Ayudando a los Niños a Desarrollar una Percepción Positiva de Sí Mismos

«Es más fácil construir niños fuertes que reparar adultos rotos». Las palabras de sabiduría del abolicionista norteamericano Frederick Douglass parecen claramente intuitivas. No obstante, no es fácil llegar a un acuerdo sobre cuál es la mejor manera de construir niños, a pesar del hecho de que casi cada mes se publica un libro nuevo sobre la crianza de los hijos, prometiendo nuevos y reveladores conocimientos para simplificar la crianza de los hijos para siempre. Sin embargo, en lugar de simplificar el proceso, parece ser que cada libro simplemente agrega más al montón de literatura, amenazando hacer más difícil la tarea de los padres en lugar de alivianarla.

Destacadas investigadoras del desarrollo Nancy G. Guerra y Catherine P. Bradshaw reunieron a un grupo de sus colegas para revisar la investigación publicada con la meta de lograr un consenso sobre un par de atributos que pudieran ser considerados normales en jóvenes equilibrados. El proyecto, del cual los resultados fueron publicados en 2008, fue apoyado en parte por los Centros para el Control y Prevención Enfermedades de los Estados Unidos.

Después de un amplio repaso, las investigadoras identificaron 5 «aptitudes» que emergieron como componentes base en del desarrollo positivo juvenil: un sentido positivo de sí mismo, la capacidad de practicar dominio propio, habilidad efectiva en la toma de decisiones, un sistema moral de la creencia, y conexión prosocial. Aunque Guerra y sus colegas reconocen que posiblemente atributos adicionales podrían ser incluidos, el mensaje constante de las investigaciones actuales es que los adolecentes que demostraron altos niveles en estos cinco valores clave están menos propensos a participar en comportamientos de riesgo y mejor capaces de llegar a ser adultos productivos.

Aunque ciertamente existen áreas que se traslapan entre estos cinco indicadores en el desarrollo saludable de niños y adolescentes, cada habilidad presenta una oportunidad para un rico dialogo sobre el papel que los padres pueden desempeñar. Sin embargo, en este artículo, abordaremos solo el primero de estos indicadores, que ha estado por décadas al centro de los debates sobre la crianza de los hijos: un sentido positivo de sí mismo. Este es un recurso frecuentemente mal entendido e involucra mucho más que el concepto popular de la autoestima, que en realidad es solo un componente de un sentido positivo de sí mismo.

LA EMANACION DEL YO

De acuerdo con Phillip Rochat de la Emory University el niño es consciente de si mismo inclusive desde el nacimiento. Rochat dice que desde una edad más temprana, «los niños diferencian entre el tacto propio y el no propio, entre la estimulación originada de su propio cuerpo o de una fuente externa». Por otro lado, a la edad de los dos años, la autoconciencia se ha desarrollado a tal punto de salir a flote. Un niño de dos años ya es capaz de mostrar orgullo o vergüenza incluso.

Guerra y Bradshaw sugieren que la autoconciencia se vuelve más compleja, funciona de manera interdependiente con otros dos componentes del yo para influenciar el ajuste: la agencia y la más conocida, la autoestima.

Por ejemplo la conciencia propia y la entidad—percepción del individuo sobre el control personal e independiente sobre una consecuencia o evento—comienzan a desarrollarse en la infancia. Los niños aprenden desde muy temprano que sus propias acciones afectan a objetos y personas de su medioambiente. Con el tiempo, estos logros maduran mientras completan tareas de manera exitosa estableciendo metas, conservando el esfuerzo, además de superar las fallas para adquirir el resultado deseado. A través de repetidas ocasiones para probar los efectos de sus acciones, se forman creencias sobre su eficacia propia, su capacidad para actuar al nivel que tienen por objeto o para producir un resultado deseado. Esto, resulta ser que, sustenta la motivación del individuo a cambiar su comportamiento y por lo tanto también es crucial para el desarrollo del otro componente positivo del yo: la autoestima.

