Alcohol: ¿Cura Celestial o Deleite del Diablo?

De 1920 a 1933 se prohibió la producción y venta de alcohol en los Estados Unidos. Organizaciones religiosas que afirmaban que su causa tenía fundamentos en la Biblia fueron en gran medida responsables del movimiento contra el alcohol.

Hoy, a 75 años del fin de la prohibición, el debate continúa en los círculos médico y religioso. Continuamente escuchamos acerca de los —casi siempre contradictorios— estudios científicos más recientes; pero ¿qué dice la Biblia acerca del alcohol?

Las bebidas alcohólicas en sus distintas formas son una parte aceptada y acostumbrada de la vida desde tiempos de la prehistoria. Miles de años antes de la época de las conservas y la refrigeración la humanidad descubrió que ciertos productos agrícolas como las uvas y la cebada no se conservaban bien, pero que sus derivados fermentados (vino y cerveza, por ejemplo) mantenían su sabor por más tiempo. Durante algunos periodos históricos la bebida preferida no fue el agua, el té o la leche, sino la cerveza... incluso para los niños.

En la actualidad los autores de diversos estudios promueven la idea de que las bebidas alcohólicas, especialmente el vino tinto, ofrecen muchos beneficios a la salud, incluyendo el aumento en los niveles de antioxidantes, así como un menor riesgo de padecer ataques cardiacos y algunos tipos de cáncer; sin embargo, otros investigadores aseguran que, en realidad, el vino tinto contribuye a la generación de ciertos tipos de cáncer y al aumento de los triglicéridos, y expresan asimismo su preocupación por que las calorías adicionales propicien el aumento de peso. La mayoría de los estudios recientes parecen oponerse a muchos de estos hallazgos negativos, pero cuando se lee la interpretación de otra persona respecto a un estudio puede ser difícil organizar los informes contradictorios para determinar exactamente cuáles son los verdaderos y cuáles los sensacionalistas.

¿Deberíamos abstenernos por completo de beber alcohol? Los partidarios de la prohibición en ocasiones se valieron de una justificación bíblica para predicar su mensaje contra el alcohol, e incluso aún en nuestros días algunas iglesias continúan oponiéndose a su consumo. Por tanto, lo que hallamos en la Biblia podría ser una sorpresa.

El Rey Salomón, reconocido por su sabiduría, advirtió que el beber vino no es de reyes y que las bebidas fuertes son un peligro para los gobernantes y, por consiguiente, para cualquiera que ocupe un cargo en el cual se adopten decisiones importantes (consulte Proverbios 31:4). El Antiguo Testamento tiene muchos ejemplos que advierten de los peligros de beber en exceso. Bajo pena capital, no se permitía que los sacerdotes bebieran alcohol antes de cumplir con sus obligaciones en el tabernáculo de reunión (Levítico 10:9). El consumo excesivo de cualquier bebida embriagante se considera un mal que arrastra hacia la aflicción, el dolor y las rencillas (Proverbios 23:20-21, 29-35).

No obstante, el primer milagro de Jesús fue transformar el agua en vino en el banquete de una boda (Juan 2:1-10), lo que indica que Él no consideraba el beber vino como un pecado. Incluso dio instrucciones a sus seguidores para que lo bebieran como parte de una ceremonia en su memoria. La Biblia también dice que un poco de vino es bueno tanto social como fisiológicamente, e incluso se recomienda para aquéllos «de amargado ánimo» (Proverbios 31:6). Se describe al vino como una bendición, un don de Dios «que alegra el corazón del hombre» (Salmo 104:15). En aquellos días y en esa región era una parte acostumbrada y saludable de una dieta normal, junto con los cereales, el pan, las frutas, la miel, la carne, la leche y el aceite de oliva. Las Escrituras Hebreas también relacionan el consumo de «bebidas fermentadas» con las celebraciones (Deuteronomio 14:26, NVI).

Cuando Jesús narró la parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-37) incluyó el hecho de que el atento viajero vendó las heridas del hombre asaltado, con aceite de oliva y vino como sustancias curativas. Así mismo, el apóstol Pablo indicó a su protegido, Timoteo, que bebiera un poco de vino para su estómago y sus frecuentes enfermedades (1 Timoteo 5:23).

«No sigas bebiendo sólo agua; toma también un poco de vino a causa de tu mal de estómago y tus frecuentes enfermedades».

1 Timoteo 5:23, Nueva Versión Internacional

Cerca del final de la Biblia encontramos recomendaciones relacionadas con las diversas cualidades y rasgos de la personalidad de los líderes religiosos, quienes deben ser moderados y no entregarse al vino (1 Timoteo 3:2-3; Tito 1:7-8). Si se espera que los líderes religiosos sigan estas normas, entonces su consumo moderado es aceptable e incluso benéfico para los demás en algunas ocasiones. No obstante, es importante observar que la Biblia indica implícitamente a quienes elijan beber alcohol que respeten, sin condescendencia, la decisión de los demás de abstenerse del mismo (Romanos 13:10; 15:1-2, 7). También hay quienes no deben beber alcohol, quizás debido a su incapacidad para controlar su consumo, que podría provocar su abuso, o tal vez por algún estado temporal como el embarazo.

Desde luego, ninguna parte de la Biblia aprueba el consumo en exceso o el abuso del alcohol, y los seguidores de Jesús están obligados a evitar la influencia de quienes habitualmente se regodean en las bebidas alcohólicas (1 Corintios 5:11). Para nuestra salud y bienestar es importante observar la cantidad y la frecuencia con que consumimos alcohol. Los estudios muestran que los beneficios de beber vino tinto, cerveza o licores aumentan con el consumo mesurado y disminuyen con el exceso, y señalan también que el beber con regularidad más de una cantidad moderada incrementa de manera exponencial el riesgo de padecer enfermedades.

Los estudios médicos publicados miles de años después de la Biblia respaldan las lecciones bíblicas acerca del alcohol. Incluso el Instituto Nacional contra el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo de los EE.UU. informa que quienes beben alcohol con moderación generalmente tienen vidas más longevas y saludables que quienes lo beben en exceso o que quienes no lo hacen. En realidad, no existe alguna contradicción aparente, ya sea en las Sagradas Escrituras o en los estudios modernos; ambas fuentes concuerdan que el beber alcohol con moderación puede ser benéfico, pero que el abuso puede ser letal.