2012: ¿El fin del mundo (otra vez)?

El año 2000 llegó y se fue. Si retrocedemos en el tiempo por un momento, recordaremos que antes de que comenzara el 2000 se predijo que el caos envolvería a nuestra civilización computarizada y electrizada, y lo llamaron el Y2K. Se suponía que una simple falla en el diseño del software de cómputo provocaría el fin del mundo civilizado y que todas las plantas generadoras de energía, las telecomunicaciones, las cuentas bancarias y los procesos de facturación se paralizarían o se volverían un caos.

Pero eso nunca sucedió. En su lugar, el final de 1999 y el comienzo del año 2000 son más recordados por los grandiosos espectáculos de fuegos artificiales en las principales ciudades del mundo, muchos de los cuales fueron televisados y compartidos con espectadores de todas las naciones. El fantasma del día del juicio final fue una falacia.

Una década más tarde, ¿en qué situación nos encontramos? Se pelean guerras en Irak y Afganistán utilizando sofisticadas armas computarizadas, una economía global que languidece intenta revivir desesperadamente, y el Internet es una parte indispensable en la vida de la mayoría de las personas del mundo occidental e incluso para un número considerable de personas en los países en desarrollo. Y ahora nos dicen que nuevamente se acerca el día del juicio final.

Si hemos de creer en la publicidad más reciente, el día 21 o 23 de diciembre de 2012 será cuando el mundo realmente llegará a un final climático. En esta ocasión el miedo se ha suscitado debido a una interpretación del antiguo calendario maya y fomentado por numerosos libros y documentales, y ha generado, quizá predeciblemente, otra película de desastres de Hollywood.

«En un impulso, busqué “2012” en Google y de inmediato caí en la trampa de la próspera subcultura apocalíptica. Blogs, libros, música y arte de todos los continentes ya habían profetizado el final para ese año».

Lawrence E. Joseph, Apocalipsis 2012: Un estudio sobre el fin de la civilización (2007)

Aunque pareciera que el supuesto cataclismo del año 2012 ha sido comprobado por medio de algunas fuentes que van desde la economía hasta la ciencia, eso no quiere decir que el 2012 sea necesariamente fundamental para sus preocupaciones; en algunos casos, se trata sólo de un conveniente respaldo mientras consiguen apoyo para otras teorías consentidas.

Pero ¿el calendario maya en realidad se refería al fin del mundo o se trata simplemente del fin de un ciclo, un suceso recurrente de acuerdo con los cálculos de los mayas? Las personas que han estudiado el calendario y la cultura que lo desarrolló descartan por completo la predicción del fin del mundo y la consideran una mala interpretación de la información: señalan que no habla de un final en sí, sino de un nuevo comienzo.

De cualquier manera, el calendario maya no es la única fuente de la reciente angustia apocalíptica. Las palabras de Nostradamus también aparecen considerablemente en las predicciones recientes. De hecho, al buscar en Internet la frase «Nostradamus 2012» aparecen cerca de 1.5 millones de entradas. Nostradamus escribió sobre temas religiosos; de hecho, el tema del 2012 se ha convertido en un fenómeno para el movimiento de la Nueva Era y, por consiguiente, en un evento religioso.

No obstante, los escritos de los videntes del siglo XVI, registrados en cuartetos o poesías con estrofas de cuatro versos, son lo suficientemente flexibles como para respaldar cualquiera de los diversos escenarios apocalípticos propuestos hoy en día. Una página Web que proporciona recursos y material de respaldo para quienes se interesan en el 2012 ofrece esta evaluación de Nostradamus: «Es mejor conocido por su libro Las Profecías... Muchas de sus profecías hablan de desastres, como plagas, terremotos, guerras, inundaciones y la llegada de tres anticristos; sin embargo, sus predicciones son vagas y las personas tienden a aplicar sus palabras a muchas situaciones».

Ése es un comentario apropiado. Las personas han utilizado a menudo a Nostradamus para reforzar sus propias predicciones, aunque hasta hoy sus místicos versos han demostrado ser más precisos cuando se superponen a acontecimientos del pasado.

ENCUESTA SOBRE EL DÍA DEL JUICIO FINAL

Entonces, ¿por qué tantas personas se sienten atraídas, o al menos intrigadas, por la publicidad apocalíptica cada vez que surge una nueva teoría? Las personas promedio de todo tipo tienden a interesarse al menos relativamente en las especulaciones acerca de acontecimientos futuros y la posible desaparición de la civilización tal y como la conocemos. Inclinándose hacia esa tendencia, la revista Slate (7 de agosto de 2009) brindó una oportunidad para «elegir tu propio Apocalipsis». Se ofrecieron 144 escenarios y se pidió a los lectores que evaluaran cuál sería la caída más probable de «la mayor potencia mundial», es decir, Estados Unidos.

