¿Positivamente no Absolutos?
Es ampliamente aceptado que los adelantos científicos tienen un dramático impacto en la tecnología. No obstante, lo que raramente se observa, es como la ciencia y el método científico influenciaron la filosofía del siglo XX.
Nuestra serie de encuestas sobre algunas de las ideas formativas dominantes del mundo moderno han mostrado que la especulación disfrazada de verdad científica frecuentemente pude tener serias consecuencias cuando se aplican dentro de la esfera social humana.
La aceptación popular de las ideas no comprobadas de Charles Darwin sobre el origen de las especies, en conflicto con su propia educación religiosa, empujo a Dios como creador a las tinieblas de afuera para la mayoría de la gente. La teoría de la evolución despojó varias de cualquier posible creencia en el Creador bíblico e introdujo una cruda competencia y sangrienta selección natural como paridad en el curso de la sociedad humana.
Lo que Darwin atentó dentro de las ciencias biológicas, Karl Marx lo experimentó dentro de la esfera económica. Su fantasía política proletaria arruinó la vida de millones cuando el marxismo-leninismo se apoderó de vastas zonas del mundo en el siglo XX. Marx también había prometido libertad de la casi drogadicción a la religión occidental y su Dios. Tristemente, el fracaso del violento sistema ateísta de Marx no terminó hasta que pasaron por lo menos cien años de amargas experiencias.
A pesar de que Darwin y Marx aspiraron al título de héroes científicos dentro de sus vocaciones, de igual manera Sigmund Freud se vio a sí mismo como el pionero explorador del mundo interno de la humanidad. Por desgracia, Freud dio paso a la ambición personal por el aclamo público para vencer la critica a la auto evaluación de su tan llamada ciencia de la mente. No obstante, su conocimiento pobremente sustentado ha llegado a ser el papel tapiz más popular del mundo cuando se tiene que ver con el entendimiento de la edad temprana, la influencia paterna y nuestras emociones y sentimientos más profundos. Armado con la creencia de que la sexualidad primitiva era el generador del comportamiento humano, Freud desechó el uso de reglas morales de algún ser divino. A pesar de su herencia judía y una niñez influenciada por el cristianismo, percibió a Dios no más allá de una figura paternal fantasiosa.
Darwin, Marx y Freud fueron practicantes del método científico. Profesaban entregar nuevo conocimiento en una manera confiable y objetiva. No obstante el impacto de sus ideas ha sido enormemente dañino cuando tiene que ver con el entendimiento del reino subjetivo y espiritual. La ciencia, con su reglamentaria búsqueda de fenómenos físicos, rápidamente descarta la experiencia subjetiva o metafísica. Dice que tal experiencia no está basada en la realidad. Lo curioso sobre la búsqueda científica es que esta comienza con meditaciones subjetivas. Darwin, Marx y Freud comenzaron meditando sobre aspectos del mundo alrededor. Sus meditaciones fueron subjetivas, del mundo metafísico.
No es de sorprender, y a pesar del inseguro origen de las especulaciones cinticas que después se convertían en verdad, varios que se adjudicaban el título de «científico» bajaron el auge de la metafísica dentro de la vida. El resultado fue que, para muchos, la ciencia y religión habían llegado a un empate, a lo más a un espinoso armisticio, en el peor caso, a un intercambio nada saludable de insultos. Tomemos el caso del profesor y evolucionista de la Universidad de Oxford Richard Dawkins, el cual escribió, «Es absolutamente seguro decir que si usted se encuentra con alguien que dice no creer en la evolución, tal persona es un ignorante, un estúpido ó está mal de la cabeza (ó un perverso, pero prefiero no considerarlo así)».
En 1937 Albert Einstein comentó sobre esta clase de desdichado estancamiento. Atribulado por el colapso de las relaciones entre los cuerpos religiosos y culturales, escribió, «La unidad esencial de las instituciones eclesiásticas y seculares se perdió durante el siglo XIX hasta el punto de una hostilidad sin sentido». La arrogancia é intolerancia solo forzan la discusión a entrar a un desagradable camino sin salida. Es un acercamiento que hace de la vida humana una experiencia estéril, en donde todo es saber hace y nada puede ser dicho sobre el significado y propósito en la vida.
COMO SER UN POSITIVISTA
Las dos perspectivas dominantes que restan en esta serie de ideas quienes han cambiado dramáticamente la forma moderna del pensamiento, tienen una conexión fuerte y débil con la iniciativa científica. Estos dos métodos interrelacionados—positivismo y relativismo—han despojado a la mayoría de la gente de creer mas allá de lo que se puede observar con los cinco sentidos y la han desviado de la idea de que hay absolutos.
