La Confusión sobre Dios

Richard Dawkins ha desatado una tormenta teológica. Su libro, The God Delusion [El Espejismo de Dios], publicado en 2006 en idioma inglés, critica acremente toda creencia en un Dios personal omnipotente y promueve vehemente al ateísmo como la filosofía a seguir: sólo la ciencia puede dar respuestas viables a nuestras preguntas de la vida. Tanto para Dawkins como para sus colegas ateos, la religión y la fe en Dios son nada menos que un espejismo de dimensiones mayúsculas. ¿Acaso tendrán razón?

John Lennon, con su icónica canción «Imagina», nos invitó a soñar en un mundo exento de nacionalismo, guerra, envidia, hambre y religión. En su reflexión Lennon consideraba que si al menos estos aspectos de la vida humana pudieran desaparecer, podríamos vivir en un mundo con una verdadera hermandad entre los hombres y viviríamos como uno solo en paz, «compartiendo el mundo entero» y «viviendo el presente».

«Imagina que no hay países / No es difícil hacerlo / No hay razón para matar o morir / Y también sin religión / Imagina a toda la gente / Viviendo en paz...».

John Lennon, «Imagine»

Es una seductora idea que ocupa las fértiles mentes de los ateos en sus argumentos en contra de la existencia de Dios y el valor de la religión; sin embargo, mientras los atractivos títulos de reconocidos ateos causan furor en las librerías, los defensores de la fe en Dios, especialmente aquéllos provenientes del lado de la ciencia, también han procurado ser tan prolíficos y enfáticos a la hora de poner en evidencia lo que consideran como los insulsos argumentos de los ateos. Aun cuando con frecuencia se encasilla a este debate como «la ciencia contra la religión», esto resulta engañoso, pues no se trata de los científicos en contra de los teólogos. Se trata, mejor dicho, de los científicos ateos que expresan de manera abierta y estridente todas sus ideas en contra de la religión, y de los científicos teístas que se expresan con la misma vehemencia en defensa de su fe.

Richard Dawkins, un destacado apologista darwiniano y probablemente el más elocuente y feroz de los ateos, se encuentra a la vanguardia en la expresión pública en contra de la religión. Conocido por su elocuencia y lucidez, Dawkins es el Profesor Charles Simonyi de Comprensión Pública de la Ciencia en la Universidad de Oxford. Es inteligente y erudito, y hay pocos escritores científicos más talentosos que él en la actualidad, sobre todo en el campo de la biología evolucionista. No obstante, sus críticos argumentan que esta vez se ha alejado demasiado de su área de especialización y que sus conclusiones metafísicas van mucho más allá de la evidencia científica.

Es innegable que el noveno libro importante del profesor marca un punto de separación de su tema recurrente. También señala un significativo cambio de tono. Aun cuando siempre ha mostrado puntos de vista estridentes en contra de Dios y la religión, en esta publicación se deleita en reunir todos los argumentos posibles para expresar su rabia y disgusto por todo lo religioso. Se ha convertido en su obsesión; es casi su razón de existir.

Sacando partido de su fama, Dawkins utiliza sus libros, sus artículos y su página en Internet para ganar adeptos que lo apoyen en lo que se asemeja a una revolución. Uniéndose al sueño de Lennon, espera con ingenuidad que los ateos de closet de todas partes salgan de su escondite y se den a conocer abiertamente para que juntos ganen respeto para el credo del ateísmo. Busca que los religiosos perciban lo que él ve como la naturaleza errónea e ilógica de sus creencias, que las abandonen y que se adhieran al modo de pensar «saludable» e independiente del ateo. Debido a que él ve a la religión como algo poco más que un virus infeccioso que se esparce como plaga y se transmite de generación en generación, se afana en liberar a los niños de la instrucción religiosa de sus padres, profesores o clérigos.

EL ATEÍSMO, ¿LA SALVACIÓN DEL MUNDO?

No cabe duda de que ciertas creencias religiosas han conducido a la violencia, la persecución y la guerra. Si lo vemos desde el punto de vista histórico, las contradicciones entre creencias han llevado fácilmente a la conclusión de que algunos debieron estar equivocados y de que sus adeptos hasta cierto punto han sido engañados. Sin embargo, el potencial para los conflictos religiosos en el mundo actual cuenta con una dimensión adicional: ahora la propia supervivencia de nuestro planeta y su civilización se encuentran en peligro. El genio nuclear se ha escapado de su botella y cada vez más naciones son capaces de desarrollar armas nucleares, químicas y biológicas. Dawkins advierte que si los seguidores de grupos militantes con ideologías religiosas o nacionalistas se empeñan en mostrar su superioridad, el mundo se podría ver involucrado en una conflagración catastrófica de la cual quizá no se pueda recuperar.

