Por qué construimos muros

La idea detrás de mantener a otros separados… y desiguales 

Sea por preocupaciones con respecto a la salud, la economía o la seguridad, muchas naciones han erigido o están erigiendo muros en sus fronteras; ¿qué puede enseñarnos esto acerca de nosotros?

En los primeros meses de 2020, los titulares de los periódicos de todas partes se centraban en la propagación mundial del COVID-19, mientras una nación tras otra tomaba medidas para contener la enfermedad. Algunos gobiernos fueron más lentos que otros en la adopción de medidas tales, aparentemente confiando en que su nación pudiera estar aislada del virus en sus fronteras, y que por eso la enfermedad tendría poco efecto allí.

La rapidez con que la enfermedad se propagó sirvió para mostrar lo defectuoso que era ese enfoque. Aunque la mayoría de los expertos convenían en que limitar el desplazamiento de personas tanto local como internacionalmente sería esencial para «aplanar la curva» de nuevas infecciones y muertes, pensar que se podría detener el virus cerrando las fronteras, erigiendo así un muro virtual alrededor de una nación, a lo sumo demostró ser muy poco inteligente. 

El concepto de aislarnos de los demás tiene una larga historia. De hecho, la pandemia quitó del primer plano otro muro muy publicitado: la barrera que el presidente de los EE.UU. Donald Trump quiere erigir a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México. El Congreso y los jueces federales siguen luchando entre bastidores acerca de la financiación y la construcción de ese muro. El debate se centra en cuestiones de seguridad fronteriza, inmigración ilegal, narcotráfico, y si el muro realmente ayudaría en alguno de esos frentes. No obstante, en marzo de 2020, el Servicio de Aduanas y Protección de Fronteras de EE.UU. (una agencia del Departamento de Seguridad Nacional) anunció que el gobierno acababa de otorgar un contrato de ciento setenta y cinco millones de dólares para construir una nueva sección de quince millas de la barricada a lo largo de la frontera de Texas. El presidente también pidió que se acelerara la construcción del muro en Arizona para ayudar a mantener fuera a los inmigrantes que podrían estar portando el corona virus con ellos. El 10 de marzo él tuiteó: «¡Avancen rápido! ¡Necesitamos el muro más que nunca!». Mientras tanto, los demócratas seguían impugnando judicialmente el proyecto. 

Al igual que con respecto a otros temas, los votantes estadounidenses generalmente se ponen del lado de su partido en este debate. Un artículo de 2019 del Pew Research Center señalaba que «alrededor de ocho de cada diez republicanos e independientes de tendencia republicana (82%) apoyan la expansión del muro, mientras que una parte aún mayor de los demócratas y demócratas de la izquierda (93%) se oponen».

No es el propósito de este artículo pronunciarse tocante al muro fronterizo estadounidense; pero tal vez valga la pena profundizar un poco y —sobre todo— preguntarse por qué los seres humanos erigen muros. Puede que le sorprenda, pero, desde la caída del muro de Berlín hace ya más de treinta años, se han erigido a lo largo de fronteras en todo el mundo más de sesenta muros, cercas y otras barreras. 

¿Por qué un estado-nación siente que necesita encerrarse dentro de una barrera física? ¿Es un muro la mejor manera de garantizar la seguridad ante fuerzas foráneas? Un breve estudio de algunos muros fronterizos prominentes del pasado y del presente puede sugerir algunas respuestas.

El Muro de Adriano

El Muro de Adriano representaba la frontera —o límite— del Imperio Romano en Gran Bretaña y es uno de una serie de muros que se extendían más de tres mil millas (5.000 km) a través de Europa, desde la costa atlántica de Gran Bretaña hasta el Mar Negro y el norte de África y de vuelta al Atlántico. Pone de relieve una razón clave detrás de la construcción de muros organizados.

Comisionado por el emperador romano Adriano —alrededor del año 122 d.C.— para mantener a los romanos separados de otros pueblos de la isla, la muralla se extiende 73 millas (118 km) a lo largo de lo que era la frontera más septentrional del imperio. El investigador y periodista Tim Marshall señala que «partes [del muro] tenían quince pies de alto y diez pies de profundidad. Una "zanja de combate" de trece pies de profundidad y treinta pies de ancho fue excavada frente a él. Entre los dos había matorrales de púas. Las numerosas puertas estaban fortificadas, y a cada milla romana a lo largo del muro había un pequeño fuerte, y entre cada uno de estos, dos torretas. A un lado de este muro estaba la “civilización”, por el otro, los “bárbaros”».

