Juan Calvino: La Mano de Hierro de Ginebra

En los primeros años de la historia de la Reforma se encuentran los nombres de hombres a quienes se les atribuye haber avivado el movimiento. Se cree que Martín Lutero, al colgar sus 95 tesis sobre una puerta de Wittenberg, encendió la chispa de la Reforma. Aunque Juan Calvino no tenía más de 9 años de edad cuando ocurrió ese suceso, está considerado, junto a Lutero, como uno de los teólogos y pensadores con mayor influencia de aquella época. 

Calvino, cuyo quinto centenario se conmemoró este año con una conferencia interdisciplinaria que hizo un recorrido internacional, nació en 1509, en Picardía, al norte de Francia, en el seno de una familia provincial de clase media. Aunque se sabe poco acerca de su infancia, al parecer el padre de Calvino jugó un papel decisivo al brindar a su hijo las oportunidades para una educación superior. La primera instrucción de Calvino fue principalmente como preparación para un cargo eclesiástico y para el sacerdocio. A los 12 años recibió la capellanía para la catedral de Noyon. En 1523 viajó a París con la intención de continuar sus estudios para el sacerdocio, pero en lugar de ello comenzó a estudiar leyes. Una fuente sugiere que su padre tuvo un desacuerdo con las autoridades de la Iglesia en Noyon y que, como consecuencia, orientó a su hijo hacia el estudio de derecho. Calvino, quien pocas veces reveló detalles autobiográficos en sus escritos, dio luz sobre este importante cambio de dirección en el prefacio de su comentario al libro de Salmos. 

Cuando aún era un niño muy pequeño, mi padre me había destinado para el estudio de teología; sin embargo, más tarde, cuando consideró que la profesión legal por lo general aumentaba la riqueza de quienes la seguían, su perspectiva lo indujo repentinamente a cambiar su objetivo. Y así fue que me retiró del estudio de filosofía y me asignó el estudio de leyes. En esta búsqueda, me esforcé fielmente por aplicarme a obedecer la voluntad de mi padre, pero Dios, mediante la guía secreta de su providencia, a la larga cambió el rumbo de mi carrera. 

No obstante, fue durante sus estudios de derecho que estuvo expuesto a las ideas del humanismo a través de sus profesores universitarios. Fue también durante ese tiempo que lentamente comenzó a desencantarse de la iglesia en Roma y de su dominante sistema de creencias. 

Escribió: En principio, puesto que era obstinadamente devoto a las supersticiones del papismo como para ser fácilmente liberado de tan profundo abismo de fango, Dios, por una súbita conversión, me doblegó y condujo a mi mente hacia un marco de instrucción, el cual se encontraba más endurecido para tales asuntos que lo que se hubiera podido esperar de alguien en tan temprana etapa de la vida. 

Calvino es conocido por la buena organización de su mente e intelecto, y su carácter también fue admirado por muchos que tuvieron la oportunidad de conocerlo y de trabajar con él. Se cree que empezó a familiarizarse con las ideas de la Reforma mientras estudiaba leyes, pero, en cualquier caso, Calvino progresó en su interés en las ideas promovidas por Lutero y Zuinglio, añadiéndolas a sus propias ideas humanistas profundamente arraigadas, en especial aquéllas adoptadas de los filósofos griegos. También recibió gran influencia del estudio de los escritos de San Agustín. Por ejemplo, su enfoque hacia el entendimiento de la voluntad humana se percibe como una influencia directa del estudio que hizo de este «padre de la iglesia». El escritor presbiteriano Benjamin B. Warfield señaló que las doctrinas de Calvino significaron «un gran renacimiento del agustinianismo». 

Mientras estudiaba en Francia comenzó a trabajar en su obra más importante: La Institución de la Religión Cristiana. Las Instituciones (como se le conoce comúnmente) se publicaron por primera vez en marzo de 1536. Calvino afirmó que el propósito de esta obra fue «...preparar e instruir a los candidatos para el oficio sagrado en el estudio de las Sagradas Escrituras, de tal forma que pudieran tener una fácil introducción a las mismas y pudieran luego proseguir en ellas con paso inalterable; para ello, si no me equivoco, he dado un resumen de religión en todas sus partes, digerido en tal orden que, cualquiera que lo entendiere bien, podrá establecer lo que debiera buscar principalmente en las Escrituras y a qué fin debe aplicar todo cuanto en ellas se contiene».

Es en sus firmes Instituciones, su obra más perdurable, en donde se codificó y se estableció lo que se conoce como calvinismo. Escribió prolíficamente, redactando comentarios sobre la Biblia y otras obras apreciadas en muchos círculos de reformados y presbiterianos de la actualidad. Sus obras se caracterizan mejor por contener una estricta lectura de la Biblia combinada con sus puntos de vista progresistas y su interpretación de las Escrituras.

