Las Palabras de los Padres

Ruth Nemzoff, madre de cuatro y abuela de seis, es investigadora y académica residente del Centro de Investigación de Estudios de la Mujer en la Universidad de Brandeis. Su principal campo de interés es la comunicación interpersonal y su libro más reciente habla acerca del papel de la comunicación en la relación de los padres con sus hijos en la edad adulta.

En el corazón de la investigación y obra de Nemzoff se encuentra el hecho de que todos somos seres humanos con defectos y que la tarea de forjar relaciones requiere que nos perdonemos unos a otros por nuestra humanidad, es decir, por nuestros defectos, y para lograrlo, necesitamos perdonar a nuestros propios padres.

En esta entrevista con Gina Stepp de Visión, habla acerca de algunos de los temas de su libro.

 

GS El título de su libro es Don’t Bite Your Tongue: How to Foster Rewarding Relationships With Your Adult Children [No se muerda la lengua: Cómo forjar relaciones gratificantes con sus niños adultos]. Algunos jóvenes adultos al principio podrían resoingar al pensar que a sus padres se les dice que no se muerdan la lengua y que les digan exactamente lo que piensan.

RN Así es. Mi hija de 30 años me dijo: «Mamá, nadie de mi edad va a comprarle ese libro a sus padres»; sin embargo, las personas de esa edad que lo han leído lo encuentran bastante esclarecedor. En primer lugar, obtienen una nueva perspectiva de sus padres al darse cuenta de que ellos pelean sus propias batallas y de que hicieron lo mejor que pudieron; y en segundo lugar, obtienen algunas ideas para su propia comunicación, cómo podrían hablar para pelear menos o para provocar menos conflictos.

GS Señala que fue difícil encontrar un término para la relación entre los padres y sus hijos adultos. ¿Por qué se decidió por «niños adultos»?

RN Sentí que el oxímoron niño adulto capturaba el complicado contenido emocional de la relación para los padres, en cuanto a que vemos claramente a nuestros hijos como adultos, pero también como niños a quienes adoramos quizá más que a nada en el mundo. Existe una conexión emocional, pero también captura la complejidad de la relación en cuanto a que, dentro de nosotros mismos, también somos niños y adultos.

GS ¿Qué constituye el contenido emocional de la relación?

RN Primero que nada, los padres no han luchado tan fuerte ni sacrificado tanto por nada ni por nadie más. Los padres les dan muchísimo a sus hijos y, como resultado, han invertido demasiado en ellos, en ayudarlos a crecer y desarrollarse. Están atentos a sus intereses, se quedan despiertos junto a ellos cuando están enfermos, limpian su desorden cuando están enfermos… y toda esa inversión ayuda a los niños a crecer y sentirse seguros. Es por ello que, naturalmente, quieren tener una relación con sus niños adultos. Ya han crecido, son interesantes y los padres han invertido muchísimo tiempo y esfuerzo emocional para que llegaran a ese punto. Ya no tienen que trabajar; ahora pueden simplemente disfrutar de estar con ellos. Sólo en los momentos de crisis hay que trabajar; fuera de eso, son seres humanos maravillosos e interesantes, así que queremos estar conectados con ellos.

«Las familias son una mezcla de elección y obligación, y en los momentos de crisis —y con esto me refiero a enfermedades, divorcios u otros momentos difíciles—, simplemente necesitamos ayudarnos unos a otros».

Ruth Nemzoff

No obstante, ambas generaciones necesitan esas relaciones. Las familias son una mezcla de elección y obligación, y en los momentos de crisis —y con esto me refiero a enfermedades, divorcios u otros momentos difíciles—, simplemente necesitamos ayudarnos unos a otros.

GS Del lado de los hijos, ¿qué es lo que más contribuye a la complejidad de la relación?

RN Los hijos se preocupan mucho por sus padres y de si tienen una relación buena o mala con ellos. ¿A cuántos de sus amigos adultos escucha hablar de la terrible relación que tienen con sus padres, o de que no tienen ninguna relación con ellos? Les molesta que sus padres no formen parte de su vida. Si dejamos de tener contacto con un amigo, puede ser una pena, pero no nos estamos perdiendo una parte de nuestra vida; pero cuando son los padres quienes faltan en tu vida, quieres hacer algo para resolverlo. Hay algo en ellos que no puedes dejar ir porque ellos fueron una parte fundamental en tus años de formación, aunque quizá te hayan fallado de muchas formas o aunque hayan compartido increíbles tristezas. Cuando los hijos sienten que sus padres les han fallado, una manera de acercarse puede ser tratar de entender los factores involucrados. Tal vez había presiones que los abrumaban o estaban reaccionando ante el fracaso de sus propios padres al educarlos. Elementos como ése continúan afectando a los niños adultos, y éstos siguen anhelando esa relación.

También creo que, así como los mitos populares acerca del romance afectan al matrimonio, también los mitos populares de la relación entre madre e hija o entre padre e hijo afectan nuestros anhelos. Todos tenemos la fantasía de que vamos a caminar románticamente hacia el atardecer con nuestro esposo para siempre, pero al final nos conformamos con algunos buenos fines de semana al año, si es que corremos con suerte.