A los espectadores del norte (los llamados bárbaros), la construcción de semejante estructura por tal vez quince mil soldados romanos ha de haberles resultado impresionante. Pero decir que un muro dividía la civilización de la barbarie es sugerir que los dos eran cualitativamente opuestos. Hoy en día, así es como por lo general se entienden estos dos términos. Civilización sugiere un avanzado estado de desarrollo social y cultural y/u organización, mientras que la barbarie connota salvajismo: la ausencia de cultura o civilización. Sin embargo, estos significados modernos simplifican demasiado el contexto dentro del Imperio Romano. Los bárbaros, en tiempos antiguos, eran simplemente los de cualquier cultura que no fuera griega o romana; eran extranjeros.

«La noción de que la “civilización” es una condición superior a la “barbarie” subyace en las doctrinas victorianas de superioridad racial de hace más de un siglo y vive en la actualidad en la comprensión popular de la palabra. Pero no tiene cabida en la arqueología».

Christopher Scarre y Brian M. Fagan, Ancient Civilizations

¿Cuál fue el propósito de Adriano para construir el muro? Los arqueólogos Christopher Scarre y Brian M. Fagan señalan que «los arqueólogos e historiadores han debatido durante mucho tiempo en cuanto a si el Muro de Adriano fue una barrera militar efectiva... Sin embargo —fuera cual fuese su eficacia militar—, fue sin duda un poderoso símbolo del poderío militar romano. El biógrafo de Adriano comenta que el emperador construyó el muro para separar a los romanos de los bárbaros. De la misma manera, los emperadores chinos construyeron la Gran Muralla para separar a China de la bárbara estepa del norte. En ambos casos, además de cualquier función militar, las barreras físicas sirvieron a los ojos de sus constructores para reforzar la brecha conceptual entre civilizado y no civilizado. Fueron parte de la ideología del imperio».

Los romanos veían su sociedad y sus caminos como más civilizados que los de los extranjeros en sus fronteras. El mensaje de base ideológica transmitido por el Muro de Adriano era que, por el solo hecho de ser romanos, «somos superiores y ustedes son inferiores».

El Muro de Berlín

La competencia entre los pueblos y las pretensiones de superioridad, según el modelo de los romanos y sus vecinos, es común a lo largo de la historia. Un ejemplo más reciente de un muro fronterizo resultante, esta vez diseñado para mantener a la gente adentro en vez de afuera, es el Muro de Berlín, que se mantuvo durante 28 años como el arquetipo de la «Cortina de Hierro» de Winston Churchill.

Como era de esperar, los problemas subyacentes eran complejos; pero en su punto más básico, el muro de Berlín fue una manifestación de la competencia que había surgido entre la Unión Soviética y varias democracias occidentales, entre las que se encontraban los Estados Unidos y el Reino Unido. El centro del conflicto no solo era cuáles pueblos eran superiores, sino cuál ideología político-económica —capitalismo o comunismo— era mejor. Hoy conocemos esa lucha como la Guerra Fría.

Quizás en ninguna parte la pugna por la superioridad ideológica entre Oriente y Occidente fue más directamente evidente que en Alemania. Desde 1945 hasta 1961, los gobiernos opuestos (y por defecto, rivales) en la nación dividida estaban ansiosos por demostrar la superioridad de sus respectivos sistemas. Con el tiempo, sin embargo, los ciudadanos comunes y corrientes no pudieron evitar concluir que el capitalismo de Berlín Occidental y Alemania Occidental era económicamente más viable que el sistema comunista oriental.

Marshall describe cómo se desarrolló en Berlín: «Con solo mirar por una ventana o cruzar una calle, la gente común de Alemania Oriental podía ver la reconstrucción espectacularmente exitosa de Alemania Occidental... Cada día que la gente podía presenciar ese progreso representaba un golpe a la idea de que el sistema soviético era superior... Antes de que el muro se levantara, eran tantos los berlineses orientales que habían optado por emigrar a los sectores occidentales —ya para trabajar, ya para vivir permanentemente—, que la economía de Alemania Oriental se hallaba en graves dificultades. Alrededor de dos millones habían votado con sus pies en la década anterior [la de los cincuenta], y el flujo estaba aumentando».

«Entre enero de 1960 y finales de julio de 1961 otras 330.000 personas se mudaron al Oeste. Alemania Oriental estaba perdiendo su fuerza laboral y su credibilidad».