La intención de Calvino con las Instituciones era resumir los que él consideraba eran los principios básicos del cristianismo. Una de las principales creencias para él era la doctrina del pecado original. Calvino creía que «el hombre, por su caída a un estado de pecado, ha perdido absolutamente toda capacidad para querer algún bien espiritual que acompañe a la salvación; por tanto, como hombre natural que está enteramente opuesto a ese bien, y muerto en el pecado, es incapaz, por su propia fuerza, de convertirse a sí mismo o de prepararse para su conversión» (Confesión de Fe, capítulo IX, sección iii). 

Las Instituciones crecían con cada publicación sucesiva. Sus seguidores intentaron simplificar más algunos de sus contenidos mediante el uso del acróstico TULIP (por sus siglas en inglés), en el que cada letra se refería a uno de los cinco fundamentos centrales del calvinismo: Total depravity (Depravación total, la creencia de que el hombre está inmerso en el pecado y hay poco bien dentro de él), Unconditional election (Elección incondicional, la creencia de que Dios ha elegido a algunos para la glorificación y a otros para la condenación), Limited atonement (Redención limitada, la creencia de que la muerte de Cristo fue sólo por un grupo selecto de personas), Irresistible grace (Gracia irresistible, la creencia de que aquéllos a quienes Dios ha «predestinado» responderán al llamado) y Perseverance of the Saints (Perseverancia de los Santos, la creencia de que los santos permanecerán en manos de Dios y que poco pueden hacer para cambiar el resultado). Los principios básicos de las creencias calvinistas se centran en el tema de la predestinación. La Nueva Enciclopedia Schaff-Herzog afirma que debido «al extraordinario énfasis puesto en el tema, se enseñó a los ginebreses a considerarla prácticamente la piedra angular de la fe cristiana». Calvino creía que había algunos que estaban predestinados a ser llamados por Dios y que poco podían hacer para no recibir su recompensa. Estas creencias provienen más del punto de vista de Calvino respecto a la condición humana y la filosofía agustiniana que de lo que se revela en las Escrituras.

Después de la publicación de las Instituciones en julio de 1536, los viajes de Calvino lo condujeron a Ginebra, Suiza, donde comenzó la que sería una larga, pero tormentosa relación con la ciudad hasta el final de su vida. Originalmente tenía la intención de quedarse por un corto tiempo; sin embargo, su amigo Guillaume Farel lo persuadió para que extendiera su visita. Los dos hombres comenzaron a promulgar severas reformas en Ginebra basados en su interpretación de las Escrituras. Creyendo que los hombres eran, en el mejor de los casos, básicamente malos, las reformas eran una aplicación de un estricto código moral en los ciudadanos. Un autor declara que «naturalmente, la gente de Ginebra creía que había echado abajo a una iglesia sólo para verla remplazada por otra exactamente igual; en particular, consideraban que las reformas de Calvino imponían a la gente una nueva forma de pontificado, sólo que con diferentes nombres y distintas personas».

Como resultado de estas duras reformas se ordenó que tanto Calvino como a Farel abandonaran Ginebra. Irónicamente, en 1541 uno de los asesores del gobierno de la ciudad lo invitó a regresar a Ginebra. A su regreso, se le dio la autoridad de dirigir y ordenar los asuntos de la ciudad como considerara adecuado. Permaneció en la ciudad hasta su muerte en 1564. Sus últimos años en Ginebra fueron productivos, ya que promulgó reformas eclesiásticas y cívicas, predicó, escribió numerosos comentarios y continuó su trabajo en la Institución de la Religión Cristiana. Naturalmente, las rigurosas reformas que realizó no fueron muy populares entre mucha gente. Una referencia menciona que algunos le ponían el nombre de Calvino a su perro como muestra de su desdén. 

A pesar de la oposición y de numerosas críticas, las reformas de Calvino —que se hicieron sentir en toda Europa Occidental— establecieron la norma para otros sistemas protestantes y reformados que llegaron después de él. El sistema religioso que estableció fue adoptado posteriormente por grupos tales como los congregacionalistas, los presbiterianos y los puritanos. Además de estos grupos, las filosofías de Calvino también influyeron más tarde en los arquitectos de la incipiente democracia de los Estados Unidos algunos cientos de años después de su muerte. 

En efecto, aunque 2009 se acerca a su final y disminuyen las múltiples conferencias y conmemoraciones que celebran su legado, pocos pueden negar el efecto que este hombre ha tenido en el movimiento protestante moderno; no obstante, también debemos reconocer que una clara lectura de la Biblia puede aumentar un importante desacuerdo con sus creencias.