Crucifixión y La verdadera Causa de la Muerte de Jesús

Para la mayoría del mundo cristiano, las referencias sobre la crucifixión trae a la mente el hecho de la muerte de Jesucristo, y de ahí no pasa. Echando un vistazo más de cerca no sólo revela un panorama más grande, sino que también arroja luz sobre lo que realmente causó la muerte de Cristo.

Crucifixión. El orador romano Cicerón la calificó «como el castigo más cruel e ignominioso», «el castigo más miserable y más doloroso apropiado solo para los esclavos». Era considerado el summum supplicium, la pena máxima—peor que ser cremado vivo, decapitado o ser lanzado a las fieras salvajes.

En el mundo romana las crucifixiones al borde del camino eran bastante comunes. Aunque el emperador Constantino eventualmente prohibió dicha práctica, durante cientos de años durante la época de la república y el imperio, víctimas a diestra y siniestra eran apostadas de las vías principales sobre estacas y cruces para que fueran vistas por todos y tomaran en cuenta la advertencia. Era relativamente raro que un ciudadano romano muriera de esta forma, pero si muchos esclavos, infractores no romanos, y ciertamente enemigos de guerra murieron de este modo. Traición y oposición violenta al estado—incluso el capricho del emperador o el deseo de diversión personal—significaban crucifixión y una muerte agonizante que podría tomar varios días.

Sin embargo, este espantoso método de ejecución no fue una invención romana. De cierto la palabra nos llega del latín (crux, «cruz»; y de figere, «fijar, asegurar»), aunque los persas, griegos, y otros pueblos de la antigüedad desde hace mucho crucificaban a sus opositores. De acuerdo al historiador griego Heródoto, Darío el Medo ordenó la crucifixión de aproximadamente 3,000 babilonios. Alejandro Magno asignaba a los vencidos al mismo castigo; el escritor romano Quinto Curcio Rufo, basado en su conteo en fuentes antiguas griegas, registra que Alejandro con su estado de sitio a Tiro crucificó alrededor de 2000 personas.

«Ya sea que los cartaginenses influenciaron a los romanos en la adopción de la crucifixión es una pregunta al aire. … De cualquier manera, los romanos posiblemente fueron inspirados hasta cierto punto por la practica cartaginense».

John Granger Cook, Crucifixion in the Mediterranean World

Los romanos quizá no aprendieron el método por los griegos, sino de los norafricanos Cartagineses. Como consecuencia, cuando en 71 a.C. el gladiador y líder esclavo Espartaco sufrió derrota y muerte a manos del general romano Craso cerca de 6000 de sus defensores fueron crucificados a lo largo de 200 km (120 millas) sección de la Vía Apia desde Capua a Roma.

INCLUSO ENTRE LOS JUDIOS

La crucifixión no había pasado desapercibida sin practicar en la sociedad judía tampoco. Aun así, la Tora indica poner solo un cuerpo muerto en exhibición: «Si alguien comete un crimen que merezca la muerte, y lo haces morir y lo cuelgas de un árbol, no dejen que su cuerpo se quede en ese árbol toda la noche. Lo enterrarás ese mismo día, porque quien es colgado de un árbol está bajo la maldición de Dios. No contamines la tierra que el Señor tu Dios te da en posesión» (Deuteronomio 21:22–23). No obstante, un rey judío, el sumo sacerdote a favor de los saduceos Alejandro Janeo (circa 126–76 AEC), sentenció como a 800 fariseos opositores, aunque compatriotas judíos, a ser crucificados vivos, sufriendo de ese modo lo que el historiador judío y simpatizante romano Josefo consideraba «la muerte más miserable».

No fue tan extraño, entonces, que aproximadamente un siglo después el líder religioso judío le pidiera al gobernador romano de Judea, Poncio Pilato, que ejecutara a Jesús por el mismo método. Claramente tenía ambos antecedentes el judío y el romano. Las narraciones de los Evangelios sobre la muerte de Jesús a manos de los poderes religiosos y políticos locales, sin duda suenan verdaderas.