LA INTERVENCION DE LA PSICOLOGIA POPULAR

Desafortunadamente, la importancia de la acción personal y la eficacia propia frecuentemente han sido pasadas por alto en los intentos populares por reforzar la autoestima en los niños, a menudo con resultados no afortunados.

Por ejemplo en el verano de 2005, una maestra británica jubilada, quien era una instructora veterana de escuela primaria por 37 años, propuso una petición a su sindicato la Asociación Profesional de Maestros (a partir de entonces renombrada Voice). Esta propuso que la palabra deficiente fuera prohibida en las escuelas y fuera reemplazada con palabras más agradables como éxito aplazado para así no desanimar a los estudiantes a continuar con sus esfuerzos de logro. Aunque la propuesta en última instancia experimentó su propio éxito aplazado, que no estuvo exenta de entre la asociación de profesores 35,000 miembros. Uno de ellos expresó su entusiasta acuerdo diciendo: «Es hora que hagamos la palabra “deficiente” redundante y reemplazarla con “favor de esforzarse un poco más”». Aunque los psicólogos tradicionales e investigadores desde hace mucho han reconocido deficiente como paso importante hacia delante para desarrollar seguridad en uno mismo, aparentemente varios educadores lo encontraron incompatible con el desarrollo de la autoestima en niños en edad escolar.

El mismo año varios periódicos estadounidenses informaron de otra amenaza a la autoestima infantil: el uso de tinta roja en las escuelas públicas. Los padres en Trumbull, Connecticut, se opusieron al uso de tinta roja en base a que era demasiado estresante. La escuela respondió al prohibir el agraviante color sustituyéndolo por tinta azul en su lugar. Si esta escuela de Connecticut hubiera estado más atenta, se hubiera dado cuenta que en varias partes de la nación otras escuelas ya habían descubierto este efecto con la tinta roja. El Boston Globe reportó: «Una mezcla de rojo y azul, el color purpura personifica el sentido de autoridad pero también el azul es asociado con la serenidad, haciéndolo un color menos negativo y más constructivo para corregir el trabajo de los estudiantes, dijeron los psicólogos del color. El purpura llama la atención sin ser muy agresivo, y porque el color está relacionado con la creatividad y la realeza, también es más alentador para los estudiantes».

«Los Psicólogos del Color» puede que estén convencidos que están tras de algo. Sin embargo, los psicólogos, al mismo tiempo que reconocen que el color puede afectar temporalmente la actitud y emoción, podrían ser escépticos en cuanto a su relevancia en la política educativa. Ciertamente, no hay investigaciones que sugieran que el color pueda tener un efecto positivo o negativo duradero en la autoestima. Al igual que la mayoría de las nociones populares a cerca de como reforzar la autoestima, estos enfoques psicodélicos tienen poca similitud a los conocidos dentro de la psicología del desarrollo por más de un siglo. De hecho, William James psicólogo de Harvard desarrolló una fórmula para la autoestima a principios de 1890. Se tomó en consideración el papel de la entidad personal además de seguir siendo reconocida hoy en día por los psicólogos. James sugirió que «nuestras emociones personales en este mundo dependen totalmente en lo que nos apoyamos personalmente en lo que somos y hacemos. Está determinado por el índice de nuestras realidades de nuestro supuesto potencial». En otras palabras, los individuos no se pueden sentir bien de sí mismos sin que también estén haciendo bien.

PASOS HACIA LA AUTOESTIMA

Tendrían que pasar casi tres cuartos de siglo antes que otro respetado psicólogo, Stanley Coopersmith, retomara el concepto de la autoestima. En un estudio intensivo llevado a cabo durante un periodo de seis años, examinó el tema utilizando una variedad de métodos y medidas de investigación. Sus hallazgos fueron publicados en 1967 como The Antecedents of Self-Esteem (Los Antecedentes de la Autoestima). Incluso, aun Coopersmith, quien propone que forjar un respeto saludable del yo es una necesidad en la crianza de los del niño, recalca que los padres de niños con una autoestima más elevada son la clase de padres que establecen límites claros y definen normas elevadas de comportamiento, además de ser modelos con su propio ejemplo.