Pero, seamos realistas: no todos los escenarios del fin de los tiempos son completamente exagerados. Por ejemplo, uno de los fenómenos que se ha relacionado con el 2012 es el cambio polar, y los astrónomos señalan que esto ciertamente podría ocurrir en el futuro inmediato; sin embargo, con nuestro conocimiento actual, ese acontecimiento no puede relacionarse con alguna fecha específica y, lo que es más importante, tampoco augura un desastre. En lo que respecta a la economía, en cualquier momento podría ocurrir una calamidad, ya sea antes o después de diciembre de 2012, si es que una acción precipitada del gobierno de alguna potencia importante desencadenara un desplome en el sistema financiero mundial, pero sólo podemos especular respecto a los tiempos, o incluso los resultados.

En cierta forma, la difusión publicitaria del 2012 es nada más la punta de un iceberg; ese interés en «el fin» no es un fenómeno nuevo. Para la civilización occidental, la raíz se encuentra en los aspectos judeocristianos de la escatología: el estudio de «el fin» o «lo último». Por milenios, escritores y sabios han predicho el fin del mundo; además, la Biblia contiene algunas de las más antiguas y conocidas predicciones sobre estos hechos.

No obstante, dicho estudio no es del dominio exclusivo de la cultura judeocristiana, pues los antiguos griegos también analizaban el fin del mundo, a pesar de que para ellos pertenecía al campo filosófico, mientras que en el judaísmo, el cristianismo y el islamismo siempre fue un asunto religioso y teológico. Si vamos más lejos podemos encontrar que el budismo tiene su propia variedad escatológica, por medio de la cual una persona escapa de sus limitaciones físicas para finalmente alcanzar un estado nirvánico.

En el siglo XXI encontramos todas esas ideas mezcladas. Es como si algo en el genoma humano nos hiciera entender que no todo está bien en nuestra condición humana; somos testigos una y otra vez, y a detalle flagrante, incluso en lugares lejanos de la tierra, de que el sufrimiento y la muerte son una parte muy importante de la vida. Lo único que sabemos es que se necesitan algunos cambios para que la humanidad encuentre su lugar legítimo en el universo.

Bill T. Arnold, del Seminario Teológico de Asbury, escribió en el Oxford Handbook of Eschatology [Manual de Escatología de Oxford] acera de esta infelicidad desde el punto de vista de los profetas del Antiguo Testamento: «Tal convicción de que la depravación intrínseca del mundo actual algún día dará un giro tiene como resultado una ética escatológica que exhorta al pueblo de Dios a vivir fiel al pacto y a la rectitud impuestas por los profetas».

Empero, es seguro que los habitantes de este mundo desarrollado del siglo XXI no se conducen por estos ideales místicos contenidos en las escrituras de los profetas… ¿o si? Por improbable que parezca, aparentemente ése es el caso. De hecho, el último éxito en taquilla de James Cameron, Avatar, recurre a algunas de estas sensibilidades occidentales. En su película, trata sobre el hecho de que la humanidad no está satisfecha con su papel dentro del cosmos ni con la manera en que maneja sus responsabilidades. Ross Douthat señaló en su análisis de la cinta de Cameron en una columna de opinión editorial del New York Times el pasado 21 de diciembre de 2009: «La religión existe, en parte, precisamente porque los seres humanos no se sienten como en casa en medio de estos crueles ritmos [de sufrimiento y muerte como parte de la naturaleza]. Una parte de nosotros está dentro del mundo natural y la otra parte está fuera de él. Somos bestias con consciencia propia, depredadores con ética, criaturas mortales que añoran la inmortalidad».

Otra forma de verlo puede ser que la humanidad está por encima del resto de la creación y reconoce que de alguna forma es responsable de ella, un papel con el que concuerdan incluso los primeros registros bíblicos de la vida humana (consulte, por ejemplo, Génesis 2:15). Ello reafirma el concepto mencionado por David Novak, rabino y profesor de filosofía en la Universidad de Toronto, quien al hablar de la escatología judía sugiere que: «Ésta podría estar bien relacionada con la comprensión final de las esperanzas mutuas en términos tanto humanos como divinos».

¿QUÉ HEMOS APRENDIDO?

Las lecciones del pasado deberían ayudarnos a evaluar y atenuar las ideas como las que rodean al 2012.

Los escritos del pueblo judío comprueban la fragilidad del juicio humano con respecto a estos temas. A finales del periodo del Segundo Templo, que comenzó poco antes del inicio de la era actual, diversos grupos registraron las Escrituras tratando de entender el momento de la venida del Mesías, y con él el fin de los tiempos, basados en las profecías registradas en el libro de Daniel.

