¿Una Guerra para Acabar con Toda Guerra?

Este año marca el centenario del estallido de la I Guerra Mundial. En tanto que la así llamada Gran Guerra rápidamente demostró ser todo menos la guerra que evitaría todos los conflictos futuros, el concepto continúa siendo intrigante: ¿Puede una guerra poner fin a la guerra?

Como uno de los padres de la ciencia ficción, el escritor inglés H.G. Wells (1866–1946) fue considerado un profeta por sus contemporáneos. Conocido principalmente por sus novelas La Guerra de los Mundos, El Hombre Invisible y La Máquina del Tiempo, Wells predijo grandes avances tecnológicos para el Siglo XX. Meramente también infundió sus historias dramáticas y atractivas con la crítica y el comentario sobre la condición humana y el fracaso de los sistemas políticos para resolver los problemas de un mundo moderno emergente.

Wells fue un escritor prolífico, no sólo de la ficción, sino también de no ficción y ensayos. Con frecuencia escribió sobre los males de la guerra, defendiendo puntos de vista sobre todo pacifistas—es decir, hasta que la I Guerra Mundial descendió sobre Europa. Creía firmemente que el crecimiento militar de Alemania, el cual había estado ocurriendo desde 1871 con la unificación de la nación, estaba impulsado por un sistema industrial y político corrupto que tenía que ser erradicado. Como resultado, concluyó que podría haber una guerra justa y que la única forma de acabar con la actual «gran» guerra era pelearla completa y totalmente. Clarividente como era, ¿acertó Wells sobre algo? ¿Puede una guerra lograr la erradicación de la guerra?

«Mientras que la inestable paz perduró… aún era posible argumentar que estar preparado para la guerra era la manera de mantener la paz. Sin embargo ahora todo el mundo sabe mejor».

H.G. Wells, The War That Will End War

UNA GUERRA PARA LA PAZ

En 1914, cercano al comienzo de la I Guerra Mundial, Wells comenzó a escribir una serie de ensayos y después los publicó como libro corto titulado The War That Will End War (La Guerra que Terminaría con la Guerra). Abogó por el desarmamiento total del Imperio Alemán como la única solución para completamente evitar guerras en Europa. Eso, por supuesto, so podría hacer por medio de una alineación política y militar con otras naciones con los recursos para enfrentar una cada vez más poderosa máquina militar alemana. Gran Bretaña y Francia serían las que perderían más si fallara el ponerle un alto al avance alemán. Los Estados Unidos se vieron amenazados no de inmediato, pero fue fácil para ellos ver que una Europa controlada y dominada por Alemania constituía una gran amenaza. En su tratado, Wells pidió a estos aliados el hacer valer todos los recursos disponibles para poner fin al Imperio Alemán.

A la luz de sus ideas pacifistas, es sorprendente que el propio Wells fuera lo suficientemente optimista para creer que la gran guerra podría terminar con todas las guerras para siempre. Aun así escribió: «Esta es ahora una guerra por la paz. Su objetivo va directamente hacia el desarme. Apunta a un acuerdo que detenga este tipo de cosas para siempre. Cada soldado que lucha contra la Alemania actual es un cruzado contra la guerra. Esta, es la más grande de todas las guerras, no es simplemente otra guerra— ¡es la última guerra!»

Inclusive era aun más idealista en sus puntos de vista de las armas mismas de alguna manera podrían ser erradicadas: «En este choque desastroso de imperios y diplomacia, este absoluto desastre de la política internacional, ciertas cosas que pudieron parecer utópicamente ridículas hace unas cuantas semanas se han convertido de repente en razonables y posibles. Una de estas… es la abolición absoluta a nivel mundial de la manufactura de armas para beneficio privado. Cualquier cosa que pueda decirse sobre la viabilidad del desarme nacional, no puede haber una disputa ni siquiera la posibilidad, sino de la necesidad suprema de acabar para siempre con los días de la ganancia privada con los instrumentos de muerte. Ese es el verdadero enemigo. Eso es lo malo en el centro mismo de este problema».

El sueño del desarme abarca la historia del hombre. Trae a la mente una profecía bíblica citada con frecuencia sobre el día cuando los pueblos y las naciones «convertirán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces. Ninguna nación levantará la espada contra otra nación, ni se entrenarán más para hacer la guerra» (Isaías 2:4). Aunque, puede llegar ese día surgir por medio de las guerras o impuesto por medio de un gobierno hecho por humanos falibles? ¿Se encuentran las armas mismas al centro del problema, como afirmó Wells? ¿O son sólo un síntoma del verdadero problema?