Sin embargo, ¿por qué fue Jesús, de quien Josefo (escribió de Cristo unos 60 años después de su muerte) se refirió como «un hombre sabio, … un hacedor de obras maravillosas, un maestro de hombres que recibían la verdad con tal placer», condenado a la cruz por Pilato? Josefo no lo menciona, excepto para notar que una acusación fue traída contra Jesús por «los hombres principales entre nosotros».

«Para los hombres de la antigüedad, griegos, romanos, bárbaros y judíos, la cruz no era sólo una cuestión de indiferencia, cualquier clase de muerte. Era un asunto totalmente ofensivo, “obsceno” en el sentido original de la palabra».

Martin Hengel, Crucifixion in the Ancient World

Un libro fidedigno sobre el tema recientemente menciona, «La narrativa sobreviviente más larga de cualquier crucificado por los romanos en la antigüedad es la de Jesús de Nazaret» (Crucifixion in the Mediterranean World [Crucifixión en el Mundo del Mediterráneo]). Por lo tanto, para más detalles, tenemos que volver a la narrativa, los cuatro relatos de los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. ¿También suenan verdaderas en este sentido?

¿CUÁL FUE EL CRIMEN DE JESÚS?

El apóstol Juan registra que los «hombres principales» mencionados por Josefo se preocuparon por su propio estilo de vida privilegiado debido a la creciente popularidad de Jesús: «Entonces los principales sacerdotes [saduceos] y los fariseos reunieron al concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? ¡Este hombre está haciendo muchas señales! Si lo dejamos así, todos creerán en él. Entonces vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación». Así que desde aquel día acordaron matarle (Juan 11:47,48, 53).

El plan incluyó varios intentos por incriminar y silenciar a Jesús. Primeramente requerían que el público revelara el paradero de Jesús de manera que pudiera ser arrestado secretamente (versículo 57); intentaron atraparlo queriendo que Jesús públicamente se opusiera a la tributación romana y a Cesar (Lucas 20:20–26); planearon llevarlo engañado y matarlo en privado (Mateo 26:3–5); tomaron ventaja de la disposición de Judas Iscariote de traicionar a su maestro por dinero (Marcos 14:10–11); arreglaron el arresto ilegal de Jesús encubiertos por la oscuridad (versículos 44–50); permitieron testigos falsos en su contra (versículos 55–60); y falsamente lo acusaron ante Pilato de fomentar oposición al Cesar (Lucas 23:1–2).

Al final, su insistencia en la crucifixión triunfó, pero no porque Pilato creyó que tuvieran caso. «Sabía que los sumos sacerdotes se lo habían llevado por motivo de envidia» (Marcos 15:10). Más bien, después de haberse lavado las manos de complicidad en la condena y muerte de Jesús, y a pesar de no encontrar ninguna base para los cargos de incitar a la población a rebelión, Pilato cedió y entregó a Jesús para su ejecución, a instancias de los sumos sacerdotes, los gobernantes y la turba (Lucas 23:13–25).

«Frecuentemente los romanos empleaban el sádico cruel y absolutamente vergonzoso método de la crucifixión para mantener la autoridad civil y preservar la ley y el orden en contra de criminales, esclavos, y rebeldes».

Gerald G. O’Collins, «Crucifixion», The Anchor Bible Dictionary

¿Cuál fue el crimen de Jesús? De acuerdo a las narraciones del Evangelio basadas en testimonios de testigos, no hubo ninguno. Esos registros son precisos en muchos detalles físicos, así que ¿por qué no se puede confiar cuando se trata de las verdaderas razones de la crucifixión de Jesús: la envidia, el interés propio de los líderes religiosos de ese entonces? Si la narración bíblica del ejemplo de crucifixión mejor conocido del mundo es correcto en cuanto a lo que la historia secular nos dice de la práctica entre los romanos, ¿Por qué dudamos que se llevó a cabo como se dijo y que su víctima fue Jesús de Nazaret? Después de todo, Josefo escribió que Pilato «le condenó [Jesús] a la cruz».