El positivismo es el fundamento filosófico del método científico. Este se basa en el método empírico. En ese sentido ha definido el punto de vista científico mas difundido. El positivismo no quería que ver nada con lo metafísico, lo subjetivo ni lo no físico. Solo lo que se puede observar por medio de los sentidos es real; todo lo demás existe solamente dentro del reino de la imaginación—eso no es conocimiento. Aunque el positivismo ha tenido su apogeo, en gran parte remplazado a mediados del siglo XX por el pospositivismo, su énfasis en la centralidad de observación física sigue siendo una convicción generalizada.
Tres corrientes desarrolladas de pensamiento positivista a través del tiempo. La primera esta asociada con el filosofo francés Auguste Comte (1798–1857), el padre del positivismo y creador de la sociología como ciencia (vea «Auguste Comte: Sumo Sacerdote de la Humanidad»). Comte hiso un conjunto coherente de los enfoques anteriores al pensamiento científico de Francis Bacon, George Berkeley y David Hume. Sus contemporáneos en el Reino Unido fueron John Stuart Mill y Herbert Spencer quienes, más allá de filosofar sobre la adquisición de conocimiento lógica, se centraron en la aplicación del enfoque positivista para la creación de un orden social justo.
Su búsqueda por el positivismo llevo a Comte a un camino extraño, dada su creencia de que las maneras metafísicas de pensar han sido dejadas atrás. Más tarde se llego a involucrar en el misticismo y aspiraba reemplazar la religión cristiana con su propia religión sobre la humanidad.
La segunda fase del positivismo fue la obra empiriocriticista del ficisista austriaco Ernst Mach (1838–1916), quien dijo que todo el conocimiento se deriva de la sensación o experiencia cognoscitiva. Todas las declaraciones científicas tienen que ser empíricamente verificables, y cualquier idea metafísica, tal como la naturaleza absoluta del espacio o tiempo, eran inaceptables. Fueron las ideas revolucionarias de Mach sobre el tiempo y el espacio que determinaron el pensamiento de Einstein sobre su teoría general de la relatividad.
El positivismo tuvo una amplia influencia en el siglo XIX. De acuerdo con la Enciclopedia Católica, «los principios y el espíritu del positivismo difundieron el pensamiento científico y filosófico del siglo XIX y ejercitaron una influencia perniciosa en cada esfera. Tuvieron consecuencias prácticas dentro en los sistemas positivos o los así llamados moralidad científica y el utilitaria ismo dentro de las éticas, de neutralidad y naturalismo en la religión».
La tercera corriente dentro del desarrollo del positivismo—neopositivismo—está asociada con la escuela de filósofos de Viena y Rudolf Carnap (1891–1970). Trataron de combinar estudios filosóficos en el lenguaje y lógica simbólica y matemática para clarificar la naturaleza de la investigación científica. Filosofo inglés y positivista lógico Bertrand Russell (1872–1970) condenso la perspectiva escéptica de la escuela neopositivista cuando dijo que aun las matemáticas es un tema «en el cual nunca sabemos de que estamos hablando o si lo que decimos es verdad». Desafortunadamente la idea de que no podemos saber de que estamos hablando con seguridad en ciertas áreas de la vida—especialmente en lo moral y ético—se ha tornado en algo terriblemente anemiante para la sociedad.
«La Ciencia puede ayudarnos a superar este cobarde temor en que la humanidad ha vivido durante tantas generaciones».
Russell era bien conocido por su oposición a la creencia religiosa. En uno de sus famosos discursos, explico por qué no era cristiano. En parte dijo, «En este mundo ahora comenzamos a comprender un poco las cosas, y a dominarlas un poco mas con la ayuda de la ciencia, la cual ha forzado su camino paso a paso en contra de la religión cristiana, en contra de las iglesias, y en contra de la oposición de todos los preceptos antiguos. La ciencia nos puede a ayudar a superar este temor cobarde en el que la humanidad ha vivido por tantas generaciones. La ciencia nos puede enseñar, y pienso que nuestros propios corazones también a ya no buscar a nuestro alrededor por apoyos imaginarios, a ya no inventar aliados en el cielo, en su lugar confiar en nuestros propios esfuerzos aquí abajo para hacer de este un mejor lugar para vivir, en lugar de la clase de lugares que las iglesias durante todos estos siglos han formado... . Toda la concepción de Dios es derivada de los despotismos orientales antiguos. Esta es una concepción un cuanto indigna para el hombre libre. Cuando escucha gente en la iglesia a la gente rebajándose así mismos y diciendo que son pecadores miserables parece algo menospreciable y no digno de autoestima de los seres humanos».