UN LEMA VACÍO

Hoy la I Guerra Mundial es considerada como la primera «guerra total», en la que cada bando dedicó todos sus recursos—militares, industriales y humanos—a una escala posible jamás antes pensada. Un estimado de 10 millones de soldados fueron aniquilados mientras las armas y las tecnologías modernas abrumaban a las estrategias de batalla anticuadas. Los medios de comunicación de la época capturaron los horrores brutales de las trincheras en sus informes, noticias, fotografías e incluso películas de una manera nunca antes vista o experimentada por la gente.

«Es característico de los tiempos como este—que gran parte en el mundo y, más en particular, principalmente en la mente de los hombres, mucho de lo que ha parecido tan invencible como las montañas y tan profundamente arraigadas como el mar, pierde su solidez, por arte de magia se desvanece, cambia, se esfuma».

H.G. Wells, The War That Will End War

Por consiguiente, a medida que avanzaba la guerra, y el libro de Wells ganaba popularidad, su título se convirtió en un grito de guerra para los ciudadanos de la Gran Bretaña y sus aliados al dedicar todo a la derrota de Alemania y las Potencias Centrales. La frase ganó fuerza y se convirtió cada vez más popular, transformándose en una consigna utópica. En poco tiempo muchos empezaron a llamar a la I Guerra Mundial «la guerra para terminar todas las guerras». Excepto que el sentimiento optimista pronto se desvanecería. Inclusive antes del armisticio David Lloyd George, primer ministro británico durante la última parte de la I Guerra Mundial, supuestamente comentó, «Esta guerra, como la siguiente guerra, es una guerra para terminar la guerra».

Aun así, Wells fue elogiado como una especie de clarividente porque en sus escritos había previsto la robótica, viajes en avión, bombardeos aéreos, tanques, armas químicas y bombas nucleares. Incluso había predicho que la guerra envolvería al mundo y anticipó la amenaza de un dictador mundial.

En The War That Will End War, había argumentado, además, que una liga de naciones traería un gobierno mundial; los ejércitos de las naciones poderosas colaborarían para mantener la paz perpetua mientras patrullaban los mares y el mundo. Podemos perdonar el hecho de que esta profecía falló, debido a que muchos otros abogaron por soluciones similares. Entre ellos estaba el presidente de los EE.UU. Woodrow Wilson, quien ayudó a crear la Liga de Naciones inmediatamente después de la I Guerra Mundial. El mundo nunca se había enfrentado a una calamidad de una guerra mundial antes, así que nunca hubo la necesidad de intentar algo como esto. Por lo tanto, empero la inocencia del concepto, era una idea lógica y poderosa en considerar—y lo mejor que la humanidad tenía para ofrecer. Antes de 1914 nadie se había imaginado que el globo entero podría verse engullido en guerra. Con tan enorme desastre en curso, muchos trataron de encontrar optimismo que dentro de la locura de todo esto, la humanidad entraría en razón y vería la absoluta brutalidad de la guerra y la futilidad de pensar que podría resolver los conflictos entre las naciones y los pueblos.

Es necesaria la cooperación entre las naciones en cualquier intento por acabar con la guerra, por supuesto, pero por los datos disponibles no sólo la Liga de las Naciones, sino posteriormente las Naciones Unidas no pudieron impedir nuevos conflictos en el siglo XX.

La realidad es que a pesar de que la Primera Guerra Mundial trajo desolación y masacre como nunca antes visto, la lección fue de corta duración. Los acontecimientos que siguieron a la Gran Guerra confirmaron con demasiada rapidez que las declaraciones de un fin al derramamiento de sangre fueron demasiado optimistas. Después de la Conferencia de Paz de París, que resolvió la guerra, el mariscal de campo británico Archibald Wavell se dice haber rechazado las soluciones redactadas allí diciendo: «Después de “la guerra para poner fin a la guerra” parece haber tenido bastante éxito en París en hacer una “Paz para poner fin a la paz”». Las tensiones en Europa comenzaron a surgir nuevamente, y se hizo evidente que se cernía una nueva guerra mundial: las injusticias percibidas por parte de los vencedores llevaron a los vencidos a reagruparse y tomar represalias. Irónicamente, a partir de ese momento la frase de Wells fue utilizada sobre todo en argumentos cínicos contra la idea de que la humanidad jamás podría «terminar con las guerras».