Quizás el profesor esté convencido de la lógica de sus ataques contra la religión, pero cualquier ataque provoca invariablemente una reacción, y entre más feroz sea el ataque, mayor podría ser la reacción. Sin importar cuán persuasivo pueda ser, no parece que Dawkins pueda hacer mella en las profundas creencias religiosas. Por el contrario, su grito de guerra podría provocar que los judíos, cristianos y musulmanes fundamentalistas, por mencionar algunos, sean aún más rígidos y, como consecuencia, exista una mayor intolerancia entre sí.

El tema de fondo del pensamiento de Dawkins es que, si tan solo pudiéramos borrar del mapa a la religión y la fe en Dios, el mundo sería un lugar más feliz y pacífico. «Dejemos que el ateísmo gobierne y veamos cómo la civilización brota y florece como nunca antes» parece ser su mantra y credo. No obstante, tal resultado no es seguro bajo ninguna circunstancia. ¿Acaso los gobiernos ateos que tanto afectaron al siglo XX produjeron la paz y felicidad que los humanos anhelan? (Consulte Mesías! Parte 8, La Purga del Pueblo).

No olvidemos que incluso sin Dios y sin religión de cualquier manera tendríamos (según Darwin o Dawkins) una naturaleza humana competitiva, moldeada por la selección natural y la supervivencia de los más aptos. Dawkins reconoce que los efectos de esta herencia pueden resultar bastante incómodos, por lo que expone una conveniente teoría: los hombres pueden trascender a su brutal legado. Pero ¿gracias a cuál argumento de la teoría darwiniana puede sugerir que los humanos son capaces de revertir las mismas fuerzas evolutivas que les crearon en primera instancia? ¿O que los humanos pueden volverse lo suficientemente altruistas, pacíficos, afectuosos y cooperativos como para salvar al planeta y evitar su propia destrucción como especie?

Las personas con ambas perspectivas (la atea y la religiosa) se han conducido de acuerdo con sus propios intereses ideológicos, con lo que determinan lo que es correcto y lo que no. Es el conflicto que resulta de esta tendencia innata la causa de nuestros problemas. El conocimiento de este tema central y de cómo se puede resolver es más profundo del más bien simple debate entre el ateísmo y la religión. Debido a la naturaleza humana las cosmovisiones ateístas y religiosas han producido tanto el bien como el mal.

¿LA VERDADERA RELIGIÓN?

¿Acaso con poder demostrar que muchas religiones se sustentan en falsedades o son inadecuadas se debe pensar que se debe abandonar toda religión? Dawkins tiene razón en amonestar al cristianismo tradicional por «la displicente despreocupación con la cual inventan los detalles sobre la marcha. Es descaradamente inventado». En realidad, muchas creencias y prácticas cristianas no se encuentran en la Biblia e incluso algunas se oponen a la misma. No obstante, la alternativa de Dawkins —el ateísmo materialista— dista mucho de ser viable. Resulta una falacia pensar que si una opción es comprobablemente incorrecta, la alternativa propuesta deba ser la correcta.

Dawkins se equivoca al discernir que podría existir algo así como una buena religión. Si regresamos a los valores y creencias prístinas establecidas en la Biblia tal vez podamos encontrar una religión que merezca ese nombre. Tal como la define la Biblia, la verdadera religión se encuentra en la excelencia de nuestro carácter, en nuestra manera de vivir ante Dios y en cómo tratamos a nuestros semejantes, no sólo en lo que creemos.

No obstante, Dawkins rechaza las ideas preceptivas de un Dios que se atreve a indicarnos cómo vivir. Se enorgullece no sólo de su ateísmo, sino de su ciencia, su lógica, su mente científica y las ideas de su héroe, Charles Darwin. Cree que a través de los sobresalientes adelantos en la ciencia, junto con su potencial para descubrir cada vez más, tenemos una explicación mucho más viable y satisfactoria de la vida y el cosmos que la que jamás podrá ofrecer la religión. De hecho, Dawkins considera las ideas de la religión como un insulto a su inteligencia: desde su punto de vista, hacen caso omiso de los hechos científicos comprobados.