No obstante como veremos, no cada mente científica brillante tomo tal distorsionado punto de vista de «aliados en el cielo».
¿TODO ES RELATIVO?
El otro principio que influenció ampliamente el pensamiento y el estilo de vida de muchos en los últimos cien años es el relativismo—el concepto de que no hay absolutos morales. Este concepto está conectado con la ciencia de una manera marginal. En un curioso tuerce de las revolucionaras conclusiones sobre el tiempo, longitud y movimiento, sus descubrimientos empíricos sobre la relatividad de estos conceptos llegaron a ser confusos en la percepción del publico con el relativismo moral. Sin embargo el genio suizo creyó fuertemente en estándares absolutos de lo bueno y lo malo. Para él no había equivocación moral: «La relatividad aplica a la física no la ética». De hecho, dijo que sus teorías no traían consigo implicaciones filosóficas. Como advirtió, «el significado de la relatividad había sido ampliamente malinterpretado. Los filósofos juegan con la palabra, así como un niño juega con un muñeco... . esto no significa que todo en la vida es relativo».
Einstein dijo que sus teorías no trajeron con ellas implicaciones filosóficas.
Fue cierto que lo demostró en el mundo objetivo de la ciencia, los conceptos familiares no eran absolutos. Cierto es que Einstein nunca permitió a la relatividad, mucho menos al relativismo ganar entrada al mundo subjetivo interno de los seres humanos. Al parecer estaba feliz de mantener la distinción entre lo subjetivo y lo objetivo. Su interés en la relatividad colocó su planteamiento teórico dentro de la esfera objetiva. Su convicción personal fue que el relativismo moral estaba muerto y desligado de su trabajo sobre la relatividad. Estaba muy inconforme que sus descubrimientos habían producido consecuencias morales inintencionadas. Dijo, «El contenido de la teoría científica en sí mismo no ofrece fundamento moral para la conducta personal de la vida».
El desmesurado furor sobre sus ideas le hacía desear en ocasiones haber sido un simple relojero. De acuerdo a Paul Johnson, no fueron los descubrimientos de Einstein sobre la naturaleza del universo que ayudó a una «separar a una sociedad a la deriva de sus tradicionales amarras en la fe y la moralidad de la cultura Judeo-Cristiana». Fue la dispuesta aceptación pública de la inconexa idea de la ausencia de absolutos en la esfera moral. Varias personas escucharon lo que querían escuchar y se dieron a sí mismos permiso para crear una nueva moralidad dentro de su propia imagen.
Aldous Huxley autor e intelectual británico (1894–1963) es un ejemplo. Hizo una admisión reveladora sobre su propia moralidad en su obra autobiográfica, El Fin y Los Medios. Describe la libertad que él y sus jóvenes colegas buscaron de las ideas cristianas, escribió, «En cuanto a mí, sin ninguna duda, para la mayoría de mis contemporáneos, la filosofía de lo sin valor fue esencialmente un instrumento de liberación. La liberación que deseábamos fue liberación simultánea de cierto sistema político y económico y también liberación de un cierto sistema de moralidad. Nos opusimos a la moralidad porque interfería con nuestra libertad sexual... ».
Para poder justificar su propio comportamiento, Huxley y sus compañeros optaron en decir que la vida no tiene sentido.
Para poder justificar su propio comportamiento, Huxley y sus compañeros optaron en decir que la vida no tenía sentido. De acuerdo a, ni Darwin ni los positivistas fueron capaces de proveer tal justificación, aún cuando sus héroes —los pensadores de la ilustración— les habían dado terreno para hacerlo. El hecho es que la respetabilidad victoriana había mantenido la cubierta sobre las implicaciones de la vida sin significado. Así que fue hasta después de la I Guerra Mundial que Huxley pudo justificarse así mismo en lo que él llamó su «revuelta política y erótica». Este enfoque, por tanto, se origino del positivismo, lo cual invito a la conclusión de que, puesto que todo lo observable es válido, lo metafísico o lo no metafísico, tales como los principios religiosos, no tienen sentido.
