Realidades de la Cigüeña

Como padres y maestros saben (pero no muchos adolescentes), la paternidad no es toda diversión, juegos y bebés adorables que ríen felizmente en sus carriolas.

Un estudio publicado en la edición de marzo de 2004 de Pediatrics [Pediatría] sugiere que ésa es una realidad que los padres necesitan explicar a los adolescentes. Al considerar «un grupo racialmente diverso de 340 adolescentes que no previnieron adecuadamente el embarazo» y que nunca antes habían estado embarazadas, los investigadores esperaban probar la hipótesis de que es menos probable que las adolescentes que se hacen pruebas de embarazo caseras utilicen anticonceptivos y, si esto es verdad, descubrir la razón.

Lo que los investigadores de la Universidad de Colorado encontraron fue que aunque las jóvenes que se realizan pruebas de embarazo caseras eran tan capaces de usar anticonceptivos como sus compañeras, era menos probable que lo hicieran, pues «estaban más indecisas de no querer quedar embarazadas, principalmente porque eran más propensas a no tener expectativas negativas acerca de los efectos de la maternidad en su vida».

El embarazo y ser madres adolescentes y solteras simplemente no parecía ser una opción tan terrible para ellas.

Pero ¿acaso no lo es? Además de hablar de las exigencias de cuidar minuto a minuto a un ser humano vivo y totalmente dependiente, tanto padres como adolescentes se beneficiarían de considerar estas realidades a largo plazo, extraídas de un gran número de investigaciones:

  • «Las familias encabezadas por jóvenes madres solteras se encuentran entre las más pobres tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos» (Selman, 1998).
  • «Debido a que las madres adolescentes son desproporcionadamente pobres, están en riesgo de aislamiento social, depresión y estrés» (SmithBattle, 2008; Cicchetti, Rogosch y Toth, 2006).
  • «La maternidad adolescente está relacionada con bajos logros académicos y ocupacionales, mayores problemas de salud mental y física, redes inadecuadas de apoyo social para la crianza, y un mayor riesgo de abuso y negligencia para sus hijos» (Ellis, Bates, Dodge, Fergusson, Horwood, Pettit y Woodward, 2003; Woodward y Fergusson, 1999).
  • «Comparados con los hijos de madres adultas, los hijos de madres adolescentes corren un mayor riesgo de tener bajo peso al nacer, habilidades limitadas de motricidad fina y menos habilidades para las matemáticas y la lectura, además de que estos niños son más propensos a abandonar los estudios en la secundaria» (Chandra, Martino, Collins, Elliott, Berry, Kanouse y Miu, 2008; Terry-Human, Manlove y Moore, 2005).
  • «Los adolescentes que son padres no han tenido tiempo de completar sus propias etapas de identificación de roles e intimidad, y esto les conlleva, tanto a ellos como a sus hijos, un mayor riesgo de retraso social y emocional» (Hanna, 2001; Hurlbut, McDonald Culp, Jambunathan y Butler, 1997).
  • «Los padres adolescentes tienen una baja tolerancia al llanto de un bebé, falta de paciencia con los niños, falta de entendimiento del crecimiento y desarrollo normales, preferencia hacia el castigo físico, falta de patrones de interacción física no verbal y un entorno de aprendizaje en el hogar menos que adecuado» (Hanna, 2001; Ruff, 1990; Marshall, Buckner y Powell, 1991).
  • «Los padres adolescentes a menudo ingresan al mercado laboral más pronto que sus compañeros debido a la paternidad y, a la larga, ganan menos que ellos en sus años veinte» (Chandra et al., 2008; Pirog-Good, 1996).

Cuando se toman en cuenta todos los factores, el mensaje parece ser que la paternidad puede ser extremadamente gratificante cuando se está listo para ella, pero que no es para niños. La paternidad no es una cura para la depresión, la soledad o la baja autoestima.