Tomemos Génesis 1 como un ejemplo preeminente. Millones de cristianos y otros creen firmemente que Dios creó los cielos y la tierra hace unos 6,000 años. Pero cualquier cosa que este capítulo del Génesis pudiera ser, no pretendía ser un relato científico del comienzo de la vida. Moisés, quien escribió los primeros cinco libros de la Biblia unos 2,500 años después de Adán, no era científico. No obstante, muchos aún consideran ese primer capítulo como ciencia pura. El resultado es que desacreditan su religión y provocan un innecesario conflicto con la ciencia. Los estudios de cosmología, geología y paleontología revelan que el planeta es mucho más antiguo. Incluso la presencia de oxígeno y formas de vida a base de carbono requiere de un universo mucho más antiguo de lo que muchos religiosos pueden aceptar. Pero nada de esto es incompatible con una lectura detallada de la Biblia

LAS TEORÍAS FALIBLES DE DARWIN

En el corazón del argumento de Dawkins en contra de Dios se encuentra su propia fe en la teoría de Darwin. Si toda la vida evoluciona de lo simple a lo complejo —se pregunta—, ¿cómo pudo existir en un principio un Diseñador de tan infinita complejidad? Para ser Creador de las complejidades de la naturaleza que vemos a nuestro derredor, Dios mismo habría necesitado ser aún más complejo. Dawkins no puede concebir ninguna respuesta científica para explicar quién trajo a Dios al mundo. Para él esto resulta ilógico y acientífico.

Pero ¿qué sucedería si la teoría de Darwin resultara equivocada en importantes aspectos? ¿Dónde quedaría entonces Dawkins? Todas las teorías científicas están sujetas a cuestionamientos e incluso las más convincentes algunas veces quedan invalidadas por investigaciones y estudios más amplios. Tomemos las ideas de Darwin con respecto a la selección sexual: éstas se han extendido y desarrollado para convertirse en una teoría biológica total en torno a los roles genéricos; sin embargo, algunos muy respetados biólogos creen que son gravemente erróneas (aun cuando esto rara vez se reconoce).

Aunque persuasivos, los conceptos de Darwin resultan ser los de un teórico falible de quien los propios científicos admiten que no hizo las cosas del todo bien. El sugerir que sus ideas eliminan categóricamente la necesidad de un creador —Dios— no es ni racional ni lógico. Aunque popularmente se llega a esa suposición a raíz de la teoría, tal conclusión no surge de la evidencia.

Darwin tenía pocas cosas convincentes qué decir con respecto al origen de la vida y Dawkins reconoce que el rarísimo y poco probable acontecimiento que dio lugar a ella «es un caso completamente diferente» al de la evolución. No obstante, se las arregla para encajar la llegada de la vida al esquema evolutivo. Por ejemplo, repite un argumento de su libro The Blind Watchmaker [El relojero ciego], publicado en 1986, donde teoriza que si existen entre un billón y 30 billones de planetas en nuestra galaxia y 100 billones de galaxias en nuestro universo, esto podría dar como resultado algunos billones de billones de planetas que podrían sustentar la vida. Luego entonces, una oportunidad en un billón de que la vida se genera de manera espontánea podría resultar en un billón de planetas que sustentan la vida.

Por otro lado, ¿la vida pudo haber surgido del poder creativo de un Dios supernatural? Tampoco se puede excluir tal eventualidad. Después de todo, la ciencia aún tiene que demostrar que la vida puede surgir de la ausencia de ella. ¿Acaso la idea de que Dios es el responsable de la chispa de la vida no resulta más lógica y satisfactoria que la idea del «increíblemente improbable evento» del surgimiento de la vida por casualidad? El negar de manera categórica que un Dios supernatural ideara y permitiera que las cosas fueran así va más allá de los alcances de la ciencia. A este respecto la retórica de Dawkins debe verse como extremista y personal, y de ninguna manera la comparten todos los filósofos y científicos.

Por extraño que parezca, aun cuando su profunda convicción es que Dios no existe, incluso Dawkins se siente obligado a dejar la puerta abierta cuando menos un poco. Tal vez sea por eso que uno de sus capítulos lleva por título poco menos que dogmático Why There Almost Certainly Is No God [Por qué es casi seguro que no existe Dios] (énfasis añadido).

Aún más, si Dios es el supremo creador de todo lo que existe (¡incluidos Darwin y Dawkins!), entonces ¿por qué Su existencia tendría que ser materia de sus teorías? Algunos científicos han observado que nuestro universo parece estar en armonía para el surgimiento y sustento de la vida de la manera como la conocemos y que funciona de acuerdo con la ley natural y la certeza matemática más intrincadas (el llamado principio antrópico). ¿Por qué existe el universo? ¿Tiene algún propósito? ¿Por qué razón vivimos en el tiempo y el espacio, dimensiones regidas por una ley que se puede descubrir?

