¿Hombre de contradicciones?

Uno de los primeros seguidores de Jesús dijo que David «halló gracia delante de Dios» (Hechos 7:46). El apóstol Pablo mencionó que Dios había aprobado al rey con las siguientes palabras: «He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero» (Hechos 13:22). No obstante, hacia el final de su vida, cuando quiso construir un templo para Dios en Jerusalén, se le negó hacerlo. La explicación de David al respecto fue: «Mas vino a mí palabra de Jehová, diciendo: “Tú has derramado mucha sangre, y has hecho grandes guerras; no edificarás casa a mi nombre, porque has derramado mucha sangre en la tierra delante de mí”» (1 Crónicas 22:8).

Los defectos de carácter de David fueron numerosos; varios de ellos, a la vista de todos.

En el caso de Betsabé y su esposo, fue adúltero y asesino, pero también un hombre profundamente arrepentido. Cuando Dios le envió al profeta Natán para señalarle sus pecados, su respuesta fue buscar de inmediato el perdón de Dios. Aun enceguecido por el pecado pudo, cuando se le mostró, reconocerlo y cambiar. Uno de sus salmos expresa la profundidad de su arrepentimiento. «Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. (Salmo 51:1–2).

Es esta característica la que diferencia a David de su predecesor Saúl, también un hombre pecador, pero incapaz de admitir errores al punto de cambiar de conducta. David sabía que el tipo de sacrificio que Dios desea no es el de animales que el obstinado Saúl había querido ofrecer (1 Samuel 15:22–23), sino «el espíritu quebrantado, un corazón contrito y humillado» (Salmo 51:17).

Pese a toda su humanidad, David mostró la disposición de alinearse más con la naturaleza de Dios porque deseaba «un corazón limpio» (versículo 10).