«El llamado movimiento por la paz en nuestro mundo ha consumido suficiente dinero y el servicio lo suficiente como para ser algo mejor que un pequeño gruñido débil en la existencia de la guerra».

H.G. Wells, The War That Will End War

Incluso el mismo Wells revivió la frase de esta forma negativa en su última novela The Bulpington of Blup, escrita contra el telón de fondo de una Europa una vez más con miras al conflicto, y con las nubes de la Segunda Guerra Mundial comenzando a acumularse en el horizonte. Escribió: «La Guerra para terminar la Guerra—esa es la frase mágica que ha confundido a Papá. Él piensa que cuando hayamos aplastado esa flota de ellos y masacrado a su infantería y llevado esos cañones Krupp y todo lo demás, Lloyd George y el Rey Jorge junto con el Zar y los franceses así como de los banqueros y los fabricadores de municiones se van a sentar juntos en una conferencia amistosa, aunaran sus banderas y coronas, terminaran con todo lo que el siglo XVIII nos dejó sin acabar, y se inaugurara el Milenio» (una alusión a una época de paz de mil años profetizada en la Biblia que comenzara al retorno de Jesucristo).

Después, Wells dibuja una analogía para mostrar la ironía de utilizar la guerra para terminar la guerra. El mismo personaje llegó a decir: «Usted no va a abolir el canibalismo comiendo caníbales. Nunca acabará la guerra con guerra porque quien sabe guerrear mejor, ese gana».

LA CAUSA DE LA GUERRA

Mientras Que el argumento principal en La Guerra Que Terminará la Guerra probó ser inútil, Wells hizo unas observaciones bien astutas que insinuaron la verdadera causa de la guerra. «Verdaderamente esta ya es la guerra más vasta de la historia», escribió. «No es una guerra de naciones sino de la humanidad. Esta es una guerra para exorcizar la locura del mundo y terminar con una era».

H.G. Wells en The War of the Mind

«Todas las realidades de esta guerra son cosas del espíritu. Este es un conflicto de culturas, y no de otra cosa en el mundo. Todo el dolor y el cansancio del mundo entero, el miedo y las ansiedades, el derramamiento de sangre y destrucción, los innumerables cuerpos destrozados de hombres y caballos, el hedor de la putrefacción, la miseria de cientos de millones de seres humanos, la pérdida de hombres, no son más que la consecuencias materiales de una falsa filosofía y un pensamiento insensato. Luchamos para no destruir una nación, sino un nido de ideas maléficas.…

«¿Cómo vamos a reunir las voluntades y el entendimiento de los hombres para las enormes necesidades y oportunidades de este tiempo? El pensamiento, habla, persuasión, apelación incesante de claras intenciones, declaraciones claras para la disipación de la sospecha y el abandono de secretismo y engaño; hay trabajo para todo hombre que escribe o habla y tiene la más mínima influencia sobre otra criatura. Este conflicto monstruoso en Europa, el sacrificio, la hambruna, la confusión, el pánico, el odio y el orgullo deshonesto, todo esto es real sólo en la oscuridad de la mente. En la venida del entendimiento se desvanecerá como los sueños se desvanecen al despertar. Sin embargo nunca va a desaparecer hasta que el entendimiento haya llegado».

H.G. Wells, «The War of the Mind», en The War That Will End War

Perfectamente entendió que a fin de cuentas, lo que se necesita cambiar es la manera de pensar de las personas—que ciertas ideas y creencias tienen que ser destruidas, y que nuestro carácter humano tiene que ser cambiado antes de que haya un fin de futuras guerras: «El carácter de la nueva era que debe surgir de las catástrofes de esta época no será una consecuencia mecánica de fuerzas inanimadas. Voluntad e ideas formarán una gran parte dentro de este torbellino que se avecina como jamás lo hayan hecho en colapsos anteriores. Sin duda, la mayoría de la humanidad seguirá vertiéndose por los canales de la casualidad, pero el deseo por un mundo nuevo de carácter definido será una fuerza, y si es lo suficientemente numerosa y unánime, incluso podría ser una fuerza orientadora, en la formación del nuevo tiempo».