Tim Marshall, The Age of Walls: How Barriers Between Nations Are Changing Our World

La historia políticamente violenta de Rusia hizo poco para ayudar a los alemanes orientales a adaptarse a la idea de un padre comunista. A medida que la población huía hacia el oeste, la pérdida de capital humano amenazaba con paralizar aún más una ya coja economía de posguerra. La solución soviética fue encarcelar a los berlineses que vivían en el sector soviético de la ciudad (el cual, al final de la Segunda Guerra Mundial, había sido dividido entre cuatro potencias aliadas). Con el fin de evitar nuevas migraciones, Moscú otorgó la aprobación para comenzar a erigir una barrera el 13 de agosto de 1961, cortando efectivamente la ciudad en dos, de la noche a la mañana.

Una vez más, Marshall proporciona algunos detalles: «Durante los primeros años consistió en tramos ocasionales de pared, pero mayormente, en calles bloqueadas, ventanas amuralladas y tramos de alambre de púas. Mas en una década, un muro de hormigón fue reforzado por torres de vigilancia, búnkeres, cercas eléctricas, perros, campos de tiro automáticos y cientos de guardias armados».

Desde 1961 hasta 1989, al menos ciento cuarenta personas perdieron la vida en relación con ese muro. Esta es una estimación conservadora; algunos creen que el número es mucho mayor. El Muro de Berlín demuestra los extremos a los que un gobierno vacilante puede llegar en un esfuerzo por mantenerse fiel a una ideología, incluso cuando la experiencia vivida de la gente la lleva a concluir que una ideología diferente es preferible.

El Muro de Berlín también sirve como prueba de que, si se construyen y mantienen eficazmente, los muros fronterizos pueden funcionar según lo previsto; pueden mantener a la gente dentro o fuera de los mismos. Sobre esa base, Marshall afirma que el muro fue un éxito: durante su existencia, solo unas cinco mil personas escaparon sanas y salvas.

Muros fronterizos de Israel

Si el gobierno de Alemania Oriental demostró que hasta un muro fronterizo inicialmente rudimentario puede impedir que la gente entre o salga de una zona, Israel se ha convertido en un modelo en el uso de tecnología altamente avanzada para el mismo propósito.

«Para 2002 —escribe el historiador David Frye—, el gobierno había comenzado a trabajar en una barrera que con el tiempo se extendería a lo largo de 450 millas y generaría varios muros más que sumarían cientos de millas adicionales. El Muro de Cisjordania… cuenta con varios avances tecnológicos, muchos de ellos a la manera de las antiguas barreras de la Cortina de Hierro. Los sensores nocturnos infrarrojos, el radar, los sensores sísmicos, las cámaras de vuelo con globos y los camiones Ford F-350 no tripulados, con control remoto, equipados con cámaras de vídeo y ametralladoras, aumentan las losas de hormigón de la pared y el alambre de cuchillas».

El Muro de Cisjordania fue una respuesta al conflicto en curso entre el Estado de Israel y los palestinos indígenas. La ruptura de las conversaciones de paz de Camp David en 2000 condujo a la Segunda Intifada y a una larga campaña de atentados suicidas palestinos. El editor de Vision David Hulme señaló en su libro Identity, Ideology, and the Future of Jerusalem que los bombardeos aceleraron los esfuerzos israelíes para erigir el muro de separación de Cisjordania alrededor de Jerusalén. La relación en curso entre israelíes y palestinos ha sido increíblemente difícil debido a la desconfianza y el odio generados por décadas de hostilidad y maltrato mutuos.

Con todo, algunos de ambos lados entienden que no tiene que ser así. En una entrevista con Vision, el politólogo israelí Menachem Klein trazó el camino para llegar a un acuerdo: «La negociación exitosa se basa en la confianza, y en el intercambio de información con el otro... No menos importante es lo siguiente: relacionarse con el otro como socio y como igual. No ser arrogante porque se tiene un estado y ellos no; o porque se es profesor o general del ejército, y ellos son solo empleados, o lo que sea. Relacionarse con ellos como seres humanos plenamente iguales a uno. Este es un elemento muy básico en las conversaciones; es difícil de lograr, pero es necesario para llegar a un acuerdo».

En otra entrevista con Vision, Mohammad Shtayyeh (que en 2019 se convirtió en primer ministro palestino) señaló en tónica similar: «Al final del día, los israelíes tienen que darse cuenta de que nosotros [los palestinos] vamos a permanecer aquí, y tienen que vivir con nosotros; y nosotros tenemos que darnos cuenta de que se están quedando allí, y tenemos que vivir con ellos. Por lo tanto, tenemos que —ambos, tanto nosotros como ellos— propiciar una gran cantidad de educación en pro de la paz para las generaciones futuras».