DENIGRADO PASO A PASO

Lo que leímos en los cuatro Evangelios nos proporciona un recuento creíble sobre la crucifixión en la época romana. Fue diseñada para ser lo máximo en humillación y sufrimiento (véase «Josefo y el Asedio de Jerusalén, 70 EC»).

«Cuando crucificamos criminales, escogemos los caminos más frecuentados, en los que una mayor cantidad de gente pueda presenciarla y ser intimidada. Porque cada castigo tiene menos que ver con la ofensa que con el ejemplo».

Quintilian (First-Century Roman Rhetorician), The Lesser Declamations 274 (traducido por David R. Shackleton Bailey)

Como era común, Jesús fue azotado o desollado con un látigo de múltiples lenguas hecho con tiras de cuero incrustadas con objetos duros cortantes primero para rasgar la carne hasta el hueso. Marcos escribe, «Y Pilato… soltó a Jesús, después de azotarle, para ser crucificado» (Marcos 15:15).

Los soldados enseguida despojaron a Jesús y le pusieron una túnica purpura, y una corona de espinas en su cabeza. Se arrodillaron en sumisión fingida ante «el rey de los judíos», escupiéndole y golpeándole en la cabeza repetidamente con un palo.

Vestido nuevamente con sus propias ropas, Se le hizo cargar el travesaño del madero hacia el lugar de ejecución fuera de la ciudad, hasta fatigarlo, quizás, y otro hombre—Simón de Cirene—se le forzó a ayudarle (Marcos 15:16–23).

Una vez más despojado, desnudo, Jesús fue fijado en el madero con clavos en la mano, muñecas y pies(véase «El Talón de Yehohanan»). A veces un asiento afilado y reposapiés estrecho en el montante servían para prolongar la agonía. Otros dos hombres, ladrones condenados, fueron crucificados junto a Jesús. Anécdotas romanas muestran que las víctimas podían vivir durante tres días o más mientras el cuerpo sucumbía lentamente.

LA LANZA DEL SOLDADO

Han habido muchos intentos de explicar en términos médicos lo que sucede durante la crucifixión (véase «La Fisiología de la Crucifixión»), y en particular, que causó la muerte de Jesús. Los autores de un examen de más de 40 estudios de medicina en 2006 señalan, sin embargo, que «en un examen más detallado la mayoría de estas hipótesis sobre la crucifixión no son apoyados por los datos disponibles». Es interesante, por tanto, que cuando se lee con cuidado, los relatos bíblicos nos dicen exactamente cómo y por qué murió Jesús. Y es por razones que ninguno de los estudios menciona. Un entendimiento fundamental en la Iglesia primitiva del Nuevo Testamento era que la muerte de Jesús fue un sacrificio substituible por el pecado humano. El cordero de la Pascua en el Antiguo Testamento fue sacrificado por el derramamiento de su sangre (Éxodo 12). Esa sangre, embadurnada en las puertas de los israelitas, aseguró la protección contra la muerte en la noche de Pascua original.

«La crucifixión era un castigo en donde se les daba rienda suelta al capricho y al sadismo de los ejecutores».

Martin Hengel, Crucifixion in the Ancient World

Cuando Jesús llegó, Juan el Bautista lo reconoció como «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29). Pablo expresó la creencia de los primeros seguidores de Jesús diciendo, «Nuestra Pascua que es Cristo ya fue sacrificada por nosotros» (1 Corintios 5:7). Pedro, vinculando la crucifixión con el sacrificio por el pecado, lo expresó de esta manera: «quien llevó [Él] mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados» (1 Pedro 2:24).

En las horas antes de su muerte, Jesús comió su última cena de la Pascua con los discípulos e inició la conmemoración del pan y el vino, como símbolos de su carne y sangre para ser sacrificada. Del vino, dijo, «porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados» (Mateo 26:28). Para satisfacer las expectativas proféticas de su sacrificio, Jesús sabía que su sangre tenía que ser derramada. Isaías había profetizado mucho tiempo antes la muerte del Mesías «como un cordero al matadero» y que «por cuanto derramo su vida [en hebreo nephesh] hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo el llevado el pecado de muchos y orado por los transgresores» (Isaías 53:7–8, 12). No cabe duda que la flagelación de Jesús y clavándolo en el madero de la crucifixión derramó un poco de sangre, pero no fue suficiente para matarlo.