Un nuevo carácter y forma de pensar en los hombres y mujeres de todas partes deben ser establecidos si es que realmente la guerra llegará a su fin. ¿Es eso posible? Wells pensó que la I Guerra Mundial podría ser la solución necesaria —que la humanidad podría ver la matanza y decir, «Basta ya»—que la locura de ciertas ideas podrían ser vista y así erradicarlas.

«Nuestra empresa es la de matar ideas», escribió. «El propósito final de esta guerra es la propaganda, la destrucción de ciertas creencias, y la creación de otros. Es a esta propaganda que los hombres razonables deben dirigirse».

También se dio cuenta que existía una clase de mal que debía que ser retirado: «Hoy finalmente nos sacudimos libremente y nos volvemos en contra de esta arrogante maldad para librar al mundo de ella. El mundo entero está cansado de esta. También “¡Dios”!—Dios tan perpetuamente invocado—De hecho, Dios debe estar muy cansado por esto». Acertadamente él vio que Dios estaba cansado de ser invocado en las guerras humanas.

EL FIN DE LA GUERRA

El conflicto humano nunca podrá terminar con la guerra. La experiencia sugiere que no importa cuán atroz la guerra llegue a ser, la humanidad nunca dirá, «Basta ya». Inclusive la obscenidad de la I y II Guerra Mundial, con el extremo horror de las bombas nucleares, no convenció a la humanidad de repudiar la guerra. Así como Wells llegó a verlo, se requerirá de un cambio completo de la naturaleza humana y la derrota de todas las ideas que llevan a la violencia y la guerra.

En la primera parte de la profecía más famosa de Isaías 2 nos da una idea de lo que será requerido. Adán y Eva, en el Jardín del Edén, rechazaron por la humanidad la única fuente verdadera de paz. Cuando los primeros humanos decidieron escoger entre el bien y el mal sin instrucción ni sumisión a Dios, se llevaron a la civilización por el inevitable camino hacia la guerra continúa. En la profecía de Isaías vemos que antes de que las espadas sean cambiadas en arados, Dios juzgará a las naciones y reprenderá muchos pueblos. Regresará para terminar la rebelión humana contra Su autoridad y gobierno.

El libro de Apocalipsis habla sobre este juicio y reprensión de las naciones, así como del tiempo cuando «Dios enjugará las lágrimas de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni más llanto, ni lamento ni dolor; porque las primeras cosas habrán dejado de existir» (Apocalipsis 21:4). Será el resultado de una guerra justa que verdaderamente terminará con todas las guerras: «Entonces vi que el cielo se había abierto, y que allí aparecía un caballo blanco. El nombre del que lo montaba es Fiel y Verdadero, el que juzga y pelea con justicia. … La ropa que vestía estaba teñida de sangre, y su nombre es: «El verbo de Dios». Iba seguido de los ejércitos celestiales, que montaban caballos blancos y vestían lino finísimo, blanco y limpio. De su boca salía una espada afilada, para herir con ella a las naciones. Él las gobernará con cetro de hierro» (Apocalipsis 19:11–15).

El conquistador sobre el caballo blanco es un líder justo y el único calificado para pelear una guerra para terminar con todas las guerras. Este futuro guerrero y rey es Jesucristo, quien vino a la tierra la primera vez para prepararse para este papel, sacrificándose completamente así mismo además de vivir en perfecta armonía con toda la gente.

Mientras que estaba en la tierra, Jesús enseñó a sus seguidores el hacer bien a sus enemigos en lugar de regresar mal por mal: «Ustedes han oído que fue dicho: “Amarás a tu prójimo, y odiarás a tu enemigo”. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, hagan bien a los que los odian, y oren por quienes los persiguen, para que sean ustedes hijos de su Padre que está en los cielos» (Matthew 5:43–45).

Esta idea raramente es entendida al igual que difícil de practicar. Sin embargo esta yace en el corazón mismo de las enseñanzas de la Biblia y es lo que Jesús vivió durante su estancia en esta tierra como ser humano. Fue a su muerte incluso por sus enemigos para establecer un ejemplo de sacrificio y servicio. Es un principio que no parece practico e imposible de adherirse en el mundo de hoy, solo para aquellos que viven bajo la sombra de un nuevo mundo que será dominado por nuevas ideas y un carácter nuevo—el propio carácter y naturaleza de los hijos de Dios. Es una idea que será introducida por la futura guerra que terminará con toda guerra, tal como se le reveló al apóstol Juan en el libro del Apocalipsis.