«[Coopersmith] subrayo en repetidas ocasiones que la intemperancia, creación de la tensión- y medioambiente de demanda libre—lo que varios pensaron promovería la autoestima—de hecho la bajaría».

John P. Hewitt, The Myth of Self-Esteem (1998)

Al igual que James, reconoce el papel de la agencia personal en la autoestima, planteando una definición de cuatro partes de lo que le toma a un niño para desarrollar una imagen positiva de sí mismo. Primero está la necesidad por el «respeto, aceptación, y un trato interesado» departe de los padres o seres importantes. Esto coloca los fundamentos no solo para la capacidad del niño de aceptarse a sí mismo, sino también para aceptar los valores y la guía de los demás. Segundo, Coopersmith señala la importancia de una «historia de aciertos». Esto proporciona al niño con un sentido de realidad sobre el cual basar su autoestima. Sin embargo, dice, un tercer elemento es también importante: el niño necesita «valores and aspiraciones» que son personalmente significativas, con los cuales se pueden medir los aciertos. Finalmente, la «manera de responder del niño a la desvalorización» debe ser saludable. En otras palabras, el niño debe aprender cómo tratar apropiadamente con la evaluación negativa de los demás, aparte de sentir que es posible vencer los fracasos.

¿Significa esto que los padres deben forzar los fracasos y las evaluaciones negativas en sus hijos para poder enseñarles cómo manejar estas experiencias? No hace falta decir que tal enfoque en la crianza de los hijos podría ser extremadamente dañino en la confianza y el apoyo que debe existir en la relación entre padres e hijos. La vida misma proporciona suficientes de estas experiencias a los niños. Obviamente el papel de los padres es el de guiar y alentar a los niños cuando encuentran obstáculos para alcanzar sus metas. A pesar del hecho de que el péndulo popular oscila alternativamente en cuanto a respaldar el elogio a los niños, la investigación continúa en apoyar el entendimiento de que el elogio, cuando lo amerita, puede ser una herramienta fabulosa para reforzar la acción positiva. Lo importante es que los niños notan la falta de elogios, no importa cuán bien intencionada sea, y un régimen constante de esta clase puede conducirles a la desconfianza, incluso cuando el elogio es merecido. Sin embargo, cuando toman pasos para hacer bien, y es reconocido, sus aspiraciones positivas son reforzadas y en consecuencia más intentos de hacer bien continuarán. Excepto que, con elogios o sin ellos, si nunca se les dan oportunidades a los niños de intentar y finalmente tener éxito, sus intentos de hacer la diferencia eventualmente cesarán. Los psicólogos conocen este estado como «indefensión aprendida».

A los finales de los 60s, el psicólogo Martin Seligman y sus colegas emplearon el condicionamiento pavloviano (clásico) para estudiar este fenómeno en los animales. Cuando los perros aprendieron que podían evitar un choque eléctrico mediante la realización de ciertas acciones, continuaron con esas acciones, incluso si al hacerlo no se lograba el resultado esperado. Por otro lado, los animales cuyas acciones nunca resultaron por la evasión del choque aprendieron rápidamente que «nada de lo que yo haga importa», y se convirtieron en pasivos, abandonado cualquier intento para cambiar el resultado.

Este es un importante entendimiento para los padres, o para cualquiera cuyo objetivo es ayudar a fomentar el cambio en los demás. «La eficacia propia es la otra cara de la responsabilidad personal para el cambio», dicen los investigadores motivacionales William R. Miller y Stephen Rollnick. «Afirmar que una persona es responsable de decidir y dirigir su propio cambio es asumir que la persona es capaz de hacerlo. La persona no solo puede sino que debe hacer el cambio en el sentido de que nadie más puede hacerlo por ella».