Cuando se trata del abismo que se ha establecido entre la ciencia y religión, nuevamente, Einstein ofreció algo de sabiduría. Tratando de explicar como aquellos implicados tareas científicas están obligados a continuar, escribió, «Para el científico, solo está el “ser”, pero sin desear, sin valorar, ni bien ni mal; ni meta». De acuerdo a uno de sus grandes talentos, la clase de investigación científica tan comúnmente practicada lo separa del reino del bien y el mal. Ética y moralmente estamos en terrenos neutrales cuando estamos buscando verdad científica.
De esta manera Einstein continuó diciendo, «Mientras permanezcamos en la esfera de la ciencia correcta, nunca nos encontraremos con una frase del tipo “No mentirás”». Desafortunadamente es aquí donde se hacen la mayoría de los errores, cuando la moralidad de un método científico es cuestionado. Tales preguntas están excluidas de los límites dentro de la búsqueda de la verdad científica.
Einstein, sin embargo, no temía declarar esos mandamientos como aquel bíblico que prohíbe pronunciar falsedades: «No sentimos del todo que sea insignificante preguntar cosas tales como: “¿Porque no debemos mentir?” Sentimos que tales preguntas tienen significado porque en todo argumento de esta clase algunas premisas éticas son tácitamente dadas por asentado».
Sabía que si el mentir no fuera prohibido, entonces nadie podría confiar en nadie. Señalaría el fracaso de la comunicación y cooperación humana. En su punto de vista, la regla de «No mentirás» estaba basada en el deseo de la naturaleza humana de preservar vida y limitar el dolor y sufrimiento. Uniendo la investigación científica con la búsqueda de la verdad ética, dijo que «los axiomas éticos se encuentran y son probados no muy diferente a los axiomas de la ciencia. La verdad es lo que soporta las pruebas de la experiencia».
VIVIENDO CON ABSOLUTOS
Desde una perspectiva bíblica, otros nueve absolutos acompañan al uno que Einstein escogió para ilustrar su sabiduría sobre la similitud de la investigación ética y científica. En su totalidad los conocemos como los Diez Mandamientos.
¿Qué es lo que nos enseñan estos principios que se dicen son emanados de un Ser Supremo? Los primeros cuatro se refieren a la relación de los humanos con su Creador. Establecen la norma de cómo el creado debe responder a su Creador.
Pablo escritor en el Nuevo Testamento, habla de las implicaciones del pensamiento filosófico de su tiempo con respecto al mundo creado. Dijo que al ignorar voluntariamente la evidencia del Creador en el mundo natural, «la gente ha suprimido la verdad en injusticia».
Para Pablo, la evidencia de la existencia de Dios estaba disponible al intelecto humano: «Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa» (Romanos 1:18–20).
Irónicamente, Pablo dice que es a través de la observación del mundo natural como llegamos al conocimiento del Creador.
Irónicamente, Pablo dice que es a través de la observación del mundo natural como llegamos al conocimiento del Creador. El cree que aquellos que niegan la evidencia de la creación que les rodea son completamente necios. En su intento de ser sabios cambiaron la magnificencia y verdad del Dios Creador por imágenes copiadas del mundo natural. Terminaron adorando la creación en lugar del Creador. Por consiguiente los primeros cuatro mandamientos definen nuestra relación con el Creador, respeto por él , y el rechazo a la idolatría —que es, la sustitución de cualquier cosa que sea primero que Dios el creador de la vida humana.
Los últimos seis mandamientos definen relaciones entre humanos. Como mencionó Einstein, el prohibir mentir es una buena acción en beneficio de la unidad social. Este principio ético tiene un efecto en la vida humana de manera positiva y completamente entendible. De igual manera se puede demostrar de fácilmente que el respeto a los padres y la prohibición contra el asesinato, adulterio, robo y codicia hacen de la preservación y protección de una sociedad humana en donde vale la pena vivir.
Comenzamos estas series con un reconocimiento de que algunos pensadores aceptan lo destructivo de estas seis ideas dominantes en la civilización occidental moderna. Uno de estos pensadores era E.F. Schumacher. También dijo que la verdadera persona educada no es la que sabe de todo y acerca de todo (si este fuera el caso) o aun un poco de todo, sino la que está en contacto con el centro. El centro es el núcleo metafísico y ético de la vida, esas ideas que forman nuestras convicciones, que van más allá del mundo de los hechos y fuera de la ciencia y lo observable, pero aun así verdadero a la realidad.
Le remito a usted los Diez Mandamientos y justamente estos son una base absolutos, inspirados y dados a la humanidad por el todo sabio y creador Dios que sabe exactamente lo que necesitamos para poder vivir en harmonía con Él y con nuestros semejantes.