Dos Hombres, Una Ciudad

El mes de junio marca el XL aniversario de la Guerra de los Seis Días. Los israelíes celebraron el Día de Jerusalén el 28 de Iyar (que este año correspondió al 15/16 de mayo), la fecha del calendario hebreo en que la Ciudad Antigua cayó en manos de las Fuerzas de Defensa de Israel. Para Jerusalén nada fue más significativo en la guerra que la conquista israelí del 7 de junio de su mitad oriental, incluyendo el Monte del Templo.

Dos eventos que ocurrieron en el periodo subsiguiente e inmediato después de la batalla ilustran el apego paralelo y continuo de los israelíes y palestinos al corazón religioso de la Ciudad Antigua, y se relacionan con el primer primer ministro de Israel, David Ben-Gurion, y el expresidente palestino, Yasser Arafat.

«Jerusalén es el mismo corazón del Estado de Israel… Declaramos que Israel nunca abandonará Jerusalén por voluntad propia».

David Ben-Gurion, discurso ante el Knesset, 5 de diciembre de 1949

Ben-Gurion visitó el Muro de las Lamentaciones al día siguiente de su conquista, acompañado por su protegido, Shimon Peres, donde observó un letrero de losa frente al Muro que decía «Al-Buraq Rd» escrito en inglés y árabe, pero no en hebreo. (De acuerdo con el Corán, al-Buraq fue el místico caballo alado en el que Mahoma hizo su famoso viaje nocturno a Jerusalén. Al llegar, el caballo fue atado a la esquina suroeste del Haram, o santuario del templo, mientras el Profeta ascendía al cielo). Ben-Gurion observó el letrero con desaprobación y preguntó si alguien tenía un martillo. Un soldado intentó desprender la losa con una bayoneta, pero a Ben-Gurion le preocupaba el daño que se pudiera causar a la piedra. Se consiguió un hacha y se quitó cuidadosamente el letrero de la losa. El simbolismo de la expulsión de los árabes del lugar santo judío redimido no se perdió entre la multitud circundante ni en Ben-Gurion. La multitud se animó y él exclamó: «Éste es el mejor momento de mi vida desde que llegué a Israel». Es un comentario curioso para un hombre que había vivido muchos «grandes momentos» a lo largo de su carrera, incluyendo su participación directa en el establecimiento del Estado de Israel.

Ben-Gurion ya había estado una vez en el Muro durante su juventud. Su biógrafo, Shabtai Teveth, relata esa visita: «Antes de terminar el mes de febrero [1909] realizó su primera visita a Jerusalén, en donde la vista del Muro de las Lamentaciones le provocó tal agitación emocional extrema que se quedó en la ciudad por una semana». Cuando pregunté a Teveth en 2002 lo que esto significaba, respondió: «Piense en esto como en un hijo que se reúne con su padre después de una muy larga separación». En otras palabras, el Muro fue un aspecto profundamente arraigado de la identidad de Ben-Gurion, a pesar de que él no era un hombre aparentemente religioso.

El segundo evento que siguió inmediatamente a la toma de la ciudad dejó una huella profunda en el líder palestino, Yasser Arafat. En sólo 24 horas se habían demolido las casas de los palestinos que se encontraban adyacentes al Muro Occidental para crear una gran plaza abierta para los creyentes judíos, todo ello bajo las órdenes del ministro de defensa israelí, Moshe Dayan. Entre las casas demolidas se encontraba un complejo religioso muy antiguo que pertenecía a la familia Abu Sa‘ud, la familia de la madre de Arafat. Después de su muerte prematura en 1933, el joven Yasser y su hermano vivieron con estas influencias jerusalemitas, quienes brindaron protección y consuelo a los jóvenes en el hogar junto al mayor sitio de identidad islámica en la ciudad, el Haram, y les relataron una y otra vez las historias de su valentía y fervor político frente a la amenaza sionista a la ciudad y, especialmente, al Muro Occidental.

«La lucha por Jerusalén es una lucha de vida o muerte para los palestinos... Ninguno de nosotros haría concesiones sobre ninguno de los granos de tierra de Jerusalén».

Yasser Arafat, citado por Mohammed Najib y la Prensa Asociada del Jerusalén, 2 de julio de 1998

Sólo podemos imaginar que, para Arafat, esta parte de la ciudad fue un muy poderoso símbolo de identidad personal como lo fue también para Ben-Gurion. Con ello se puede explicar, en parte, por qué su multicitada consigna fue «Jerusalén, Jerusalén, Jerusalén», y por qué quiso ser enterrado en el Haram.

Aunque los dos líderes se han ido, su identidad e ideología continúan al frente del conflicto entre Israel y Palestina, así como del futuro de Jerusalén.