Civilización, Suelo y Supervivencia

No es de extrañar que el suelo en China esté sufriendo los peores efectos de la rápida modernización, ni de que el cadmio, el arsénico y el níquel son los principales contaminantes. Sin embargo, la magnitud del problema es tal vez sorprendente. En un estudio plurianual (2005–2013), al principio mantenido en secreto, se tomaron muestras de dos terceras partes de terreno del país; se encontró que un 16 por ciento del suelo y casi un 20 por ciento de tierras arables se encontraban de ligero a severamente contaminadas. Mientras que el gobierno está tomando medidas para remediar el problema, muchos temen que los intereses establecidos y la deficiente vigilancia local de las regulaciones pondrán en peligro las mejoras.

Sabemos por lo que registra la historia que cuando las civilizaciones no respetan su capa vegetal, casi sin excepción fracasan (Topsoil and Civilization [El Suelo y la Civilización] por Vernon Gill Carter y Tom Dale, 1955, 1974). Se reconoce que el número de dichas civilizaciones son entre 10 y 30, dependiendo de quién hace el conteo. En tiempos modernos, la capa vegetal del suelo puede sufrir por la contaminación industrial por sustancias inorgánicas y/o fertilizantes químicos. Sin embargo, históricamente la deterioración fue el resultado del manejo pobre de la tierra e inapropiados métodos agrícolas, que incluyen el exceso de pastoreo, la explotación de cultivos, el exceso de riego y el fallo en restaurar la fertilidad del suelo. Muchos de estos abusos en la agricultura persisten hoy en día en la agroindustria, en donde las ganancias a corto plazo prevalecen.

«El hombre civilizado ha marchado a través de la faz tierra, y tras sus huellas ha dejado un desierto».

E.F. Schumacher, Foreword, Forest Farming (1976, 1984) por J. Sholto Douglas y Robert A. De J. Hart

Un sagaz hombre señaló que «el hombre civilizado ha marchado a través de la faz de la tierra y tras sus huellas ha dejado un desierto». Aunque tal vez una exageración, su verdad subyacente puede verse sobre todo en Iraq, Siria, Armenia, Turquía, Grecia, Creta, Líbano, Palestina, África del Norte, España e Italia. No obstante, el abuso de la capa vegetal en donde quiera pasa, solo es cuestión del grado.

Los romanos arruinaron vastas zonas agrícolas en Túnez y Argelia en su búsqueda por granos y alimentos para mantener a su creciente población. El periodo conocido como la Pax Romana, cuando la paz dominó el imperio por más de 200 años, fue también una época de grandes abusos del suelo. La pérdida de la fertilidad debido a la sobre producción, eventualmente significó menos alimentos. Esta insostenibilidad inducida contribuyo principalmente a su decline y eventual caída.

En los Estados Unidos de Norteamérica, los profetas conservacionistas y seculares por mucho tiempo han advertido de los peligros de no renovar y reemplazar el suelo de donde provienen alimentos esenciales. En partes del medio oeste de los Estados Unidos se encuentra una de las más profundas capas vegetales del mundo, y sin embargo, debido a las prácticas modernas agrícolas que contribuyen a su erosión, millones de toneladas están deslavándose al Mississippi anualmente hacia el turbio Golfo de México. A pesar de los esfuerzos de conservación se han producido algunas mejoras en los últimos años, el suelo todavía se está perdiendo a una velocidad a la que la tierra no puede reemplazarlo. Como algunos lo ponen, hemos «desabotonado» la tierra.

Este índice de deterioración es un problema global. «La tasa estimada de erosión supera a la nueva producción de suelo en hasta 23 mil millones de toneladas por año, una pérdida anual de ni siquiera el uno por ciento del inventario del suelo agrícola a nivel mundial» dice el ecologista David Montgomery en Dirt: The Erosion of Civilizations (2007, 2012).

Estamos en camino de perder por muchos métodos una cantidad suficiente del suelo en las próximas décadas comprometiendo nuestra capacidad de alimentar a la población mundial. Es un problema global, no local. Aun así, la solución es esencialmente local, no global; la Biblia revela que la tierra es de Dios, un regalo a la humanidad, por lo tanto para ser tratada con respeto y gratitud por cada persona, con cuidado, conservándola. «Del SEÑOR tu Dios son los cielos, y los cielos de los cielos; la tierra, y todas las cosas que hay en ella» (Deuteronomio 10:14, Biblia del Jubileo).