Lo que Miller y Rollnick llaman «el efecto de la fe y la esperanza»—creencia en la capacidad de cambio—es fundamental para sentirse motivado para vencer el fracaso repetido y prosperar. La literatura en psicología clínica está repleta de este tema, especialmente en lo que se refiere al refuerzo de la autoestima.

LA IMPORTANCIA DEL FRACASO

Teniendo en cuenta la gran cantidad de investigación disponible, es lamentable e inexplicable que en algunos círculos el aspecto de «hacer bien» para construir la autoestima ha sido pasado por alto a favor de la parte de «sentirse bien» del mensaje. Seligman hace hincapié en la distinción fundamental ya que conecta la autoestima a la depresión infantil en su libro de 1995, Niños Optimistas: Un Programa Comprobado para Proteger a los Niños contra la Depresión y Edificar Resiliencia Imperecedera.

«Multitud de maestros norteamericanos, junto con padres de familia, se esfuerzan por estimular la autoestima de los niños», dice Saligman. «Esto suena bastante inofensivo, sin embargo, la manera de hacerlo está erosionando “el sentido del valor del niño”. Al centrarse sobre lo que el niño siente, a expensas de lo que hace—control, perseverancia, superar frustraciones, aburrimientos, y abordar obstáculos—padres y maestros están haciendo de esta generación de niños una más vulnerables a la depresión».

¿Cómo puede ser que los intentos bien intencionados de proteger a los niños de sentirse mal en realidad puedan resultar en más depresión en lugar de menos? «Cada pequeño fracaso, así como cada gran fracaso, produce una mala sensación—algunas combinaciones de ansiedad, tristeza y enojo», señala Seligman. «Estas emociones, cuando son moderadas, son impulsoras, pero también son desalentadoras. Su hijo tiene una de estas dos tácticas disponibles cuando se siente mal. Puede permanecer en la situación y fingir, tratando de poner fin a la emoción al cambiar la situación, o darse por vencido y abandonar la situación. Esta táctica también pone fin a la emoción mediante la eliminación por completo. Esta es la primera táctica a la que llamo control, a la segunda le llamo indefensión aprendida».

Esta conceptualización sobre el control es fácil de reconocer como otra manera de expresar el papel de la agencia y la eficacia propia descrita por Guerra y Bradshaw, así como también la «historia de éxitos» y la sana «forma de responder a la desvalorización» descrita por Coopersmith. En este contexto, los hallazgos de Seligman no son necesariamente sorprendentes, pero quizás los exprese con mayor claridad: Insiste que «para que tu hijo pueda experimentar control, es necesario que fracase, que se sienta mal y que intente una y otra vez hasta alcanzar el éxito. Ninguno de estos pasos puede ser evitado. El fracaso y sentirse mal son elementos fundamentales para el éxito final y sentirse bien».

Discrepando con los argumentos políticos que la baja autoestima es la causa de males tales como el fracaso académico, consumo de drogas, embarazo en la adolescencia y la dependencia en la asistencia pública, Seligman sostiene que lo contrario es en realidad la verdad: la baja autoestima es el resultado de estos males y no la causa. Dice que, «no existe tecnología para enseñar a sentirse bien que no enseñe primero a tener éxito». «Los sentimientos de autoestima en particular y los de felicidad en general, se desarrollan como efectos secundarios—de controlar obstáculos, trabajar exitosamente, la superación de la frustración y aburrimiento y teniendo éxito. El sentimiento de la autoestima es un derivado de tener éxito». Para Guerra y sus colegas, tener éxito es expresado en términos de las agencias y la eficacia propia, sin embargo también ven estas habilidades como necesarias para la autoestima y un sentido positivo del yo.

