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La manera en que aprendemos lo que sabemos se encuentra al centro de una frecuentemente intensa batalla que se libra contra las creencias religiosas. Recientemente, varios escritores destacados han publicado libros con la intención de mostrar que creer en Dios es irracional.

Dos historias de la guerra de los seis días en 1967 ilustran el corazón del conflicto Palestino-Israelí. Les preocupaban al primer ministro David Ben-Gurion, y al pasado presidente de la OLP Yasser Arafat durante los primeros días después de la captura de Israel por los israelíes.

Se ha vuelto cada vez más difícil mantener las normas individuales de moralidad y carácter, así como enseñar a los niños por qué es importante la moralidad. Esta situación ha generado un gran interés en la «psicología positiva», pero si esta ola generará lo que se necesita para el cambio es otra cuestión.

Con la reciente muerte de Simon Wiesenthal en Viena, una voz ha sido callada; una luz se ha extinguido.

La gente creerá casi cualquier cosa, al parecer, a pesar de la disponibilidad de alternativas creíbles y viables, haciéndolo en perjuicio propio.

Cuando se trata de la clase de trabajo que es de naturaleza espiritual, que participan en el bien de los demás o en obediencia al Creador, la Biblia está llena de principios y su práctica.

El cambio significativo se logra mediante la acción personal que resulta de la voluntad propia a hacer lo correcto por el bien de todos.

¿Por qué creemos lo que hacemos? ¿Cuál es la base de nuestras convicciones?

Conocer la diferencia entre el bien y el mal es una de las piezas más importantes que podemos tener.

Alfredo el Grande inyectó sabiduría bíblica en el alma de su nación.

Parece que nada está más allá de nuestro alcance cuando se llega a conquistar el mundo físico, pero no sabemos qué hacer para tratar las cuestiones morales.

La habilidad para captar el significado subyacente de las condiciones presentes es poco común. La habilidad para concentrarse en algo más allá de las circunstancias es un don difícil de adquirir. Ambas son características de una buena visión, pero ¿de dónde viene esta visión?