Poniendo al Mundo de Cabeza

En la sensacional novela de Clive Cussler publicada en 2005, Polar Shift, el autor imaginó el fin del mundo como resultado de una operación comercial que no salió nada bien.

Conforme se acerca el año 2012 en el calendario maya, se han ido prediciendo diversos tipos de escenarios desastrosos. Aunque los mayas en realidad predijeron una época de renovación más que una fecha para el fin de la civilización, si tuviéramos que creer en los catastrofistas modernos, es inminente que ocurrirá un suceso repentino —iniciado por fuerzas físicas dentro de la tierra misma— que causará estragos inimaginables en el planeta.

Esa clase de pronóstico tiende a llamar algo de atención, en especial cuando sus defensores recurren a la ciencia para apoyar sus afirmaciones, pero ¿existe algún respaldo para tales escenarios? Aparte de la devastación ocasional provocada por un enorme volcán, un terremoto o un tsunami, la tierra parece ser un lugar bastante estable e inalterable. Los desastres naturales, como los ocurridos recientemente en Haití e Indonesia, pueden crear gran confusión en miles de personas y también pueden causar alternancias climáticas que duran años (como la han hecho las erupciones volcánicas a lo largo de la historia), pero incluso el más grande de estos sucesos geológicos es pequeño en comparación con el planeta tomado como un todo. ¿Es científicamente razonable magnificar estos eventos?

La posibilidad de destrucción más comúnmente publicitada es el «cambio polar», el cual obtuvo notoriedad en los años cincuenta gracias al profesor de historia Charles Hapgood. Esta teoría describe a la corteza rocosa del planeta deslizándose hacia el interior subyacente hasta que los Polos Norte y Sur se invierten repentinamente. Como señalan los personajes de Cussler, un cambio tan repentino sería realmente devastador.

A los defensores de la teoría del cambio polar les gusta señalar que Hapgood buscó y obtuvo el apoyo de Albert Einstein. «El conocimiento de los hechos geológicos y paleontológicos puede ser decisivo en este asunto», escribió Einstein a Hapgood. «En cualquier caso, no habría motivos para descartar la idea a priori tan arriesgadamente». Más tarde escribió un prólogo para el libro de Hapgood publicado en 1958, Earth’s Shifting Crust [La corteza cambiante de la Tierra], donde Einstein señaló que «la única suposición dudosa es que la corteza terrestre pudiera moverse con la facilidad suficiente debajo de las capas interiores».

Cincuenta años más tarde, ¿se considera posible dicho movimiento? Los conocimientos actuales de la dinámica sísmica de hecho validan la nota de advertencia de Einstein. En vez de que la corteza entera se mueva como una sola pieza (como previó Hapgood), la teoría tectónica moderna describe el lento proceso de extensión del lecho marino y la subducción continental, lo cual permite que las secciones en placas se separen y se aplasten o se incrusten unas con otras. Este contacto entre placas es el origen de la mayoría de los volcanes y los terremotos.

Esto es muy diferente a la hipótesis de Hapgood. Tomando en cuenta que la corteza terrestre de alguna manera viaja encima del material interno y más denso del planeta, hay un deslizamiento del exterior hacia el interior, como sugirió Hapgood, y durante largos periodos de tiempo los continentes migran a lo largo de la superficie del planeta, pero este movimiento es muy lento, de aproximadamente la velocidad del crecimiento de una uña (cerca de dos centímetros al año). No hay pruebas de que esta velocidad pudiera cambiar repentinamente o de que pudiera provocar un cambio polar geológico.

Independientemente de este movimiento, los polos magnéticos de la tierra también migran y rara vez incluso dan un viraje de 180°, de norte a sur y de sur a norte. Las rocas que contienen hierro actúan como un tipo de brújula congelada revelando el momento de estos cambios magnéticos, los cuales a su vez pueden estar correlacionados con el movimiento continental, pero los cambios magnéticos polares no provocan ningún caos en la superficie del planeta.

Aunque, de hecho, el planeta es un lugar de cambios lentos y dinámicos, aparentemente por algún tiempo ha evitado una autodestrucción catastrófica. Así que, al final, quienes predicen que el mundo será un caos debido a un cambio polar repentino y catastrófico pueden afirmar tener un respaldo científico, pero sería más adecuado decir que en este caso la ciencia y la ficción son como polos opuestos.