EL PAPEL DE LOS PADRES

Si hacer bien es tan fundamental para la autoestima, ¿cómo pueden los padres enseñar los pasos para llegar ahí? Seligman ofrece una gran cantidad de consejos prácticos que expanden el desarrollo continuo, comenzando por evitar la sobreprotección (de la cual dice, reduce una de las tempranas oportunidades para aprender su capacidad de afectar su entorno) y responder prontamente a las necesidades del niño. «No dejes a tu hijo que llore y llore cuando tiene hambre o está orinado», advierte. «Uno de los elementos fundamentales mas importante es su aprendizaje de que el llanto funciona para mitigar». Esta certidumbre, junto con una interacción positiva y receptiva, son la base para la conexión segura entre el niño y los que le cuidan.

En adición a esto, Seligman hace hincapié que aun el juego y las primeras semanas de exploración son esenciales para desarrollar destreza. El espacio de exploración del niño libre de riesgos debe de ampliarse cada vez más para acomodarse a su potencial de crecimiento sobre la destreza, además de ir acompañado con juguetes adecuados que operen solamente en respuesta a las acciones del niño. Dado que esta es una característica clave de las computadoras, Seligman observa que esta tecnología es mucho más beneficiosa que la TV, radio y el cine en lo que respecta a incrementar la destreza en el niño.

Por supuesto, se pueden encontrar oportunidades para la destreza en casi cada actividad diaria del niño—incluyendo a la hora de comer, al vestirse y al interactuar con los demás—estas deben de estar siempre dentro de un marco con límites claros que definan los valores apropiados y desde la perspectiva de relaciones que produzcan una atmosfera emocional positiva. Un positivismo en la forma de amor, afecto y calor alimentan la destreza y la eficacia propia, pues cuando el niño se siente seguro, feliz y protegido, llega más lejos en su exploración; y por supuesto, mientras más exploración, mucho más destreza.

Así como lo reconoce la investigación, la destreza en las tareas, alcanzar las aspiraciones propias o vivir a la altura de las metas y valores personales no es siempre un proceso transparente, así que el desarrollo infantil de una imagen propia depende entonces de cómo aprender a manejar o superar el fracaso. Incluso cuando los padres les ayudan a dividir tareas desafiantes en pasos pequeños y realizables, los niños de manera inevitable seguirán encontrando obstáculos. ¿Cómo pueden los padres ayudar a los niños a superarlos? Sin amortiguarlos en sus fracasos o criticarles su carácter cuando no tienen éxito, dice Seligman. Por el contrario, los niños aprenden las estrategias de supervivencia cuando los padres los responsabilizan por comportamientos específicos a la vez que expresan su confianza en su capacidad de cambiar, además de ofrecerles oportunidades para intentarlo de nuevo—junto con el estimulo necesario para hacerlo.

Seligman dice que, «[Los niños] escuchan como los critican los adultos y absorben el estilo del criticismo así como la enjundia con que se hace». «Si críticas a tu hijo de ser perezoso en lugar de por no haberse esforzado hoy lo suficiente, tu hijo creerá no solamente que es perezoso, si no que sus fracasos provienen de factores permanentes e inmutables». Seligman sugiere evaluaciones exactas y específicas pero transitorias de los fracasos, en lugar de generales, exageradas y de inculpación permanente. Al enfocarse en causas personales especificas y temporales, es importante que los padres hablen de sus propios fracasos, ya que los niños adquieren fácilmente los estilos explicativos de aquellos a su alrededor.

Por ejemplo, un enfoque equivocado a la critica sería «Eres un niño malo» o «¿Por qué nunca haces lo que te pido?» Un enfoque constructivo sería «Has estado vacilando a tu hermana demasiado» o «Te pedí que limpiaras tu habitación, ¿Por qué no hiciste lo que te pedí?»

