Uno de los aspectos más trágicos de la naturaleza humana es nuestra tendencia a idear «armas de protección» que al final se convierten en semillas de nuestra propia destrucción. La capacidad de mentir es una de esas armas.
Las creencias y actitudes que culpan a los pobres por su situación pueden cegarnos a la posibilidad de que los sistemas en los que todos participamos sean defectuosos.