¿Por qué habría de resultar ilógico o incorrecto creer que Dios se encuentra detrás de todo esto? El que la ciencia no pueda pesar ni medir a Dios no significa que Él no exista. La ciencia, después de todo, se limita a lo físico y observable y, por ende, no puede realizar mayores búsquedas. Si Dios existe fuera del reino físico, entonces la ciencia no puede probar ni desacreditar Su existencia.

DAWKINS Y LA FE

Para Dawkins la totalidad del pensamiento religioso carece de validez. Desde su perspectiva cualquier expresión de fe es peligrosa, un mal pernicioso, un lavado de cerebro sin sentido que causa un daño inmenso, en especial cuando se realiza en la indefensa e impresionable mente de los niños.

El problema aquí es que la perspectiva de Dawkins sobre la fe religiosa es, en realidad, una distorsión de lo que trata la verdadera fe. Su descripción es, en sí, arbitraria, estrecha y peligrosa, y discrepa de la descripción bíblica.

Aunque Dawkins no acepta la fe en Dios debido a que su mente no consigue asimilar un concepto tan acientífico, sí promueve una fe incomprensible en el esfuerzo científico como el origen de todo aprendizaje y la fuente final de todas las respuestas importantes. Él mismo expresa una extraordinaria fe en las ideas de Darwin, aun cuando algunos aspectos de la teoría de su héroe sigan sin comprobarse. De hecho, algunas han sido abandonadas y otras aún podrían resultar incorrectas.

Es indudable que The God Delusion proporciona bastante alimento para el pensamiento. El profesor hace una crítica válida de algunas apreciadas creencias religiosas no bíblicas, evidenciándolas como inadecuadas e inconsistentes. Por ejemplo —dice—, las enseñanzas sobre la Trinidad, una María deificada («una diosa de todo, menos de nombre») y un «panteón... inundado por un ejército de santos» empujan el «recurrente flirteo [del cristianismo ortodoxo] con el politeísmo hacia un exceso fuera de control». Los creyentes podrían beneficiarse de saber que importantes aspectos de la religión en realidad resultan ser creados por el hombre y que están carentes de sustento bíblico y, por ende, de credibilidad.

Incluso el revisar la letra de la famosa canción de John Lennon («Imagina que no existe el cielo... que no hay un infierno debajo de nosotros, sino sólo el firmamento en lo alto») produce algunas sorpresas desde un punto de vista bíblico. No hay sustento alguno para pensar en el cielo como el destino de los salvos ni tampoco para un infierno siempre en llamas donde los no salvos sufrirán un castigo eterno. Ambos son ejemplos de distorsiones humanas que han causado interminables traumas y problemas.

No obstante, la fe atea de Dawkins resulta también sorprendentemente inadecuada. En este caso un tipo de fe no es superior al otro; ambos tienen sus fallas. El quid es el siguiente: Las deficiencias de la religión causadas por los humanos no invalidan a Dios, como tampoco la ciencia de mala calidad invalida a toda la ciencia.

Donde las conclusiones científicas resultan ciertas no es necesario entrar en conflicto con la genuina fe bíblica. A pesar del punto de Dawkins en contrario, no todas las religiones y conceptos de Dios tienen el mismo mérito. Desde una perspectiva bíblica lo que resulta importante es discernir lo bueno de lo malo de todas las cosas, así como alinear nuestro pensamiento al de un Ser Supremo que se revela en la Biblia como un Dios de infinito amor, cuyo mayor anhelo es que la humanidad comparta Su divina existencia. Las malas interpretaciones de lo que dice la Biblia han llevado a algunos a rechazar su mensaje. Tal rechazo es poco sensato sin examinar de primera mano sus evidentes explicaciones de la existencia de Dios y de una verdadera religión digna de seguir.

Si Dios en verdad existe y la Biblia es Su Palabra inspirada, como afirma serlo, entonces la fe puede abrir una perspectiva completamente distinta sobre la vida y el futuro: una riqueza, un sentido de propósito y destino, la posibilidad de un mundo infinitamente mejor y más pacífico, un futuro extraordinario y sin límites.

Visión se dedica a explorar el significado de la fe genuina tal como la enseña la Biblia, cuyas verdades están con frecuencia en desacuerdo con las nociones religiosas prevalecientes. Rechazamos la férrea oposición de Dawkins a Dios, aun cuando compartimos su consternación por las obvias deficiencias de lo que se hace pasar por religión. Es por eso que en cada número continuamos explorando una perspectiva verdaderamente bíblica acerca de la vida.