Paradójicamente, utilizando un lenguaje catastrófico para explicar fracasos, no le enseña al niño a aceptar responsabilidad de conductas específicas. «Eres un dejado» implica que él o ella tienen una característica que es inmutable. «Tu habitación es un desastre; límpiala por favor», por el contrario, coloca la culpa en la conducta cambiable del niño, además de expresar una expectativa de cambio clara y especifica. Cuando se produce el cambio, elogia a tu hijo; sin embargo de la misma manera que el castigo va de acuerdo con el delito, el elogio debe ser de acuerdo al éxito. Seligman dice que, «Cuando el padre recompensa al niño, digamos con un elogio, sin importar lo que haya hecho el niño, surgen dos riesgos». «En primer lugar, el niño puede tornarse pasivo al haber aprendido que el elogio vendrá sin importar lo que haga. … En segundo, el niño podría tener dificultad para apreciar que de hecho tuvo éxito más delante cuando de verdad lo tuvo y mamá lo elogió sinceramente».

«Consignas vacías de la clase ‘Soy una persona especial’, ‘Le gusto a la gente’ y ‘My vida se mejorará cada vez mas’ puede que te hagan sentir cómodo por el momento, pero no te ayudaran a realizar tus metas».

Martin E.P. Seligman, Niños Optimistas (1995)

Aunque el elogio es solamente una de las muchas técnicas positivas para influenciar la conducta del niño, al mismo tiempo las técnicas positivas y negativas pueden ser eficaces, la investigación de Coopersmith en 1967 encontró que los niños con la autoestima más alta tenían padres que estaban a favor de técnicas positivas de modificación de la conducta. Aquellos con baja autoestima tenían padres que valoraban técnicas negativas. Contradictoriamente, Coopersmith señalo que los padres que ante todo prefieren utilizar técnicas negativas eran aquellos que eran más indulgentes, exhibiendo de manera simultánea una «falta de guía como padres y un tratamiento relativamente áspero y falta de respeto. Estos padres ya sea que no saben o no quieren establecer e implementar lineamientos a sus hijos. Estos son dados a emplear el castigo en lugar de la recompensa, y los procedimientos que emplean ponen énfasis en la fuerza y la pérdida del amor. … Sugieren que el castigo es un método preferido de control, y sin embargo declaran que lo encuentran generalmente ineficaz».

Es poco probable que errores como estos en la crianza de los hijos se hayan extinguido desde que la investigación de Coopersmith fue publicada. Con casi 80,000 niños en los Estados Unidos entre las edades de 12 y 18 se encontraban encarcelados en correccionales de menores en 2006, de acuerdo con el Departamento de Justicia Juvenil y Prevención de la Delincuencia de los Estados Unidos, junto con Inglaterra y Gales reportando un incremento del 795 por ciento en la población infantil bajo tutela entre 1989 y 2009, está claro que la crianza de los hijos al menos en algunos países occidentales aun no se considera una ciencia exacta.

LA ESENCIA DE LA AUTOESTIMA

Si es que, como afirman Guerra and Bradshaw, la percepción positiva del yo es un indicador crucial del desarrollo de un adolescente sano, ¿que pueden concluir los padres del estudio del siglo pasado sobre la autoestima?

«El éxito es una tranquilidad mental la cual es resultado directo de la autosatisfacción al saber que hiciste el esfuerzo en hacer lo mejor de lo que eres capaz».

John R. Wooden, Entrenador de Baloncesto de la UCLA, 1948–1975

La respuesta parece engañosamente sencilla. Los niños necesitan aspiraciones y valores definidos en apoyo al éxito; necesitan oportunidades para explorar y dominar nuevas tareas; Necesitan la capacidad para superar fracasos y frustraciones. También necesitan de todo esto dentro del contexto de un vínculo de apoyo de los que les cuidan, quienes están preocupados los suficientemente como para establecer demarcaciones y límites claros que definen una conducta aceptable.

A diferencia de las frecuentes demandas hechas por libros populares sobre la crianza de los hijos, la investigación detrás de estos conceptos ni es algo nuevo o impactante. Sin embargo el hecho de que ha resistido la prueba del tiempo pesa fuertemente a su favor.