sólo había ocho y todas ellas se encontraban en los países desarrollados. Algunos pronostican que para el 2015 la lista incluirá 59 ciudades y 48 de ellas estarán ubicadas en los países en vías de desarrollo.

La urbanización favorece la propagación de enfermedades que quizá alguna vez fueron poco conocidas y se encontraban en poblaciones poco habitadas. «Los microbios patógenos prefieren las poblaciones de alta densidad debido a que facilitan el contagio de una persona a otra», nos dice Anderson. Para complicar aún más el problema, la población de muchas megalópolis ha aumentado con demasiada rapidez como para que la infraestructura la siga soportando y las economías locales por lo general no son lo suficientemente fuertes como para financiar las mejoras necesarias. «Los servicios de agua y alcantarillado a menudo son inapropiados, lo que provoca que los cuerpos de agua estén contaminados con bacterias mortales», continúa el Sr. Anderson. «Quizás no haya suficientes hospitales, por lo que cuando la gente se enferma, no se les puede brindar la atención médica que necesitan». Asimismo, señala que la mayoría de las megalópolis se ubican en regiones tropicales o subtropicales en donde se desarrollan los microbios.

TRES PASOS ESENCIALES

El mundo actual se pregunta con ansias si la gripe aviar alcanzará la condición de pandemia y cuándo llegará ese momento. Muchos miran por televisión las noticias de nuevos casos de gripe aviar y les preocupa cuándo aparecerá el virus en su país. Ya se han presentado casos de personas que se abastecen de medicamentos y vacunas contra la gripe «por si acaso». Algunos funcionarios sanitarios creen que cuando menos dos millones de personas morirán a causa de la enfermedad, mientras que otros predicen peores escenarios de hasta 150 millones. Y si eso no fuera suficiente como para preocuparse, se ha incrementado el número de casos tanto de SIDA como de la tuberculosis resistente a los medicamentos, malaria y estafilococos.

«Estamos muy lejos de acabar con la amenaza a la salud que representan la gripe aviar, el SIDA, la malaria y una larga lista de otras enfermedades contagiosas», advierte el Dr. Monath de Acambis. ¿Cuál es la solución? El Dr. Monath señala tres pasos esenciales que se deben seguir para controlar los problemas causados por las enfermedades: mejor vigilancia, investigaciones continuas y educación pública.

«La posible amenaza de una pandemia global de gripe exige la atención mundial, regional y nacional; la preparación y respuesta ante una pandemia son una responsabilidad compartida».

Alex M. Azar, Subsecretario del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos

«Necesitamos mejorar nuestra vigilancia a nivel global», afirma. «Tenemos que estar muy al pendiente para detectar las nuevas infecciones o aquéllas que reaparecen para que la comunidad sanitaria pueda desarrollar las medidas de contención necesarias antes de que las enfermedades se propaguen hasta alcanzar las proporciones de una plaga. Las naciones deben informar a la comunidad internacional de cualquier brote en cuanto se detecten los primeros casos. Esto es algo que no siempre se ha logrado».

«La investigación continua es esencial», agrega el Dr. Monath, «para que la comunidad médica pueda comprender mejor los factores que propician la aparición de enfermedades infecciosas y para desarrollar mejores diagnósticos, tratamientos y medidas de prevención. La educación pública y el cambio en nuestro comportamiento son fundamentales para impedir la propagación de enfermedades a través de los viajes, la mala higiene personal, el manejo inadecuado de los alimentos, la drogadicción y una conducta sexual de alto riesgo».

«Si en verdad deseamos tener bajo control a estos problemas y evitar una pandemia será necesario cooperar y compartir la información, con todas las nación trabajando en conjunto», asegura el Sr. Hughes de la Universidad de Emery. «Las cosas han cambiado mucho en el último siglo. Lo que es un problema para un país en una región lejana del planeta es una preocupación para el mundo entero. Estamos juntos en esto».