¿Qué hay en un Nombre?

El mundo emplea los términos cristiano y cristianismo sin pensar demasiado en su origen. ¿De dónde provienen y qué significaban? ¿Los seguidores de Cristo los eligieron o les fueron impuestos?

En el Nuevo Testamento se emplea el término cristiano únicamente en tres ocasiones. Está registrado en relación con los discípulos en Antioquía, Siria: «Y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía» (Hechos 11:26). La mayoría de las personas que se consideran cristianas lo ven como una designación que los discípulos se dieron a ellos mismos; sin embargo, un estudio detallado del uso y la gramática muestra exactamente lo contrario: era un nombre empleado por otras personas para etiquetar a los seguidores de Jesús y, probablemente, en un sentido peyorativo.

En su comentario al libro de Hechos, Ernst Haenchen examina el significado del término, considerando cómo Filón, Josefo y el apóstol Pablo empleaban expresiones similares, y concluye que: «Los discípulos fueron llamados “cristianos” y “pueblo de Cristo” por primera vez en Antioquía, y eso por la población gentil, debido a que fue allí donde por primera vez sobresalieron claramente como una secta separada de los judíos». También comenta que: «La opinión gentil implícita en este sobrenombre anticipa un análisis que los mismos cristianos únicamente realizarían hasta más adelante y a regañadientes» (The Acts of the Apostles: A Commentary [Los Hechos de los Apóstoles: Un Comentario], 1971).

El Rey Agripa usó el término cristiano en un intercambio con el apóstol Pablo en el que el monarca le dijo a Pablo que casi lo había persuadido de volverse cristiano. Esto no sólo puede leerse de manera irónica —«Un poco más y me convences a hacerme cristiano» [Hechos 26:28, NVI]—, sino que, una vez más, no fue una manera en que Pablo se describía a sí mismo.

El único uso restante es del apóstol Pedro cuando escribió: «Pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello» (1 Pedro 4:16). Aquí Pedro está indicando a las personas cómo reaccionar a la persecución de sus creencias y estilo de vida. Una vez más, la implicación es que las personas ajenas a la Iglesia fueron quienes usaban ese apelativo.

El término cristiano está bien avalado en los escritos de los historiadores romanos, pero tenemos que esperar hasta el siglo dos antes de encontrar a personas como Ignacio de Antioquía que consideren el nombre como una descripción propia.