Roger T. Beckwith, quien escribió Calendar and Chronology, Jewish and Christian: Biblical, Intertestamental and Patristic Studies [Calendario y cronología, judíos y cristianos: Estudios bíblicos, intertestamentarios y patrísticos], muestra los escenarios desarrollados durante esa época y registrados en una variedad de escritos extrabíblicos. El momento probable del acontecimiento iba del año 10 a.C. al 240 d.C., un lapso de unas siete u ocho generaciones. Todas las predicciones se enfocaban en la misma profecía ―Daniel 9, referida comúnmente como la profecía de las 70 semanas―, pero utilizaban diferentes fechas como punto de inicio. Por lo tanto, no es sorprendente que en su conclusión obtuvieran diferentes fechas para el momento en que el Mesías aparecería para liberar a la nación.

No obstante, todo ese ejercicio desapareció por completo dentro de la corriente del judaísmo cuando Adriano prohibió la entrada de los judíos a Jerusalén luego de la rebelión de Bar Kojba de los años 132 al 135 d.C. Dicha rebelión en realidad estuvo motivada en gran medida por las expectativas y afirmaciones mesiánicas, pero debido a que los judíos ya no tenían acceso a Jerusalén, el cumplimiento de la profecía como se conocía hasta entonces parecía empezar a carecer de contexto. ¿Cómo podría cumplirse si Jerusalén les había sido arrebatada?

Aparte de la Cábala, la rama mística del estudio judío, los intentos por trazar la venida del Mesías se han perdido en gran parte. No es que los judíos ya no crean en esto, sino que sus creencias se han atenuado debido a la apreciación de que no pueden establecer el momento de dicho acontecimiento; sin embargo, esto no ha impedido que algunos judíos se proclamen Mesías (por ejemplo, Sabbatai Zevi, entre 1626 y 1676) o que, ahora que Jerusalén es de nuevo el centro del mundo judío, pretendan acelerar los acontecimientos para ocasionar la aparición del Mesías.

Desde luego, la mayoría de los judíos rechazaron a Jesucristo como el Mesías. Aquéllos que sí lo siguieron entendieron hasta después de su muerte que Él regresaría en un futuro a la Tierra. Jesús les advirtió a sus seguidores que no se involucraran en debates sobre el momento de Su segunda venida. Los libros de Mateo y Marcos registran las palabras de Jesús en los Evangelios con respecto a que ningún ser humano puede saber ni el día ni la hora de Su regreso. Jesús continuó mostrando a sus discípulos lo que era importante hacer mientras esperaban: enfocarse en honrar a Dios y tratarse unos a otros con respeto piadoso y con un sentido de responsabilidad por el prójimo (Mateo 24:36-51; 25:1-46; Marcos 13:32-37). Esto reafirmó los conceptos previamente establecidos por los profetas, como lo señaló Bill Arnold de Asbury.

Por desgracia, muy pocos de quienes afirman ser seguidores de Cristo han aprendido esta lección. Algunos en la época de la Reforma Protestante, descartando las ideas católico-romanas de la iglesia como el reino de Dios, y posiblemente aprendiendo de ciertos cabalistas judíos, establecen el escenario en la sociedad occidental ajustando una vez más las fechas para el fin del mundo. Desde finales del siglo XVI, varios cristianos, en especial aquéllos con inclinaciones calvinistas o puritanas, han buscado activamente la manera de establecer la fecha. No es necesario señalar que todos los intentos realizados hasta ahora han fracasado miserablemente.

Los lectores habituales de Visión apreciarán que nosotros aceptamos la Biblia como la Palabra de Dios; por lo tanto, entendemos que en un futuro ocurrirá un acontecimiento apocalíptico del fin de los tiempos que restaurará la ruptura que hubo entre el Dios Creador y Su creación. El momento de este acontecimiento no se deja al entendimiento humano, pero sí se deja muy clara la responsabilidad de quienes esperan.

No obstante, la historia muestra que la humanidad desea conocer los detalles de dicho acontecimiento en sus propios términos, sin considerar las peticiones que nos ha realizado nuestro Creador. La Biblia dirige una advertencia a tales personas: Ocurrirá cuando menos lo esperen (Mateo 24:44; Marcos 13:33).

Cuando se acerque diciembre de 2012, muy probablemente el tan aclamado final resultará ser igual a los demás finales del mundo que se han predicho por siglos. Mientras tanto, ¿no deberíamos dedicar nuestra energía y atención al cuidado de lo que se nos ha dado y tratarnos unos a otros como nos tratamos a nosotros mismos y como lo hace Dios?