Del mismo modo, el ex primer ministro israelí Shimon Peres, comentando la disparidad entre los dos pueblos que comparten la tierra, dijo a Vision a principios de 2000 que «cuanto mejor estén los palestinos, mejor será el vecino que tendremos».

«Creo que la respuesta a la seguridad es mejores relaciones y no mejores vallas». 

Delineando nuevos desarrollos de los últimos 10 años, Frye escribe: «En 2011, comenzó el trabajo en un muro de 45 millas a lo largo de la frontera siria de Israel. Dos años más tarde, Israel había completado una barrera de 150 millas frente a Egipto en su margen occidental. Más recientemente, la construcción ha comenzado a lo largo de las fronteras del Líbano y la Franja de Gaza, y en 2017 se produjo la creación de una valla parcial y, según las normas israelíes, algo a medias en la frontera jordana».

Lejos de mejorar las relaciones entre ellos y sus vecinos, los muros fronterizos de Israel solo exacerban las animosidades de larga data. Equipados con la última tecnología militar, los muros a duras penas reflejan el respeto y el valor por el otro lado que Klein, Shtayyeh y Peres propusieran.

Es ampliamente aceptado que los muros de Israel, no solo en Cisjordania, sino también en sus fronteras con Siria y Egipto, tienen éxito en eliminar la inmigración ilegal y reducir en gran medida la actividad terrorista. Esto ha atraído el interés de otras naciones, entre ellas, los Estados Unidos, en busca de medios para fortalecer sus propias fronteras.  

Construir o no construir

Si el éxito se define en parte como la eliminación de un problema cual la inmigración ilegal, entonces no solo los muros de Israel sino muchos a lo largo de la historia han tenido éxito. Pero tal vez se pueda lograr un éxito aún mayor cuando los pueblos y las naciones alcancen un nivel de respeto mutuo que elimine la necesidad de muros. Casi por definición, la construcción de muros proviene de una ideología basada en sentimientos de superioridad. Cuando un gobierno —sea romano, soviético, israelí o cualquier otro— protege y defiende firmemente una ideología, un muro puede tener éxito en el control del movimiento; pero también conducirá a relaciones frustradas, caracterizadas por el miedo, la ira, el desprecio e incluso el odio.

Klein, Shtayyeh y Peres hablaron de valorar a sus vecinos, de tratarlos con respeto, amabilidad y cortesía. Ese es el camino a las relaciones positivas y mutuamente beneficiosas, y elimina la necesidad de barreras físicas; es el camino que conduce a la paz y la felicidad duraderas.   

«Estamos tan ocupados —todos nosotros— con geografía, topografía, estrategia, muros, fortificaciones, que pasamos por alto la posibilidad de que nada de eso se necesite una vez que cambiemos la relación entre los palestinos y nosotros». 

Todo esto nos lleva de nuevo a la cuestión con la que los legisladores estadounidenses están lidiando actualmente. Pero no es solo un problema norteamericano. Entre las muchas otras naciones con nuevos muros fronterizos (o barreras similares) se encuentran Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Jordania, Turquía, Malasia, Tailandia, India, Egipto, Kenia, Argelia y Túnez.  «Se han erigido muros que deberían haber sido inimaginables, después del Muro de Berlín», escribe Donatella di Cesare en su libro Resident Foreigners (2020). «El más grande es uno en Francia —un muro exigido y financiado por Gran Bretaña—, junto al puerto de Calais, con el fin de bloquear los cruces del Canal».

Teniendo en cuenta los principios que podemos extraer del Muro de Adriano, el Muro de Berlín y los muros de contención de Israel, tal vez valga la pena repetir el consejo de Klein: «Relacionarse con ellos como seres humanos plenamente iguales a uno». Un muro puede ser eficaz para apoyar una ideología específica que busca controlar el movimiento, particularmente cuando incorpora la tecnología actual. Pero, aunque tales muros funcionan, también transmiten la concepción del mundo —de superior contra inferior— según sus constructores; además, fomentan el resentimiento y la hostilidad profundamente asentados, en lugar del respeto mutuo. El Muro de Berlín y sus sucesores israelíes demuestran que esto es cierto.

Independientemente de la identidad nacional, todos somos seres humanos. Tal vez en vez de aislarnos unos de otros, un enfoque más positivo y eficaz para resolver los problemas muy reales que existen actualmente entre los estados-nación vecinos y los pueblos de todo el mundo sea uno que haga hincapié en el respeto y el valor igual de todo ser humano, sin importar su ciudadanía, etnia, religión o idioma.