GS Entonces tenemos fantasías similares acerca de nuestras relaciones con nuestros niños adultos y pensamos que nos van a visitar cada fin de semana con los nietos.

RN Exactamente, pero tenemos fantasías similares acerca de nuestra relación con nuestros padres. Por ejemplo, podemos acariciar la idea de que siempre estarán a nuestra entera disposición.

GS ¿Cuál es la mayor queja que los padres tienen de sus niños adultos?

RN Mi libro fue escrito para padres que básicamente tienen una buena relación con sus niños adultos, pero que anhelan una mayor intimidad. No quieren vivir la vida de sus hijos ni participar en cada pequeña decisión… ni tampoco en cada decisión importante, pero al menos les gustaría sentirse parte de ella. No quieren tener que leer en el periódico que su hijo obtuvo un ascenso en el trabajo. O quizás el hijo adulto diga: «Hola. Me ofrecieron un nuevo trabajo. Éstas son las ventajas, éstas, las desventajas y esto es lo que decidí». A los padres les encantaría que su hijo les preguntara: «¿Qué opinas? No necesariamente voy a hacer lo que me digas, pero tu opinión podría ser valiosa». Eso sería lo ideal.

GS En el primer capítulo señala que el típico consejo que dan las personas para criar hijos independientes es «dejarlos ir».

RN Así es, y yo diría que ése no es realmente el objetivo. El objetivo no es dejarlos ir, sino emplear constantemente un aprendizaje gradual para que aprendan nuevas formas de permanecer en contacto. Por ejemplo, cuando tenemos un bebé lo cargamos todo el tiempo. Después, cuando aprenden a caminar, dejamos que den unos cuantos pasos tomándolos de una mano y poco a poco vamos dejando que lo hagan sin sostenerlos, luego los dejamos caminar por la habitación y así sucesivamente. Ese proceso continúa a lo largo de la vida. Entonces, cuando se van de campamento, la idea no es necesariamente perder todo el contacto, sino que hay que escribirles cartas o enviarles correos electrónicos. Quieres seguir conectado de cualquier forma posible y compartir esas nuevas experiencias, y no dejar pasar demasiado tiempo sin ponerte al corriente.

Tus hijos podrían decir: «Hoy jugué fútbol en la escuela» o «aprendí el abecedario». Lo importante no es la actividad; el punto es que hizo algo en lo que los padres no participaron y quizá ni siquiera les gustaría hacerlo, pero a los padres les gusta escuchar lo que es importante para sus hijos (incluso si en ocasiones escuchan a medias). Se trata de aprender gradualmente a permanecer en contacto durante cada etapa. Conforme vamos creciendo, ¿cómo podemos tener una vida perfectamente independiente y seguir compartiendo las alegrías, las tristezas y las frustraciones que van con ella? Por ejemplo, si tu hijo consigue un aumento, les gustaría celebrar a todos juntos; o si tu hijo sufre algún fracaso, es bueno contar con personas a quienes les preocupa tu fracaso. El resto del mundo sigue adelante, ¿cierto? No les importa si hoy escribí mi artículo o no, pero es maravilloso tener a un hijo que te diga: «¿Cómo va tu artículo, mamá?».

GS Parece que hay una tendencia por parte de los hijos de considerar el más común de los comentarios de los padres como una crítica, aunque ni siquiera parpadearían si cualquier otra persona hiciera el mismo comentario.

RN ¡Sin lugar a dudas! Y nosotros también hacemos lo mismo con nuestros hijos. Sucede con ambas partes. Debemos recordar que nunca antes habíamos tenido hijos adultos y que ellos nunca habían sido hijos adultos, así que estamos aprendiendo juntos y ésa es una de las complicaciones. Al principio del proceso no estamos muy seguros de cuáles son los límites. Los padres podrían hacer preguntas acerca del trabajo, pero quizás haya cierto dejo de ansiedad porque están acostumbrados a hacerse responsables de él y les cuesta un poco dejar esa responsabilidad. Es algo así como cuando cruzan la calle por primera vez. ¿Acaso simplemente los mandamos a cruzar la calle? No. La primera vez estamos ahí, mirando con ellos hacia ambos lados de la calle y, con el tiempo, confiamos poco a poco en su juicio y dejamos que crucen la calle ellos solos.

Es más o menos el mismo proceso cuando los padres se dan cuenta de que su responsabilidad ya terminó y cuando los hijos aprenden que sus padres ya no se consideran sus supervisores.

GS ¿Existen factores que en ocasiones se interponen para que los padres no se den cuenta de que sus hijos se encuentran ya en ese punto? ¿La ausencia, por ejemplo? Digamos que tu hijo se va a la universidad y no lo puedes ver mientras experimenta todo ese crecimiento, pero cuatro años después regresa casa. ¿Es tentador verlo como si se encontrara en la misma etapa en la que estaba cuando dejó el hogar?