Eran como las nueve de la mañana, cuando Jesús estaba tendido en el madero. Como hemos visto, esta forma de ejecución fue destinada a durar por algún tiempo, así que la muerte inmediata debía evitarse. Pero seis horas después, había muerto. Entonces, ¿Qué fue lo que causo su muerte prematura?

La crucifixión tuvo lugar en el día de preparación para una fiesta santa relacionada con la Pascua. Debido a que las autoridades religiosas no querían los cuerpos de Jesús y los otros dos ladrones expuestos durante el Sábado anual, solicitaron a los soldados acelerar sus muertes (Juan 19:31–33). El método acostumbrado era quebrarles las piernas con un marro. Hicieron esto con los dos ladrones. Sus cuerpos habrían caído hacia abajo, haciendo la respiración más difícil y el aumento de trauma y el dolor habrían inducido a un mayor shock, lo que les llevo a la muerte. Más cuando llegaron a Jesús, vieron que ya había muerto, cosa que era inusual. Inclusive Pilato estaba sorprendido cuando recibió la noticia (Marco 15:42–45). ¿Cómo fue que Jesús murió tan pronto?

Antiguos manuscritos en griego del Evangelio de Marcos dan la respuesta. Sin embargo, una parte de la narración se encuentra omitida en las traducciones modernas de la Biblia, excepto en aquellas por Ferrar Fenton y James Moffatt (véase «¿Roca de Tropiezo, o La Pura Verdad?»). Cuando en cierto momento algunos espectadores malentendieron las palabras de angustia de Jesús como un llamamiento por Elías, algunos de ellos dijeron, «¡Déjenlo solo! ¡Veamos si viene Elías a librarlo!» En este punto la versión de Fenton añade, «Mas otro tomando una lanza perforó su costado, entonces salieron agua y sangre. Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu» (Mateo 27:49–50). Aquí vemos que la lanza de uno de los soldados causo en Jesús la perdida de suficiente sangre muriendo así rápidamente.

«Por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí».

Juan 19:31

En el Evangelio de Juan al parecer dice que Jesús ya había muerto cuando el soldado le perforó el costado con la lanza:

«Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. Más cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua» (Juan 19:32–34). Poniendo cuidadosa atención al verbo griego nysso, que significa «perforar» o «traspasar» (en el tiempo aoristo, que significa que un evento ha ocurrido, pero no da idea de cuándo), y la preposición allá, «pero», apoyan la cronología que ya hemos visto en el recuento de Mateo. Podemos saber cuándo se llevó a cabo la perforación en Mateo, pero no con Juan.

Entonces el sentido, de la declaración de Juan es como sigue: «Pero a diferencia de lo que había sucedido con las otras dos víctimas, cuyas piernas fueron quebradas, Jesús ya estaba muerto, porque uno de los soldados había atravesado su costado, y de inmediato sangre y agua salieron».

Si Jesús no hubiera estado ya muerto, los soldados habrían quebrado sus piernas. Puesto que él ya estaba muerto, igualmente no había razón para traspasarle. Por lo tanto, lo traspasaron anteriormente, como lo describió Mateo.

Entonces, la causa de la muerte de Jesús, es sabida, y los hechos encajan perfectamente tipificados, profetizados y verificados en las escrituras. Como nos dice el libro a los Hebreos, «y sin derramamiento de sangre no se hace remisión [de pecado]» (Hebreos 9:22). Exclusivamente en el caso de Jesús, la muerte de lo puro por lo impío ha cambiado el futuro para la humanidad. Por su voluntad de resistir un «el castigo más cruel e ignominioso», y derramando la sangre de Su vida, Él ha abierto la puerta a la vida por siempre para todos.