RN Claro que sí. Incluso es posible que haya madurado muchísimo emocional e intelectualmente, pero que aún siga dependiendo económicamente de sus padres, lo que provoca confusión acerca de cuándo comienza la edad adulta. Y el hecho de que cada persona madura a un ritmo diferente también es confuso. La tercera confusión es que justo cuando los hijos están cambiando, es posible que los padres también estén cambiando o que no estén cambiando a la misma velocidad. A menudo suponemos que las cosas están estáticas, así que, a menos que nos ayudemos unos a otros a movilizar esas imágenes, conservaremos esa manera antigua de interpretarnos unos a otros. A menos que los hijos ayuden a sus padres a darse cuenta de que son diferentes —en parte demostrándoles una mayor responsabilidad, y en parte con nuestras palabras—, los padres seguirán viéndolos de la misma manera. De hecho, un día antes del Día de AcciónGracias, cuando mis alumnos se van a casa, siempre les digo: «Sean buenos con sus padres; recuerden, ellos piensan que la persona que se fue es la misma persona que regresará, y ustedes han cambiado mucho. Así que sean amables con ellos y ayúdenlos a entender algunos de los cambios que han experimentado».

Empero, de la misma manera, los padres han cambiado. Han llenado su vida con cosas de las que posiblemente sus hijos no están enterados por haber estado ausentes. Los padres siguieron adelante y los hijos siguieron adelante, y cada uno puede tener al otro congelado en el tiempo. Es posible que recuerdes a tu mamá como alguien que siempre estaba totalmente disponible para ti y ahora no lo está tanto, pues ha asumido nuevas responsabilidades en la comunidad o ha obtenido un nuevo trabajo. Es aquí cuando se necesita de la intimidad para poder compartir algunos de los cambios que han ocurrido en su vida.

Un segundo factor en todo esto es que los padres podrían tener que aprovechar la oportunidad para redefinir sus ideas acerca de sus propios padres. Al llegar a esta etapa nos damos cuenta de que probablemente nuestros padres hicieron lo mejor que pudieron. Después de educar a nuestros propios hijos entendemos mucho mejor lo que ocurrió en ese proceso. Años de educar a tus hijos te dan una perspectiva un poco más amplia de tu propia educación.

«Educar a un niño adulto no es como seguir una receta para un platillo específico; es más como buscar en el refrigerador y preparar una comida con lo que encontramos ahí».

Ruth Nemzoff

Quizá también necesitamos examinar la diferencia entre nuestras fantasías y la realidad, y después disfrutar la realidad y olvidar la fantasía. Educar a un niño adulto no es como seguir una receta para un platillo específico; es más como buscar en el refrigerador y preparar una comida con lo que encontramos ahí. Y en el caso de cada hijo, lo que encuentres ahí va a ser muy diferente. Pero si apreciamos a cada uno de ellos por quienes son, entonces no los estás comparando, sólo estás trabajando con lo que tienes.

GS ¿Diría, entonces, que encontrar la relación correcta entre padres y niños adultos es un proceso diferente entre los diferentes padres y diferentes hijos?

RN Por supuesto, y creo que ése es otro punto importante que debemos considerar: se trata de un reajuste constante porque ellos están cambiando y nosotros también. Tengo 67 años, pero mis amigas y yo a menudo bromeamos sobre lo que haremos cuando seamos grandes. Me encanta lo que estoy haciendo ahora, pero siempre sigo pensando «¿Qué voy a hacer después?». De alguna manera, nuestros modelos están desactualizados porque las personas están viviendo más tiempo y más sanamente, por lo que existen cada vez más oportunidades para la gente mayor. Ahora es común que las personas regresen y obtengan otro título a los 50 o 60 años. Las escuelas de posgrado están llenas de personas mayores. Desafortunadamente, el mundo laboral no está cambiando tan rápidamente; aún existe un prejuicio contra las personas mayores, pero muchos están comenzando una nueva carrera a una edad más avanzada.

GS Si hubiera un dato clave que le gustaría que todos, ya sean padres o hijos, tomaran de este libro, ¿cuál sería?

«Si desean que las relaciones entre padres y niños adultos funcionen, tendrán que arriesgarse y buscarse unos a otros. Tienen que tomar en cuenta que no siempre será fácil, pero que vale la pena esforzarse».

Ruth Nemzoff

RN Yo diría que si desean que las relaciones entre padres y niños adultos funcionen, tendrán que arriesgarse y buscarse unos a otros. Tienen que tomar en cuenta que no siempre será fácil, pero que vale la pena esforzarse. Al final tenemos que perdonarnos a nosotros mismos y a los demás por nuestros defectos. Es muy fácil guardar enojo y resentimiento, pero es mucho más difícil y vale mucho más la pena perdonar, lo que significa vernos a nosotros mismos y a los demás, y tratar de vernos con otros ojos. Para forjar buenas relaciones se necesita mucha honestidad y aceptación de las debilidades e imperfecciones de los demás.